Los animales que están en contacto con el hombre tienen características morfológicas diferentes a sus homólogos no domesticados.
Por Cristina Fernández Esteban
Ciudad de México, 2 febrero (TICbeat/SinEmbargo).- Charles Darwin, el conocido naturalista famoso por su teoría de la evolución, en su constante estudio de la naturleza y las especies, se dio cuenta de que más allá del carácter pacífico, algo diferenciaba a los animales domésticos de sus homólogos salvajes.
Además de ser menos agresivos aquellas especies que habían comenzado a vivir con el hombre tenían rasgos más suaves como orejas caídas, mandíbulas más pequeñas y caras que podría calificarse de más “infantiles”.
Este fenómeno se conoció como “síndrome de domesticación” el cual plantea como las especies tras un proceso continuado de aproximación al ser humano comienzan a adquirir características morfológicas, fisiológicas y de comportamiento determinadas.
Pero a pesar de que Darwin llamara la atención sobre este hecho, debieron pasar muchos años desde su descubrimiento hasta que se pudo afirmar cuál era el mecanismo fisiológico que producía aquellas modificaciones anatómicas como la caída de orejas en animales.
Es evidente que la influencia del hombre tiene que ver en la evolución de las especies que conviven con él. Al seleccionar determinados especímenes con una serie de rasgos frente a otros para la reproducción, lo que se lleva a cabo es que ciertos rasgos contenidos en los animales escogidos se perpetúen frente a otros que no.
En su origen, es de esperar que el hombre escogiera animales más dóciles para reproducirles ya que estos facilitaban la convivencia con ellos y resultaban menos peligrosos. Pero de qué manera esto ha permitido fenómenos como que los perros tengan las orejas caídas.
El proceso de selección está relacionado por un lado con un grupo de células embrionarias que reciben el nombre de cresta neural así como con el desarrollo de las glándulas suprarrenales que regulan por ejemplo la respuesta hormonal al estrés.
Cuando el ser humano seleccionaba para la reproducción ejemplares más pacíficos lo que hacía era escoger individuos que segregan menos adrenalina, es decir aquellos con una cresta neural menos desarrollada.
Así, siguiendo con la investigación desarrollada por investigadores Adam Wilkins, de la Universidad Humboldt en Berlín, Richard Wrangham, de la Universidad de Harvard, y Tecumseh Fitch, de la Universidad de Viena, se ha visto cómo esta estructura celular influye también en el desarrollo de otras partes del cuerpo.
De esta manera durante el proceso embrionario, se distribuye por otras regiones del cuerpo, formando parte de procesos como el color de la piel, la forma del cráneo, de la mandíbula o las orejas.
De esta manera, podríamos explicar fácilmente por qué por ejemplo los perros tienen orejas caídas de manera más frecuente que sus parientes salvajes.
Y es que algunos de los efectos que conlleva una cresta neural deficiente puede causar malformaciones en el cartílago de la oreja y cambios en la mandíbula, lo que podría ser la respuesta a la forma morfológica de muchas razas de perros o a que algunos de estos hayan evolucionado hacia orejas caídas.