Los científicos han demostrado que captamos la causa del ladrido de nuestros amigos. No nos suena igual el ladrido de un perro feliz que celebra la hora del paseo o que saquemos sus chuches preferidas del armario que el de uno asustado o harto de pasar el día solo en casa.
Por Eva San Martín
Madrid, 3 junio (ElDiario.es).- Tu perro no ladra para irritarte ni para hacerte la vida imposible. Tampoco pretende asustar a nadie con sus ladridos, ni imponerse. Nada más lejos de sus intenciones peludas. De hecho, «los perros ladran básicamente para comunicarse con el mundo que les rodea», explica David Menor, doctor en Etología, miembro del grupo de Etología Clínica de la Universidad de Córdoba, y editor de la revista científica especializada Pet Behaviour Science. En otras palabras, o ladridos: le sirve para decirnos que está ahí, lo usa para llamarnos o para avisar a alguien de que no se acerque.
Quizás deberíamos empezar por entender si es normal que los perros ladren. Y la respuesta es «un rotundo sí», aclara Menor. A diferencia de lo lobos, que utilizan otro tipo de vocalizaciones, como los aullidos, en detrimento de los ladridos, los perros, sobre todo, ladran. De hecho, parece que nosotros somos los responsables. «El ladrido ha sido un elemento clave y reforzado por su selección durante miles de años de convivencia con humanos, una capacidad que hemos utilizado para que nos avisen de peligros o de la presencia de intrusos», apunta el experto en comportamiento animal.
Con esto en mente, no resulta causal que tu amigo, un Canis lupus familiaris, sea uno de los cánidos con una mayor y más variada comunicación vocal. Tampoco que todos estos ladridos que a veces te irritan los use, sobre todo, para comunicarse contigo; aunque también recurren a él para dirigirse a otros animales. «La convivencia con el humano obligó al perro a perfeccionar aquellas capacidades que le permitían fortalecer su relación y comunicarse con nosotros de forma más eficiente; entre ellas, el ladrido», afirma Germán Quintana, doctor en Veterinaria y experto en comportamiento.
CUANDO EL PERRO LADA, EL HUMANO ENTIENDE
La estrategia perruna funciona: los científicos han demostrado que captamos la causa del ladrido de nuestros amigos. No nos suena igual el ladrido de un perro feliz que celebra la hora del paseo o que saquemos sus chuches preferidas del armario que el de uno asustado o harto de pasar el día solo en casa. «De hecho, comprendemos mejor lo que dicen sus ladridos que su lenguaje corporal», admite Quintana.
Si compartes la vida con un perro, lo normal es que no te cueste distinguir entre un ladrido para que le hagas caso, de otro que emite cuando está asustado o furioso. «El tono, la fuerza, la intensidad del ladrido es distinta, y las personas aprendemos a diferenciarlo», apunta Menor. Mientras que el ladrido de atención tiene un tono más agudo, y conforma cadenas de ladridos aislados con pausas para evaluar la respuesta que provoca, el que emite un perrete que se siente amenazado será más grave y gutural, entremezclado con gruñidos y pausas para escuchar.
En cambio, un ladrido de alerta es firme y agudo y puede ir acompañado de respuestas fisiológicas como el erizamiento del pelo dorsal», señala el experto. Y los ladridos de juego serán agudos y cortos, y suelen acompañarse de la conocida postura de juego o play-bow, la invitación perruna más habitual para jugar, que consiste en el que el perro se inclina y agacha las patas delanteras para levantar las traseras.
Aun así, el ladrido perruno a veces nos desconcierta; sobre todo cuando suena incesante y parece que no vaya a terminar nunca. «El ladrido como respuesta al aburrimiento, frustración o estrés puede ser muy molesto, monótono y repetitivo», admite Quintana. Ladran, aúllan y hasta gimen por ansiedad o puro estrés; por ejemplo, cuando no están acostumbrados y no soportan quedarse solos.
Otras veces tu amigo ladra porque padece alguna patología, muchas veces asociada a su avanzada edad. Cuando empieza a perder vista o sufre problemas cognitivos, como el llamado Alzhéimer canino, es normal que tu compañero incremente sus ladridos sin motivo aparente: se trata de una reacción a la alteración de su percepción del entorno. Por ello, el primer paso es realizar una revisión veterinaria, y descartar un problema médico.
NO LE CASTIGUES, HAZ ESTO:
Un perro estresado o con ansiedad por separación puede ladrar sin parar durante horas. O hacer sus necesidades en casa, incluso destrozar objetos que no son sus juguetes. Pero no le castigues, coinciden los expertos. «El castigo nunca es recomendable; aunque puede interrumpir un comportamiento que nos disgusta no le estamos enseñando lo que queremos que haga», explica el doctor en Etología.
La clave: en lugar de castigar lo que no te gusta, premia el comportamiento que sí te gusta. Y pone un ejemplo: en los albergues de animales es muy frecuente que los ladridos sean un problema y los perros lo utilicen para llamar la atención de visitantes y cuidadores. «Sin embargo, se puede modificar el comportamiento recompensando a los perros con premios cuando están calmados, enseñándoles a sentarse para llamar la atención en vez de ladrar», aconseja.
Lo mismo opina Quintana: olvídate de los castigos. Ni físicos, como collares de impulsos, citronela (un compuesto en aerosol que se vende como método antiladridos para pulverizar el hocico), ni golpear al perro. Tampoco psicológicos, en forma de castigo verbal o confinamiento: todos son crueles y desaconsejables. «Incluso pueden empeorar las cosas o provocar un problema más grave, como agresividad o un proceso de indefensión aprendida», advierte.
Igual de importante es no reforzar el comportamiento que no nos gusta. Si un perro nos trae su pelota, y nos ladra para llamar nuestra atención e invitarnos a jugar, cada vez que accedamos a ello estaremos reforzando esa conducta. Tu amigo ha conseguido su objetivo: jugar. La estrategia funciona. Y la próxima vez que quiera jugar, volverá a ladrar.
Puede que intentes aguantar un poco, y él seguirá ladrando con más insistencia hasta que, cansado de oírlo, vuelvas a coger la pelota y a lanzársela como él quería. «Sin saberlo, habrás utilizado una de las técnicas más efectivas de entrenamiento: recompensas aleatorias», anota Menor. Sin embargo, si empiezas por pedirle que se siente, y cada vez que lo haga sin ladrar recompensas ese comportamiento, probablemente la próxima vez se limite a sentarse cuando quiera que juegues un poco con él.
Tu perro ladra porque no sabe qué otra cosa hacer en esas situaciones en las que siente estrés, miedo, ansiedad o demasiada excitación, incluso felicidad. En lugar de enfadarte, conviene aprender a reconocer qué desencadena estos ladridos. Si te sientes frustrado o sientes que no funciona, no desesperes: busca ayuda profesional. Llama a un etólogo o experto en comportamiento perruno certificado. Pero no te enfades: tu amigo solo está siendo un perro. Por eso lo quieres tanto.