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Valle de los mamados: un gimnasio en el corazón de Tepito para enfrentar la dura realidad en México

02/05/2021 - 1:02 pm

Bajo el mando de Rodolfo, un hombre de 55 años que lleva más de 14 años acudiendo a ejercitar su cuerpo a las barras ubicadas en el Parque Calles, en el «barrio bravo» de Tepito hombres y mujeres de todas las edades acuden cada mañana, muchos antes de su trabajo, para mantenerse en forma y reunirse con sus amigos.

Por Inés Amarelo

Ciudad de México, 2 may (EFE).- Música, sudor, gritos de ánimo, rock en español y muchas barras para hacer diversos tipos de ejercicio son el escenario que muchos jóvenes y adultos escogen en el Valle de los mamados (musculosos), un gimnasio al aire libre en el corazón de Tepito, uno de los barrios más conflictivos de México, para lograr estabilidad física y mental.

«La barra es un lugar muy saludable. Te despejas, si traes depresión o ansiedad aquí te desquitas», relata a Efe Ómar, un joven deportista.

«Aquí no hay lugar para los problemas emocionales, aquí te alivianas porque te alivianas, te pones ‘mamado’ (musculoso, fuerte) y te pones bien chido (agradable). Aquí no hay espacio para las drogas», agrega.

Bajo el mando de Rodolfo, un hombre de 55 años que lleva más de 14 años acudiendo a ejercitar su cuerpo a las barras ubicadas en el Parque Calles, en el «barrio bravo» de Tepito -que aunque ocupa oficialmente unas pocas calles su extensión para los habitantes va más lejos-, hombres y mujeres de todas las edades acuden cada mañana, muchos antes de su trabajo, para mantenerse en forma y reunirse con sus amigos.

Mario Guzmán Temática: Deporte Interés humano MÉXICO TEPITO El Valle de los mamados, deporte para enfrentar una dura realidad en México El Comandante durante un entrenamiento en un gimnasio al aire libre el 30 de abril de 2021, en el barrio de Tepito en la Ciudad de México. Foto: EFE

«Vienen aquí a desestresarse. A quien viene le damos un adiestramiento de educación física y, si lo toman, adelante, no es como un grupo de Alcohólicos Anónimos ni nada de eso. Vienes a desarrollarte mental y físicamente y las puertas están abiertas para todo el mundo», dice el hombre, conocido como Valdés.

Junto a él, uno de los más veteranos, Mario Alberto, de 62 años cuenta que es policía y que, después de más de 50 años de acudir al parque a hacer deporte, sigue sintiendo que le ayuda a estar mejor consigo mismo y con quienes le rodean.

«Llego a casa, me quito mi uniforme, vengo y me desestreso. Hasta mi familia me dice ‘vete un ratito a la barra’ (…) Esto es la mitad de nuestra vida: la familia y esto. Aquí no hay egos, quien lo hace bien, lo apoyamos, y a quien lo hace mal le decimos cómo mejorarlo», relata el policía, quien en ocasiones acude al parque con su nieta de tan solo tres años

 

UN BARRIO EFERVESCENTE

En Tepito, el crimen organizado es un problema, pero desde hace décadas los vecinos luchan por mantener en alto la cultura y el ambiente de la zona, ya que en sus pocas calles se observa siempre una efervescente vida comunitaria que encuentra en este parque, cuyas barras, dicen, son las más antiguas de la ciudad, una de sus mayores insignias.

Rodolfo y Mario Alberto aseguran que desde las 5 de la mañana empieza la actividad en el parque que algunos de ellos mismos se ocupan de mantener limpio y libre de violencia y consumo de alcohol o drogas.

Pero entre una gran mayoría de hombres, de todas las edades, varias mujeres jóvenes se ejercitan mientras sus compañeros les explican algunos ejercicios con los que ellas no están familiarizadas.

El Güero durante un entrenamiento en un gimnasio al aire libre. Foto: EFE

Es el caso de Suri y Valeria, que llevan apenas algunas semanas acudiendo a las barras pero ya sienten los beneficios del deporte y la calidez del grupo que, aseguran, es como una familia.

«Como mujeres en algún momento te sientes extraña al ver tantos hombres alrededor, por todo lo que está sucediendo, nos da desconfianza», comparte Suri, quien es consciente de la violencia sistematizada contra las mujeres que existe en México, donde cada día son asesinadas más de 10 mujeres al día.

Aunque dice que «en ningún momento ninguno de ellos nos ha faltado al respeto ni nos ha dicho una vulgaridad. Son respetuosos, nos ofrecen su ayuda y se les agradece».

Suri aprende y perfecciona los ejercicios junto a Valeria, quien asegura que el tiempo que lleva viniendo le ha servido mucho. «A veces si llego a casa cansada, pero con un buen baño se me quita. Esto es mi zona de disfrute porque aquí todos nos ayudamos. Yo llegué sin saber nada y ahora me siento muy bien», cuenta Valeria contenta.

UNIDAD PARA OLVIDAR LOS PROBLEMAS

Al mostrar sus cualidades para la cámara, todos se aplauden y se motivan a hacer movimientos y ejercicios más complejos. En las barras verticales más complicadas varios suben hasta lo más alto sin miramientos y bajan con cara de satisfacción.

Uno de ellos, con gorra y todo su cuerpo tatuado, es Édgar Andrés, de 39 años, quien lleva 20 años haciendo ejercicio y, a pesar de ser vecino de la zona, llegó hace apenas un año a estas barras, donde se encontró con un ambiente muy especial.

«Me gusta hacer ejercicio por la disciplina, pero no solamente se hace ejercicio, a parte hay una relación de amistad, nos ayudamos, nos educamos. Nos gusta que la gente venga y haya convivencia, no solo a las barras, a jugar al basket (baloncesto) a tomar un helado…», detalla.

Para él, mucha gente encontró un refugio en el parque Calles durante la pandemia, tanto por ser un lugar al aire libre donde el riesgo de contagio de coronavirus es más bajo como por el hecho de poder olvidar los problemas ligados a esta enfermedad.

«Quiero invitar a todos los chavos (jóvenes) a que vengan a hacer ejercicio. Ayuda a despejarnos de tantas situaciones que estamos viviendo en este momento. Es una parte de la disciplina, de la vida», termina un Edgar Andrés motivado.

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