Las elecciones recientes en España no son ejemplares sólo para España sino también para México, que tendrá elecciones en menos de una semana para gobernadores, diputaciones federales y alcaldías en nueves estados de la república.
Aunque el saldo que dejaron en España las elecciones favorecen al Partido Popular (PP), actualmente en el poder con Mariano Rajoy, los analistas coinciden en que esta fuerza política sufrió un grave golpe comparado con las elecciones pasadas, perdiendo casi 2.5 millones de votos.
La crisis del PP, en este sentido, se dejó sentir, mientras que se espera que el PSOE se afiance de conseguir una alianza con el nuevo (y arrojado) Podemos, que se ha hecho imprescindible ahora para la gobernalidad de las instituciones españolas.
Las elecciones en España de ahora son consideradas, además y sobre todo, un buen termómetro de lo que serán las elecciones de noviembre, donde se renovará la jefatura del gobierno español y donde Mariano Rajoy busca reelegirse.
De acuerdo a los saldos actuales, la duda de la permanencia del PP queda en vilo, sobre todo porque estas elecciones han demostrado el hartazgo de una sociedad cansada de la corrupta partidocracia de siempre.
Los mexicanos haríamos muy mal no adaptando el caso español a nuestra circunstancia, pues éste tiene más puntos de contacto con nuestra realidad de lo que parece, y no tanto por las nuevas fuerzas políticas que han surgido para estas elecciones (Morena, Partido Humanista y Encuentro Social), sino también por el mismo hartazgo de los mexicanos hacia la impune corrupción de sus partidos vertebrales: PRI, PAN y PRD.
Aunque la ilusión está en los candidatos independientes (el más sonado ahora es El Bronco, que pretende gobernar Nuevo León), se sabe que (como Podemos o Ciudadanos en España) sus victorias serán a cuentagotas.
Sin embargo, lo que sí no se debe perder de vista es cómo quedarán las fuerzas políticas de mayor arraigo en los relevos gubernamentales, porque eso marcará una impronta en las elecciones de 2018. Si el PRI pierde la mayoría de las gubernaturas estatales, municipales o la cámara baja, será un claro signo del descalabro sexenal causado, principalmente, por el presidente Peña Nieto. Si sale victorioso, será un claro signo de que la desobediencia civil de, por lo menos los últimos dos años, misma que tuvo su punto más alto con el caso Ayotzinapa, no ha servido para nada.
Como en España, con estas próximas elecciones podremos ver si entre las rendijas de nuestra ventana se cuela un rayo de sol o se nubla, por lo menos otras siete décadas, el cielo que vemos a través de ella.
@rogelioguedea