Jon Lee Anderson define a López Obrador: “Puede tener sus fallas, sus defectos, puede ser un poco mesiánico, quizás, pero vive en un estado en donde tiene muchos atenuantes. La esencia mexicana es democrática. Con todo lo que le ha pasado tiene una vida cívica muy profunda y una muy amplia y profunda cultura, él está cercano a ese mundo de la cultura. Cuando había pasado un tiempo con él, en varios viajes, medité esa cuestión del populismo, tiene aspectos de populista, pero hay populismos y hay populismos”.
Guadalajara, 2 de diciembre (SinEmbargo).- El gran reportero Jon Lee Anderson (California, 1957) viene de estar en la toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador. Lo conoce, aunque no ha podido estar ayer con él, pues el Presidente de México atendía a los Jefes de Estado y “tampoco era mi intención”, aclara el reciente autor de Guerrillas (Sexto Piso), un libro en el que él practica la “nostalgia”. Ha venido a presentarlo a la Feria Internacional del Libro en Guadalajara.
Guerrillas es un libro raro y Jon Lee lo escribió en tiempo presente. Sobre todo porque luego del gran triunfo del capitalismo a los guerrilleros, se los “llama terroristas”.
“Esto de la globalización ha unificado el lenguaje”, dice, “aunque hace apenas medio siglo la figura del guerrillero era el símbolo por antonomasia de la lucha para la transformación de la sociedad por la vía armada. Más allá de su éxito específico para tomar el poder en Cuba, la revolución del Che y de Fidel sirvió de inspiración para cientos de movimientos a lo largo y ancho del mundo, la enorme mayoría de los cuales no consiguió su objetivo último”.
Jon ha viajado para conocer las realidades de los muyahidines de Afganistán, el FMLN de El Salvador, el Ejército de Liberación Nacional Karen de Birmania, el Frente Polisario del Sáhara Occidental y células palestinas que luchaban contra Israel en la Franja de Gaza. Quiere fundamentalmente “comprender qué es lo que motiva a la gente común para ir a la guerra, para tomar la decisión consciente de matar y morir por un ideal que existe, al menos al comienzo, tan sólo en sus cabezas. Me pareció que el primer paso era el crucial, pues implicaba el cruce de una línea invisible, hacia un territorio en donde la muerte, y no la vida, era la principal certidumbre”, afirma.
No es sólo nostalgia lo que puebla este libro: es también una mirada hacia el futuro, con “algunos Trump” que se repiten en el mundo y con Jair Bolsonaro que no se parece “en nada a Andrés Manuel López Obrador, un tipo empático, que siempre ha servido para la gente”, considera Jon Lee.
–Me parece que el libro Guerrillas es como una nostalgia tuya…
–De momento sí. Los guerrilleros de ayer ya son políticos en algunos casos, en otros casos se han hecho presidentes, otros tienen ONGs y las guerrillas de hoy son terroristas o criminales. El mundo ha cambiado. La globalización ha cambiado y los países ricos han regado los países pobres, donde se generó la guerrilla, con productos baratos. Los deseos materiales o los supuestos deseos materiales se han visto cumplidos en un aspecto y el capitalismo más brutal ha creado proyectos nuevos pero sin objetivos políticos. ¿Qué son sino las delincuencias juveniles de Brasil, las maras de El Salvador, las pandillas de México, de Venezuela? Son grupos armados con capacidad de sublevación, control de territorio o conquista de poder, pero no lo buscan, porque sus anhelos son otros, son materialistas. Y eso es la conquista del capitalismo en lo que fue la Guerra Fría. Es una reflexión sombría que hay que hacer. Yo no digo que lo que hayamos tenido antes fuera bonito, esas guerras donde murieron millones, de 1945 a 1991, no fueron nada bonitas. Pero nada más remarco la distinción, erradas o no; había gente que empuñó las armas para buscar un mundo mejor. Es cierto que suena como una cosa sacarinada de los marxistas, pero que era genuino; lo que tenían enfrente o encima era un mundo semifeudal, racista e injusto. Pocos conquistaron el poder de las armas, la mayoría lo hicieron mal, pero no sé si se puede vilipendiar la historia describiendo a la revolución por sus fracasos. No me parece justo. Mira al otro lado, lo que nos ha dejado la conquista, ¿acaso esto está bonito? Los 200 mil muertos en México, ¿por qué exactamente?, por el narcotráfico. Hace ciento cincuenta años no existía el narcotráfico, los países conquistados por la Guerra fría son los más asesinos del mundo, ¿qué quiere decir eso? Tú decías que somos nostálgicos, en cierto modo sí, pero miremos a Brasil, un discurso ultraderechista, brutalista, que mira a los socialistas que estuvieron en el poder como terroristas. Los quiere criminalizar. Donald Trump habla del Partido Demócrata como una turba. Mira ese lenguaje de objetivizar al otro. A lo que voy, es que no soy catastrofista pero, ¿quién hubiera pensado en que una rata, un malandro como Trump, llegaría a la Casa Blanca y degradaría a la democracia como lo está haciendo? ¿Quién hubiera pensado que después de Lula vendría alguien como Bolsonaro a Brasil? ¿Quién pensaría que Andrés Manuel López Obrador llegaría al poder en México, como un contrabalance?
–Y Andrés Manuel en el Gobierno.
–Es un momento muy interesante. Estamos en un momento en el que todo es posible y no descartaría, ojalá que no, ojalá que todo esto que vemos alrededor lo resolvamos de forma cívica, pero si entran muchos más Trump en el mundo, temo que volveremos a la lucha armada.
–La derecha dice que hay una fragilidad de la democracia, porque los votos ponen a Bolsonaro en el poder y ponen a Andrés Manuel en el poder y dice que los dos son como una especie de populismo. ¿Qué piensas tú?
–La primera parte de tu frase no hay que adjudicarlo sólo a la derecha: la democracia es frágil. Adolf Hitler mataba a un montón de gente mientras era votado; es decir, usando artimañas no legales. Trump usaba herramientas de la propaganda negra para entrar, Bolsonaro también. A ver, la primera parte de la frase está bien: la democracia es frágil. Cuidémosla porque es lo único que tenemos. Pensemos en Europa, ¿por qué siempre hablamos de Suecia? Con todas sus flaquezas, con su variopinta idiosincrasia, ¿por qué Brexit es tan importante? Después de mil años de lucha que fue de Europa hace unos cuantos años: un baño de sangre y ahora es el último recinto de la democracia bajo mucho riesgo de desaparecer. Los Estados Unidos ya está en lucha de salvar lo que tiene, con todas sus flaquezas de ese país pero con todo su poderío en los demás países, innegable. América Latina está a expensas de todos. La última parte de tu frase, que comparaba a Jair Bolsonaro con Andrés Manuel López Obrador: si bien ambos son resultados de esta circunstancia política que vivimos, Bolsonaro más que Andrés Manuel (quien ha estado en el escenario político desde hace muchos años y que tiene su lógica dentro de la idiosincrasia mexicana), Bolsonaro es más producto de esta coyuntura. Es un populista de derecha, sí, muy reaccionario, muy ultra, pero que de todos modos me hace recordar a un populista del pasado.
–¿A un populista del pasado?
–Sí. Como Roberto d’Aubuisson en El Salvador. No llegan al poder pero sí matan a mucha gente. Es el mismo discurso. Es más, Bolsonaro está reflotando el discurso de la Guerra Fría, el anticomunismo. En eso, la combinación con Trump, con Salvini, con Putin, todo es muy nefasto y peligroso. López Obrador, después de perfilarlo y de estar con él durante un tiempo, te diría: no lo sé. Es enigmático. Es un tipo empático no apático ni antipático. No es un narcisista como Trump. No parece impulsado por las nociones de venganza o de querer dañar sectores de la población o del mundo, como Trump. Parece que eso es lo que lo motiva a Trump. Lo mismo a Bolsonaro, es un tipo reaccionario, quiere perseguir y castigar, algo que no oigo salir de la boca de Andrés Manuel. Puede tener sus fallas, sus defectos, puede ser un poco mesiánico, quizás, pero vive en un estado en donde tiene muchos atenuantes. La esencia mexicana es democrática. Con todo lo que le ha pasado tiene una vida cívica muy profunda y una muy amplia y profunda cultura, él está cercano a ese mundo de la cultura. Cuando había pasado un tiempo con él, en varios viajes, medité esa cuestión del populismo, tiene aspectos de populista, pero hay populismos y hay populismos. La derecha lo quería llamar “El Trump mexicano” y yo, que siempre rechacé esa idea, incluso tuve una discusión con mis editores, quería en todo momento negar calidad a esa frase, porque eso no es cierto. Por las mismas razones que acabo de decir, no es narcisista ni antipático, es empático, puede ser que tenga una idea de sí mismo, pero muchos líderes tienen un ego fuerte, yo no dudo que lo tenga, pero es un tipo que ha vivido para los demás en muchos casos, no es el caso de Trump, que ha vivido por sí mismo toda la vida. Es un espectro y va desde lo positivo hasta lo más negativo. Beto O’Rourke, en Texas, que ha querido ganarle a este pendejo republicano de Ted Cruz –que finalmente ganó- tiene algunas cosas de populistas, populista a lo gringo, es un hombre guapo, que habla fuerte ante las multitudes, políticamente astuto, quizá algo camaleónico que hay que ser para saber qué es lo que quieren ver y escuchar la gente, que para uno, si lo miramos fríamente es un performance. Vamos a ver, recién empieza su mandato y vamos a poder juzgar a Andrés Manuel López Obrador dentro de unos años. Lo que sí es que hay populismos de muy diferente índole y el estatus quo ha posibilitado de que gente que no tiene condiciones de político y que en cierto sentido no son más que populistas, llegan al poder. Un payaso en Guatemala, por ejemplo. Un cómico respaldado por los militares es el Presidente actual de Guatemala. Aparentemente es corrupto.
–¿Cómo ves el caso de Brasil? Ayer charlaba con varios brasileños que me decían de su optimismo, que hay que esperar.
–Yo acabo de estar en Brasil. Llegué ayer. Estuve cerca de Bolsonaro, hablé con su número 2; es interesante, es como un pacto militar-evangélico y empresarial que respalda a Bolsonaro. La izquierda hizo todo mal. No supo políticamente maniobrar, mira cómo están. En Brasil hay mucho paralelismo con Trump. El nombramiento de gente que va a cumplir misiones muy extremistas, en medio ambiente, en educación, si pueden van a arrasar. Es un momento muy álgido y muy preocupante en Brasil. Yo voy a estar observándolo y viéndolo para saber lo que pasa. Trump lo quiere potenciar para él. Ya mandó Seguridad estadounidense John Bolton, para conocerlo. Van a tratar de incluir a Brasil en la política regional contra Venezuela y contra la izquierda, que puede llegar a tener un eco y más resonancia en los otros países. La pelota de nieve que hemos visto crecer puede venirse en contra de Latinoamérica. Si bien no Bolsonaro, puede la gente de extrema derecha, autoritaria, tomar el poder. Hay un tipo que se llama José Antonio Kast en Chile, empieza a hablar mucho, Piñeira tiene como tres años y medio, es un mainstream, pero este Kast tiene como padre a un hombre que fue oficial de la SS. Claro, no debemos hacer que los hijos paguen los pecados de los padres, pero en este caso hay que decirlo: Kast es un neonazi y es un hombre joven, nacido en 1966, que está viendo su futuro.
–¿Qué futuro ves para Venezuela?
–El chavismo y el madurismo han sido muy fuertes con la oposición. La situación está tan atomizada, no me sorprendería que si hay un Golpe Militar, que es lo que todos los países de la región están esperando, con Estados Unidos incentivándolo además, muchos venezolanos aplaudiendo el régimen de ultraderecha. Ese es el gran peligro. Duque, en Colombia, es un cero a la izquierda, pero tiene a Álvaro Uribe atrás.
–¿Cómo viste a Maduro aquí en México?
–Lo vi abucheado en el recinto del Congreso. López Obrador estaba en su derecho de invitarlo y recuperar la neutralidad de la política exterior de México, creo que es muy importante eso. México mantiene cierta altura en lo que respecta al diferendo con Maduro, los otros países que no están ni con Cuba ni con Venezuela, que son casi todos, ya lo han llamado dictador, Maduro no tiene interlocución. México puede operar, puede hablar, puede ocupar ese rol, los demás han entregado sus cartas a Trump.
–¿Qué pasa con Nicaragua?
–Creo que ha sido la degradación de esa Revolución. Nunca tuvo un momento de respirar con la Contra, tuvieron que seguir peleando, eran jóvenes que no aprendieron en el poder, era un abanico de personalidades que cada uno se fue por su camino y el que emergió posiblemente era el más zorro, pero no era el más bueno: Daniel Ortega. Está su mujer, Rosario, son copresidentes hoy en día. Perdió el poder y se fue y estuvo 16 años buscando retornar. Retornó haciendo pactos con los opositores. Ha cambiado la ley para poder seguir, no es nada de diablura, es un demagogo, habla de la Revolución, pero deja que el capital extranjero viole a su territorio como quiera. Yo volví al país luego de 20 años y me quedé frío con la pobreza, hay gente que gana un dólar por día, son cifras de los ’70, son cifras de África, ¿de qué valieron estos 40 años? No es que él y su mujer vivan como bizantino, todo es paupérrimo y burdo. Todos los textos oficiales son en color fucsia. ¿Me entiendes? Loca de remate…
–¿Qué esperas que la gente aprenda de tu libro?
–Yo lo escribí en tiempo presente, no sé si te diste cuenta. Quería que la gente lo leyera en cualquier tiempo y lugar. No sé si lo logré, porque tú mismo dices que hablo del pasado. No lo sé. Hay una máxima humana que yo quería hacer transparente en mi libro. Si tú discriminas con suficiente severidad y prolongación a cualquier grupo de tu propio país, eventualmente se van a sublevar. Hay gente que soporta horrores inimaginables durante generaciones, pero tarde o temprano se van a sublevar.
–Sobre todo el medio ambiente en Brasil
–Sí, hay grupos ya de resistencia en Brasil. Claro que Bolsonaro quiere armar a los hacendados para defenderse de la agresión de los «marxistas», que es como llama a los ecologistas.