Redacción/SinEmbargo
02/12/2018 - 7:15 am
Datos y estrellas / La oportunidad de AMLO / AMLO: sí se pudo
Un día después del inicio de la presidencia de Andrés Manuel López Obrador es necesario hacer un recuento del estado en el que recibe el país de manos de su antecesor, Enrique Peña Nieto: corrupción al alza, crisis de seguridad en todo el país, violencia contra periodistas y defensores de derechos humanos, inestabilidad económica; la lista es demasiado extensa, pero será un buen marco de referencia para que el próximo Gobierno defina su estrategia.
Datos y estrellas
Un día después del inicio de la presidencia de Andrés Manuel López Obrador es necesario hacer un recuento del estado en el que recibe el país de manos de su antecesor, Enrique Peña Nieto: corrupción al alza, crisis de seguridad en todo el país, violencia contra periodistas y defensores de derechos humanos, inestabilidad económica; la lista es demasiado extensa, pero será un buen marco de referencia para que el próximo Gobierno defina su estrategia. En Reforma, el periodista Juan Pardinas, escribe que: “en la antigüedad, los viejos marinos guiaban sus navíos por la posición de los astros en el cielo. En los próximos párrafos presentaré un inventario mínimo de ocho datos sobre lo que más ofende y más preocupa a los mexicanos. Esos números pueden ser como señales en el horizonte nocturno para guiar el rumbo que lleva la República bajo el timón del presidente Andrés Manuel López Obrador. Estos registros son un mapa de ruta para leer el destino de México durante el sexenio que apenas inicia su travesía. Estas estadísticas no son cifras lejanas como la bóveda celeste, sino indicadores de referencia sobre tus miedos, tus enojos y tus posibilidades de prosperar. 29 homicidios por 100 mil habitantes. Este es el indicador de violencia más relevante y el dato corresponde a octubre de 2018. El movimiento descendente o ascendente de esta cifra será un parámetro para evaluar la apuesta por consolidar la militarización de la seguridad pública. 47 periodistas asesinados en el sexenio de Peña Nieto. Hoy México es más peligroso para ejercer el periodismo que Afganistán. Sin libertad de expresión no puede haber democracia […] Faltan cifras y espacio editorial para enunciarlas. No son datos neoliberales o neoecheverristas, son sólo un primer inventario de estrellas para seguir la ruta de navegación del nuevo sexenio».
La oportunidad de AMLO
En El Universal, su Editorial, asegura que: “el gobierno de la Cuarta Transformación inició con mensajes y promesas de todo tipo para los sectores más variados. El presidente Andrés Manuel López Obrador no podía dejar pasar esta oportunidad en la que los reflectores nacionales e internacionales estaban sobre él. El mensaje a los mercados fue que no gastará más de los recursos disponibles y la adopción del compromiso de no elevar la actual deuda pública. A quienes quieren ver en él a un dictador en potencia, anticipó que no se reelegirá ‘bajo ninguna circunstancia’. Para aquellos que cuestionan su poca tolerancia a la crítica, mencionó que habrá un respeto a las libertades —en especial a la de expresión—, así como una apuesta a la reconciliación. Sumó varios temas: cancelación de la reforma educativa, austeridad republicana, disminución de la desigualdad, castigo a los abusos de autoridad… Su plan: lograr la transformación en medio de un escenario pacífico y ordenado. Sin embargo, en primer lugar, y por mucho el compromiso más importante del discurso pronunciado ayer ante el Congreso de la Unión, apareció el objetivo de acabar con la corrupción y la impunidad, “que impiden en el renacimiento de México”. La promesa de atacar la corrupción, sin embargo, no será fácil de cumplir. Se requerirá algo más que buenas intenciones y que el mandatario predique con el ejemplo de honestidad. En el sexenio que concluyó quedaron a medias mecanismos para atacar las causas de la corrupción que conviene retomar para desterrar prácticas como la detectada por la Auditoría Superior de la Federación, que denunció la triangulación de recursos y la asignación de contratos a terceros, sin que se existiera constancia de los servicios realizados. El presidente dibujó una realidad muy diferente a la de los discursos oficiales de los últimos gobiernos. Una situación cruda de pobreza, corrupción e impunidad. Sus palabras refrendaron lo que ha sido su bandera política desde hace años. Hubo pocas diferencias en el discurso que ha mantenido en los últimos años y que ha plasmado incluso en los libros publicados. Ahora está frente a la oportunidad de concretar su proyecto de país: incluyente, sin desigualdades, sin corrupción y sin impunidad. Luego de décadas en los que el país ha luchado sin éxito contra esos problemas, es necesario que el mandatario cuente con el apoyo de todos los sectores en su propósito. Son 120 millones de mexicanos que esperan que lo de ayer no quede en una feria de promesas”.
AMLO: sí se pudo
En Milenio, el periodista Álvaro Cueva, escribe que: “yo no sé qué es más impresionante, si el manejo de la comunicación de Andrés Manuel López Obrador o la desesperación del pueblo de México. Ayer, en San Lázaro, el señor dio cátedra de lo que es y debe ser la comunicación política en la actualidad: un espectáculo, una telenovela, un partido de futbol, una pelea de lucha libre, un reality show. Ante nosotros no estaba el nuevo presidente de la República, estaba el protagonista de un melodrama perfectamente bien construido donde, después de años de mucho sufrimiento, llegó la boda, el premio, la felicidad. Y estaba un país arrebatado, celebrando el éxito del campeón como si fuera propio o maldiciéndolo porque ese triunfo vino de otro equipo, de otra clase, porque representa una amenaza, una molestia, un dolor. No, yo no estoy de acuerdo con las personas que dicen que lo que sucedió este 1 de diciembre fue como una repetición de la transición que tuvimos en 2000 con Vicente Fox. Éste es otro momento, otra sociedad, un México donde la gente opina de todo y para todo, donde hemos perdido la paciencia, la tolerancia y el respeto. Andrés Manuel López Obrador está tan consciente de esto y de las más importantes tendencias de la comunicación de hoy, que no nos vendió un cambio, nos vendió una transformación. Y no nos vendió cualquier transformación, nos vendió la cuarta transformación, un concepto mil veces más poderoso que el de las reformas estructurales, una idea que nos invita a regresar al origen y que nos remite a los mejores momentos de nuestra historia […] A lo mejor usted es un frío intelectual que no entiende nada de esto, pero el show que vimos ayer por la mañana fue mejor que el desenlace de la más emocionante de las telenovelas. Qué peor castigo puede haber para un villano emanado de la televisión que una humillación pública de ese tamaño! Y peor tantito, al final, Peña Nieto, en lugar de mostrar algo parecido a la dignidad, fue y le deseó suerte al nuevo presidente, con lo cual terminó de darle la razón. Ni Fernando Gaitán, el autor de la telenovela de la Gaviota, hubiera sido capaz de escribir un sainete tan efectivo. Andrés Manuel López Obrador y el pueblo de México tardaron pero se encontraron, son el uno para el otro y esto incluye, por supuesto, opositores, contradicciones y cosas peores. o hay melodrama sin estos elementos y le guste a quien le guste o le moleste a quien le moleste, éstas son las nuevas reglas del poder, las reglas del espectáculo, las reglas que AMLO domina como nadie. Si no me cree, pregúntele a Donald Trump. ¿Se puede triunfar ahora de otra manera?”.
Ave María, dame puntería
En el Excélsior, la columnista Vianey Esquinca, escribe que: “finalmente, llegó el día que todos estaban esperando, aunque por distintas causas. Unos para sentir los vientos de cambio y ver cristalizadas las promesas de campaña y, otros para que por fin Andrés Manuel López Obrador sintiera la responsabilidad de ser Presidente y entonces se serenara y moderara a los suyos. Arrancó la nueva administración entre fifís y chairos, entre los que hablan de la Cuarta Transformación y la transformación de cuarta, entre los que buscan el más mínimo pretexto para criticar al nuevo gobierno y los que hacen maromas para defender lo indefendible. Llegó en una semana en donde estaba calientito el caso de Paco Ignacio Taibo II y la polémica por la nueva imagen oficial del gobierno que rinde tributos a los héroes nacionales, pero no le abre espacio a una sola heroína (que dizque porque los símbolos no tienen género, y que nadie dijo nada cuando se le llamó bandera nacional y no bandero). Más allá de fobias y filias, seguramente, la transmisión de poderes de Enrique Peña Nieto a López Obrador fue la de mayor rating en la historia del país. Había gran expectativa por lo que iba a decir en el Palacio Legislativo, ¿mandaría mensajes de tranquilidad a los mercados? o ¿se soltaría el pelo de una vez por todas? A diferentes sectores los tenía con el Jesús en la boca y rezándole a todos los santos. Los empresarios sólo pedían: San Ramón, que no ahuyente la inversión; San Renato, que respete los contratos; Santa María de la Providencia, que se le acaben las ocurrencias […] Ahora, todas las miradas están en el presupuesto económico que el Ejecutivo presentará al Congreso en los próximos días. Ahí se va a conocer si el secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, y su equipo serán mejores magos que David Copperfield, el Mago Frank o el maguito Rody y lograrán sacarse de la chistera los millones que necesitan para cumplir todo lo que prometió el Presidente, sin nuevos impuestos, con la franja libre más grande del mundo y sin endeudarse. A ellos se les escucha rezar con desesperación: Ave María, dame puntería.
Discurso de campaña
En el diario Reforma, su columna de trascendidos Templo Mayor, asegura que: «como que a alguien se le olvidó avisarle a Andrés Manuel López Obrador que ya es Presidente, pues sus dos discursos de ayer parecieron más los de un candidato, que los de alguien que ya tiene el poder. Y es que en lugar de, por fin, delinear los «cómos» de su ambicioso plan de gobierno, se dedicó a repetir -oootra vez- sus promesas de campaña y hasta leyó un documento de 100 puntos. Incluso hay quienes opinaron que, más que un discurso político, aquello fue como un sermón, pues, al estar sustentado únicamente en su palabra y buenas intenciones, se convertía en un acto de fe. Desde acabar con la corrupción, hasta erradicar la pobreza, pasando por devolver la bonanza petrolera a México y convertir al país en autosuficiente, cada enunciado se basó en la buena fe, pero no en indicadores, en hechos o datos duros. Y si algo quedó claro es que México debe abrocharse el cinturón para dar el salto… ¡a 1960! Porque no escatimó elogios para el manejo económico en esos años, y dejó claro que ése es su modelo a seguir… sí, un sistema de hace seis décadas. Pero tal vez lo más importante de los discursos no fue lo que dijo, sino lo que no dijo. Por ejemplo, ni una sola mención al narco, al crimen organizado y a su imperio del terror. Fue más enfático en culpar a los empresarios de la «corrupción inmunda» que en achacar a los delincuentes su responsabilidad en la violencia. También fue notoria la ausencia de temas actuales a los que pareciera prestar poca atención. Nada dijo de infraestructura digital, de comercio electrónico, del internet de las cosas y, menos, del espacio radioeléctrico. Eso sí, volvió a presumir su nueva refinería y prohibió de un plumazo el fracking y los transgénicos. Así, sin debate ni argumentos científicos. Nadie le puede escatimar a López Obrador el enorme apoyo con el que inicia su gobierno. El asunto es si será capaz de construir un México del futuro o si, como parece, regresará el calendario 60 años».
Maduro: llegas tarde, comes y te vas
En El Universal, su columna de trascendidos Bajo Reserva, asegura que: «irónicamente, algo podrían tener en común las administraciones de Vicente Fox y la naciente del presidente Andrés Manuel López Obrador. Fox pasó a la historia como el mandatario que, con el fin de no incomodar al presidente de Estados Unidos de aquella época, George W. Bush, le pidió al entonces mandatario de Cuba, Fidel Castro, venir al país a una cumbre en Monterrey, comer y luego irse del país. Ayer sucedió una “coincidencia” afortunada: el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, cuya presencia en la toma de posesión de López Obrador amenazaba con generar un escándalo en el Congreso, no pudo llegar a San Lázaro y solo estuvo durante la comida. Ante este hecho dos preguntas: ¿en política existen las coincidencias afortunadas?, ¿alguien le dijo a Maduro, “llegas tarde, comes y te vas”?
Invitados discretos
En Milenio, su columna de trascendidos Trascendió, asegura que: «dos de los personajes extranjeros más esperados por diferentes motivos a la toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador más bien cumplieron de una forma discreta con su participación como invitados especiales. Ivanka Trump, hija del jefe de la Casa Blanca, acudió con la comitiva encabezada por el vicepresidente Mike Pence a la ceremonia en San Lázaro, subió unas fotos a su cuenta de Twitter y se fue sin más, mientras que el mandatario de Venezuela, Nicolás Maduro, blanco de severas críticas de varios sectores mexicanos, llegó directo a la comida en Palacio Nacional y de vuelta a casa”.
Simbolismos
En el Excélsior, su columna de trascendidos, Frentes Políticos, asegura que: «la toma de posesión del Presidente fue una jornada intensa y de emociones encontradas. Desde regresar al Congreso, después de 13 años del desafuero, y el viajar sin seguridad del Estado Mayor Presidencial, hasta dar su discurso en el Zócalo, desde el templete y no desde el balcón de Palacio Nacional. Todo tiene un significado histórico. Andrés Manuel López Obrador traza ya los ejes de su gobierno. Corrupción e impunidad fueron las palabras más repetidas, pero también quedará lo dicho, previo a recibir la banda presidencial, denostando lo hecho por la política neoliberal, y con Enrique Peña Nieto, el expresidente, escuchando con atención. De manera inédita, López Obrador recibió el bastón de mando de los 68 pueblos indígenas y el pueblo afromexicano. Habemus Presidente».
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