La edad promedio de los infectados en España bajó de 63 años a 45, por lo que “la presión sobre el sistema sanitario en estos momentos es baja”, ya que los casos no son tan graves, según el ministro de salud Salvador Illa. Los pacientes jóvenes no presentan síntomas tan severos como las personas de la tercera edad.
Por Renata Brito y Joseph Wilson
SANT SADURNÍ D’ANOIA, España, Aug 03 (AP).- Igual que la mayoría de los españoles, Emma Gaya pensó que lo peor de la pandemia ya había pasado.
El Gobierno había levantado una cuarentena de tres meses luego de que la COVID-19 matase a al menos 28 mil 400 personas y, en un esfuerzo por reactivar la economía, se alentó a la gente a reanudar con cautela sus vidas usando cubrebocas, lavándose las manos a menudo y conservando una distancia social.
La bocanada de aire fresco no duró mucho.
“Me da mucha pena que podamos volver a estar cómo estuvimos”, expresó Gaya después de hacerse una prueba del virus en una clínica de Sant Sadurni D’Anoia, una localidad próxima a Barcelona. Se hizo el examen porque tuvo fiebre, uno de los síntomas del COVID-19, junto con una tos seca y la pérdida del sentido del olfato.
“Me da mucha pena. Porque creo que lo hicimos bien. Ahora no sé si lo estamos haciendo bien, no sé hasta qué punto podemos estar seguros. No lo sé”.
El 22 de junio, un día después de que se pusiese fin a un estado de emergencia nacional y se permitiese la libertad de movimiento en todo el país, el ministerio de salud registró 125 casos nuevos en 24 horas. Seis semanas después, el viernes 31 de julio, se detectaron mil 525 casos en un día.
España es el país grande de Europa que más casos per cápita tiene, 60 por cada 100 mil habitantes. Si bien el sur y las islas Canarias y Baleares no han registrado grandes repuntes, en las regiones de Navarra, Aragón y Cataluña han habido 120 casos diarios por cada 100 mil habitantes durante 14 días. El noreste de España es hoy el principal foco infeccioso de Europa, junto con partes de Rumania, según el Centro Europeo de Prevención y Control de Enfermedades.
A diferencia de lo ocurrido en los peores momentos, en marzo y abril, cuando el virus causó estragos en las residencias de ancianos y casi desborda la capacidad de los hospitales, hoy la carga recae en las clínicas de barrio. Esos centros de salud tratan de detectar y aislar las nuevas infecciones, que afectan sobre todo a los jóvenes, quienes tanto en España como en todo el mundo están ignorando el distanciamiento social, y a las personas de mediana edad.
La edad promedio de los infectados en España bajó de 63 años a 45, por lo que “la presión sobre el sistema sanitario en estos momentos es baja”, ya que los casos no son tan graves, según el ministro de salud Salvador Illa. Los pacientes jóvenes no presentan síntomas tan severos como las personas de la tercera edad.
El hecho de que hay una mayor capacidad de hacer pruebas ahora hace que resulte difícil hacer comparaciones. En febrero, marzo y abril escaseaban las pruebas y solo se las hacían a las personas ingresadas a los hospitales. Muchos contagios pasaron inadvertidos.
Ahora, las clínicas locales detectan muchas más infecciones entre personas que no muestran síntomas.
“Estamos en una situación diferente porque en este momento disponemos de pruebas”, expresó la doctora Miriam Ceña, directora de las clínicas de salud de Sant Sadurni D’Anoia. “Realmente estamos en una situación de riesgo y alarma. No es cuestión de alarmar a la población, es una cuestión de responsabilizar a la población. En marzo se decretó un confinamiento por lo cual la situación estaba más contralada. En este momento hay movilidad y contacto social y esto supone un riesgo”.
El rebrote agravará seguramente la desaceleración de la economía y afectará la reactivación del turismo, que es uno de sus pilares. La economía ya se contrajo un 18 por ciento en el segundo trimestre, la caída más pronunciada que registra España desde la guerra civil de 1936-39.
Gran Bretaña impuso una cuarentena de 14 días a las personas que regresan de España, en tanto que Francia, Alemania y Bélgica recomiendan no viajar al norte de España.
Las autoridades vienen advirtiendo desde hace semanas acerca de la posibilidad de nuevos brotes, pero los expertos anticipaban que probablemente se produjesen al llegar el invierno en el hemisferio norte. Sin embargo, llegaron en pleno verano, en que la gente estaba ansiosa por volver a verse con familiares y amigos, y en que los hoteles, restaurante y comercios apuntaban al arribo de turistas nacionales e internacionales para aliviar el golpe que representó la cuarentena.
España debe ahora encontrar la forma de contener el nuevo brote mientras trata de reactivar su economía. Las autoridades esperan poder evitar otra orden de permanecer en casa que sería catastrófica para los comercios y aumentaría el desempleo a pesar de la ayuda que enviará la Unión Europea.
Cataluña y otras regiones impusieron restricciones, como el uso obligatorio de tapabocas a toda hora afuera de la casa y el cierre de clubes nocturnos, grandes focos infecciosos.
“Tenemos que cumplir obsesivamente las medidas de protección”, dijo el director de salud pública de Cataluña Josep Argimon.
El Gobierno de Cataluña, sin embargo, asignó solo 600 personas para ayudar a los médicos y enfermeros de las clínicas a rastrear los contactos, lo que no es suficiente. Esto motivó fuertes críticas de alcaldes y trabajadores del campo de la salud.
El Gobierno español dispone de una aplicación telefónica que ayuda al rastreo de contactos y reiteró sus exhortaciones a la ciudadanía a que se maneje responsablemente.
“Comparto que hay muchos ciudadanos y ciudadanas que, viendo los rebrotes que existen ahora es distintos puntos de nuestro país, sientan angustia”, dijo el presidente del Gobierno español Pedro Sánchez. “Porque hemos tenido que hacer todos un esfuerzo enorme de disciplina, de resistencia, para hacer frente al virus”.