Benito Taibo, escritor, periodista y actual director de Radio UNAM, platicó con SinEmbargo con motivo de los 10 años de su novela Persona Normal (Destino). Un texto que ha servido a diversas generaciones para hacer un recorrido a través de la Literatura universal.
Ciudad de México, 3 de julio (SinEmbargo).– La COVID-19 ha llevado luto, temor y enfermedad a los hogares de todo el mundo, el cual se vio obligado a cambiar en todas sus dinámicas a raíz de la pandemia. Pero el encierro al que nos ha sometido esta situación también ha dejado muchos lectores jóvenes, quienes se han acercado a la Literatura “de una manera super atenta y curiosa”, comparte en entrevista el escritor Benito Taibo.
“Esta pandemia nos ha dejado un montón de nuevos lectores. Eso es curioso. Ya teníamos un montón de lectores, los chicos jóvenes que estaban acercándose al libro y a los escritores de una manera super atenta, curiosa; porque la curiosidad es el principio básico de cualquier lector”, explica Taibo, actual director de Radio UNAM, con motivo de los 10 años de su novela Persona Normal (Destino).
El texto de Taibo es apreciado por diversas generaciones que —como expone él mismo— han recibido con buenos ojos las aventuras del tío Paco y Sebastián, quienes con motivo de este aniversario regresan en una edición especial integrada por diez capítulos extra que forman parte del spin-off, Fin de los tiempos, un texto digital publicado y ambientado durante la pandemia.
“Hay que pensar que están puestos en este spin off —le llaman los jóvenes de hoy, la verdad es que no sabía cómo se llamaba— que era una suerte de cartapacio añadido, pero es como si estuvieran viviendo en el momento en el que les tocó vivir. Es como muy distópico, es una suerte de juego distópico, en el que parecía que la pandemia les tocó en el momento en el que estaban viviendo y por lo tanto fue relativamente sencillo. Yo de una manera reflejé lo que estaban sintiendo los jóvenes y todos nosotros, sobre todo al principio de esta pandemia que fue cuando yo escribo todo esto”, abunda sobre estas nuevas historias.
Al hablar sobre cómo ha vivido en esta última década de su novela, Benito Taibo se muestra agradecido con los más jóvenes: “fueron absolutamente generosos y decidieron que se volvían mis cómplices, que se volvían mis lectores; porque al volverse lectores se convierten en cómplices”. Y en ese sentido, advierte que “un escritor no es nada si no tiene del otro lado a un grupo de lectores, ya sea cuatro o cinco mil”.
Aunque también señala que el recibimiento de Persona normal lo ha llevado a involucrarse de otra manera con la juventud. “Soy más cuidadoso con lo que digo porque me he dado cuenta que hay montones de jóvenes ahí alrededor que me escuchan y me leen, y se toman muy en serio lo que digo, y esa es una inmensa responsabilidad, y entonces asumo la responsabilidad e intento ser mucho más prudente de lo que fui en su momento”, expresa.
Lo cierto es que la historia de cómo el tío Paco se hace cargo de Sebastián, un joven de 13 años que pierde a sus padres, y lo encamina a un viaje a través de la Literatura, ha servido como una guía para los lectores más jóvenes.
“La Literatura juvenil se ha expandido, ha crecido, se ha convertido en algo mucho más importante de lo que fue hasta hace cuatro, cinco, seis, siete años. Y son ellos los que tienen que decidir por dónde enfrentar al nuevo mundo, y nosotros —madres, padres, maestros, mediadores de lectura, escritores— aprender a leer con sus ojos. Saber qué es lo que quieren porque cuando están leyendo, no sólo están leyendo un texto, están leyendo intenciones, están leyendo alrededor, están leyendo el mundo” señala.
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—El tío Paco y Sebastián regresan después de 10 años y lo hacen en una edición especial, pero sobre todo en una realidad alterna donde coexisten con la COVID, ¿por qué traerlos de vuelta en medio de una pandemia, en el fin de los tiempos?
—Justo por eso, porque me parecía necesario hablar en el momento y en el lugar precisos sobre esto que nos está sucediendo a todos y me gustaba ver cómo los personajes podían “revivir”, estar ahí 10 años después. Yo mismo me sorprendí porque pensé que me iba a costar trabajo encontrar el tono, la forma, etcétera, pero no. Era como unos viejos amigos a los cuales había dejado de ver un rato y que seguían siendo sin duda los mismos.
—Las aventuras que comparten ambos han servido de guía para varias y distintas generaciones, ¿ese siempre fue el objetivo cuando hace 10 años se publicó Persona Normal?
—No, bueno, hace 10 años mi única intención fue agradecer a la Literatura por todo lo que había hecho por mí. No mucho más que eso. O sea, decirle a la Literatura: mira, lograste cambiar mi manera de ver el mundo, lograste transformarme, lograste generar en mí educación sentimental, lograste… todo eso que logró.
Y luego sucedió este curioso fenómeno en el que los chicos jóvenes fueron absolutamente generosos y decidieron que se volvían mis cómplices, que se volvían mis lectores; porque al volverse lectores se convierten en cómplices. Un escritor no es nada si no tiene del otro lado a un grupo de lectores, ya sea cuatro o cinco mil, que den sentido a lo que tú estás haciendo.
Bueno, así fue como 10 años después nos encontramos hoy, aquí, con este libro que es muy curioso porque en México los libros tienen una vida “corta”, duran dos, tres, cuatro meses en las librerías, algunos si les va muy bien un año, pero que siga estando ahí presente a mí, de verdad, no deja de sorprenderme y no dejo de agradecerlo porque la verdad es que se ha pasado de generación en generación un poco cumpliendo con el terrible paso del tiempo.
Sólo estoy agradecido, eso es lo que estoy, de verdad. Yo mismo he cambiado enormemente con Persona normal y bueno no tengo menos que agradecerlo enormemente.
—¿Qué tanto ha cambiado en el interior del tío Paco y Sebastián en esta década?
—Yo creo que muy poco. Hay que pensar que están puestos en este spin off —le llaman los jóvenes de hoy, la verdad es que no sabía cómo se llamaba— que era una suerte de cartapacio añadido, pero es como si estuvieran viviendo en el momento en el que les tocó vivir. Es como muy distópico, es una suerte de juego distópico, en el que parecía que la pandemia les tocó en el momento en el que estaban viviendo y por lo tanto fue relativamente sencillo.
Yo de una manera reflejé lo que estaban sintiendo los jóvenes y todos nosotros, sobre todo al principio de esta pandemia que fue cuando yo escribo todo esto. Las cosas han ido cambiando, la ciencia ha ido evolucionando enormemente y afortunadamente parece que se avista ahí a lo lejos una luz al fin de este túnel terrible al que se enfrenta la humanidad.
Bueno, ellos seguían siendo los mismos y seguían comportándose de la misma manera, y seguían creyendo que la educación sentimental y los libros eran, y siguen siendo, una ‘tablación’ para el momento del naufragio.
—Hablabas de un cambio también en ti. ¿Qué hay del Benito de hace 10 años que vio nacer esta obra y el que ahora la celebra?
—He crecido de muchas maneras. He crecido sólo por fuera. Me han quitado la vesícula, he tenido muchas más canas, pero esencialmente por dentro sigo creyendo en lo que creo, mirando como miro, intentando mantener los ojos llenos de asombro y buscando en lo cotidiano lo extraordinario.
Soy más cuidadoso con lo que digo porque me he dado cuenta que hay montones de jóvenes ahí alrededor que me escuchan y me leen, y se toman muy en serio lo que digo, y esa es una inmensa responsabilidad, y entonces asumo la responsabilidad e intento ser mucho más prudente de lo que fui en su momento tal vez, pero de ahí en fuera sigo siendo quien soy, y esto me llena de enorme tranquilidad, sólo que más viejo, mi cascarón está bastante más desvencijado, pero por dentro sigo conservando ese adolescente que mira el mundo y que espera respuestas, y si no, que espera nuevas preguntas que yo creo que de eso se trata el libro, la cultura, la Literatura, generar nuevas y mejores preguntas.
—¿Qué representa para el ser esta nueva normalidad donde hemos perdido a seres queridos, nos hemos distanciados de otros más y tener que vivir encerrados con nuestros temores? Hay ciertos pasajes en El fin de los tiempos, en lo que esto se respira.
—Yo creo que muchas cosas, no sólo para los personajes, para nosotros mismos. Creo que hemos ido aprendiendo cosas por el camino y otras que si no las aprendimos estamos condenados como especie; palabras vitales que se fueron perdiendo hasta antes de la pandemia y que hoy vuelven a retomar con brío y con enorme fuerza en nuestros oídos como solidaridad, como empatía, como comunidad.
Si no nos damos cuenta de que no somos islas y de que dependemos en gran medida de los otros y que somos sólo como una pequeña parte de un todo, que es la humanidad como tal, de verdad estamos perdidos… Yo creo que poco a poco hemos encontrado eso.
Quienes más lo sufrieron fueron los hijos jóvenes. Estaban listos para salir a dar su primer beso, su primer clase de física, su primer día de campo, su primera fiesta, y de repente, pum, los metimos en habitaciones y los encerramos durante ya más de un año y medio. Ellos son los que más lo han sufrido. Por eso que escribí este texto, para de alguna manera dar un poco, un pequeñísimo alivio, si quieres, a esos tiempos, demostrando que la Literatura está ahí para salvarnos de tantas maneras diferentes y tan importantes.
—Mencionas un punto nodal, importante, nosotros hemos pasado por esos tiempos de juventud, me refiero vivirlos en carne propia, seguimos reviviéndolos en la memoria, pero estas nuevas generaciones a partir de este punto de inflexión tendrán que lidiar con otro tipo de relación afuera, cuando esto llegue a un punto bajo control, ¿qué pasará en el interior de esos jóvenes que en un futuro tendrán que enfrentar de golpe todas esas experiencias?
—Yo creo que se volverán más fuertes. Este tipo de pruebas lo que hace es fortalecer los espíritus. Saldrán y a lo mejor vivirán mucho más intensamente eso que no pudieron vivir. La humanidad se comporta de manera cíclica, somos seres que de alguna otra manera aprendemos de nuestros errores, afortunadamente.
Pero en este caso no hay error, solamente una suerte de pausa que se puso obligatoriamente, y entonces todos estos chicos yo creo que saldrán con una nueva visión de futuro. Esa nueva normalidad tendrá que ser “adaptable” tanto como ellos e ir buscando los motivos, las formas y lo que hemos hecho e ido pergeñando en el camino dentro de nuestra cabeza.
Creo que también esta pandemia nos ha dejado un montón de nuevos lectores. Eso es curioso. Ya teníamos un montón de lectores, los chicos jóvenes que estaban acercándose al libro y a los escritores de una manera super atenta, curiosa; porque la curiosidad es el principio básico de cualquier lector.
No hay virtualidad, es sólo realidad pasada por el tamiz de la tecnología. Tú y yo no somos virtuales, somos reales, y la tecnología es lo único que hace que suceda este intercambio de ideas. Viviremos un mundo híbrido, en donde la tecnología seguirá siendo importantísima y donde las posibilidades de salir a la calle y enfrentarse a esos retos que teníamos listos, pues están ahí parados, y estoy convencido de que en la Literatura se encuentran las armas y las herramientas para enfrentar a los monstruos y a los demonios de la realidad. La realidad es bastante terrible como lo vemos todos los días y la Literatura sirve como un generador de personalidad necesario para enfrentar a esas nuevas realidades
—Precisamente la historia del tío Paco y Sebastián es eso, un paseo por la literatura, porque para cada momento hay un libro, en ese sentido, ¿qué recomienda leer en esta pandemia, maestro? ¿Qué lecturas considera imprescindibles?
—Los chicos jóvenes están creando su nuevo canon. Yo no quisiera decir a los clásicos que me cambiaron a mí porque me cambiaron a mí y a mi generación. Los nuevos clásicos son los que están transformando a estos jóvenes y son ellos los que tienen que decidir, qué leer para poder tomar sus decisiones.
La Literatura juvenil se ha expandido, ha crecido, se ha convertido en algo mucho más importante de lo que fue hasta hace cuatro, cinco, seis, siete años. Y son ellos los que tienen que decidir por dónde enfrentar al nuevo mundo, y nosotros —madres, padres, maestros, mediadores de lectura, escritores— aprender a leer con sus ojos. Saber qué es lo que quieren porque cuando están leyendo, no sólo están leyendo un texto, están leyendo intenciones, están leyendo alrededor, están leyendo el mundo. Entonces, tendremos que aprender nosotros a leer sus ojos para poder comunicarnos de una manera mucho más certera y diligente y servirles de algo, de lo que puedan servir nuestras experiencias.
Ahí están los clásicos, que como su nombre lo indica han superado la prueba del tiempo y de las generaciones y que no hay prisa por llegar a ellos, ninguna prisa. Un lector se va haciendo a sí mismo y va poco a poco exigiendo cosas que lo reten intelectualmente, por lo tanto acabarán llegando a los clásicos en su momento, no apresurar este camino.
—¿Y tú, Benito? ¿Qué estás leyendo ahorita?
—Estoy leyendo hartas cosas. Estoy leyendo Ideas de Peter Watson. Un ensayo enorme, enormísimo, de más de mil 400 páginas sobre cómo ha evolucionado el intelecto humano y la cultura a través de las formas de mirar y de ver. Es una verdadera joya. Pero también empecé a leer La memoria vegetal, un inédito de Umberto Eco hecho libro a partir de algunas conferencias dadas en los años ochentas, noventas, sobre el libro, sobre esa memoria vegetal que está impresa en las páginas, por eso lo llaman Memoria vegetal. Es una belleza. Habla de bibliófilos, bibliomanos. Estoy encantado porque me da una vez más su clarísima inteligencia y la manera de que sólo se puede enfrentar al mundo por medio de los libros, como herramienta indispensable, civilizatoria.
—¿Imagina otras realidades alternas en las que podrían seguir viviendo con nosotros el tío Paco y Sebastián?
—Bastante lío tengo con lo que tengo. No, ya con eso lo dejo. Creo que no hay que estirar las cuerdas. Creo que estos ejemplares de 10 años esto que hemos crecido todos juntos con estos personajes son eso, ese recordatorio de que están ahí y de que nos sirven para dar humanidad de muchas maneras.