El nuevo libro de la colección Libros del Alba de Artes de México reivindica la situación migratoria de unos de los pueblos que ya son parte de América: los menonitas.
Ciudad de México, 3 de febrero (SinEmbargo).-Junto al esfuerzo de la FILIJ 2017 de conversar y disertar sobre la realidad de ésta y otras comunidades que se ven obligadas a dejar su lugar de origen y emigrar, Ana, la menonita migrante abre nuevas perspectivas sobre este escenario. Y, frente a las políticas migratorias y a los ideales segregacionistas alrededor del mundo, el libro nos muestra de qué modo se vive la extranjería, así como los problemas y sentimientos que, a diario, experimentan estos pueblos. Con este nuevo libro, Artes de México crea un espacio de reflexión. Sus páginas nos recordarán que la historia de los países se conforma, en la mayoría de las ocasiones, por personas que viajan en busca de mejores oportunidades y de un lugar que puedan hacer propio.
A continuación se reproducen fragmentos de esta novedad editorial que se suma a la colección Libros del Alba y que suma, también, a un tema central como es la migración.
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Canadá y Estados Unidos fueron construidos por algunas personas que buscaban libertad y oportunidades. Hoy mucha gente viaja a estos dos países de América del Norte buscando empezar de nuevo, pese a los retos que deben afrontar: aprender una lengua distinta y cambiar viejas costumbres por nuevas. El éxito no se les garantiza y tampoco una aceptación rápida. Sin embargo, mucha gente está dispuesta a sacrificarse para poder vivir donde exista respeto para todos: ciudadanos y visitantes. Muchos de esos visitantes son trabajadores temporales o inmigrantes. Vienen sin sus familias y deben regresar a casa. Un grupo especial de inmigrantes es el menonita de México que conservó su nacionalidad canadiense cuando se fue a vivir al territorio mexicano en la década de 1920. En este país esperaban labrar la tierra y alejarse del mundo moderno para profesar su religión en libertad. Pero hace algunos años, México empezó a tener muchos problemas. Y en Canadá algunos agricultores necesitaban trabajadores temporales para sus campos. Así que niños como Ana se desplazaron al norte junto con sus familias. Muchos lo siguen haciendo pero regresan a su hogar, México, y a sus ranchos, aunque éstos ya no sean lo suficientemente productivos.
La vida de un trabajador inmigrante es muy difícil. En el caso de los menonitas de México muchos no entienden bien el inglés. Ellos hablan un bajo alemán llamado plantdietsch. Las casas en mal estado que llegan a rentar pueden ser muy costosas. Si se enferman o se lastiman no reciben un tratamiento médico adecuado. Los trabajadores de temporal no tienen derecho a formar sindicatos. Son despedidos ante cualquier queja. Tristemente, muchas veces no son vistos con buenos ojos por sus patrones o por miembros de la comunidad. Los inmigrantes merecen trabajo y viviendas seguras. Deben ser reconocidos y respetados como el resto de los ciudadanos y visitantes. Todos debemos recordar cómo fueron construidos estos dos países. ¡Eso sí sería fabuloso!