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Diego Petersen Farah

02/02/2018 - 12:04 am

Litros de a litro y sus consecuencias

Con los nuevos sistemas de control que tiene Pemex en las gasolineras es imposible que una gasolinera venda litros incompletos o gasolina robada sin que la paraestatal se entere de inmediato.

Con Los Nuevos Sistemas De Control Que Tiene Pemex En Las Gasolineras Es Imposible Que Una Gasolinera Venda Litros Incompletos O Gasolina Robada Sin Que La Paraestatal Se Entere De Inmediato Foto Móises Pablo Cuartoscuro

¿Por qué vemos como normal que una gasolinera anuncie como su gran oferta competitiva “aquí se venden litros de a litro”? Un anuncio así debería ofendernos, pues significa que otros no venden litros completos o esos mismos hoy presumidos durante años nos estuvieron robando. Pero sobre todo debería ser una llamada de atención para que de inmediato las autoridades de Profeco y de Cofece actuaran, pero nadie parece inmutarse. ¿Estamos ante un mito urbano o ante la normalización más cínica y descarada de la corrupción?

Con los nuevos sistemas de control que tiene Pemex en las gasolineras es imposible que una gasolinera venda litros incompletos o gasolina robada sin que la paraestatal se entere de inmediato. Esto es, para que una gasolinera haga transa se requiere de la complicidad y la colusión entre el empresario y Pemex, lo cual no es difícil de imaginar. Si es un mito el problema no es menos grave pues el mito es creíble porque detrás de él hay una historia.

Los litros de a litro son un claro ejemplo de cómo hemos normalizado la corrupción en el país y del grave daño que ésta ha hecho a las instituciones. En las últimas semanas hemos visto cómo los automovilistas prefieren hacer colas en gasolineras que tiene una marca distinta, aunque vendan el mismo producto al mismo precio. Somos capaces de creer cualquier cosa porque la paraestatal nos ha demostrado que ellos son capaces de la más refinada de todo, desde heredar una plaza hasta convertir a su líder sindical en magnate, pasando por la contrataos amañados tipo Oceanografía.

La desconfianza y la falta de credibilidad en las instituciones son los daños colaterales de la corrupción. No se tarta solo de un problema de imagen, ojalá fue tan sencillo como eso, la desconfianza tiene costos directos e impactos en la economía que terminamos pagando todos.  Si nuestras elecciones son de las más caras del mundo, 18 dólares por voto en promedio según cálculos del año pasado, es porque tenemos un aparato gigante de vigilancia creado por los partidos para vigilar a los partidos que no confían ni en sí mismos.

Cuando hablamos de castigar la corrupción normalmente pensamos en el regreso del dinero desviado, cosa que, por lo demás nunca sucede, pero nunca contabilizamos el costo que genera la desconfianza. Lo que se robaron los Duarte en Veracruz y Chihuahua, o Borge en Quintana Roo, por poner los casos más sonados, es mínimo con lo que estos estados gastarán ahora en esquemas de vigilancia que se traducen invariablemente en burocracias y costos indirectos para las empresas y ciudadanos.

No, no es normal que exista un anuncio que diga “Aquí se venden litros de a litro”, detrás de ese slogan publicitario, hay un pozo profundo de corrupción e impunidad.

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