Muchas historias para tratar de conocer primero y comprender después la vida y la obra de este artista polaco, desde sus primeros años en Chicago, a sus días en Polonia y Los Ángeles, donde otros artistas redescubren su obra escultórica.
Ciudad de México, 2 de enero (SinEmbargo).- Esta es la historia del escultor polaco Stanislav Szukalski (1893-1987) y es también la descripción de sus amigos, que a lo largo de la historia ven quebrado el afecto que por él sentían. Es también la vida de un curador, quien es el heredero del escultor y por qué no la semblanza de George Di Caprio (1943), padre de Leonardo, quien produjo el documental.
Muchas historias para tratar de conocer primero y comprender después la vida y la obra de este artista polaco, desde sus primeros años en Chicago, a sus días en Polonia y Los Ángeles, donde otros artistas redescubren su obra escultórica.
El documental se llama Struggle: La vida y el arte de Szukalski, está dirigido por Irek Dobrowolski y contado por el curador Glenn Bray, quien descubrió ya anciano a este hombre peculiar, que había pergeñado lo que denominó la filosofía zermatista (o cómo los hombres vienen de la Isla de Pascuas) o sus complejas teorías de que malévolos Yetis se entremezclaban con la humanidad.
Bray fue y sigue siendo el principal promotor de este escultor, además un hombre que aprendió a quererlo más allá de grandes baches que demuestra su vida larga, entre Polonia y los Estados Unidos.
Bray y Lena Zwalve, su mujer, con los artistas Rick Griffin, Robert y Suzanne Williams, esparcieron sus cenizas en las canteras de la Isla de Pascua, la zona cero de la cosmología zermatista, que Szukalski no pudo conocer.
Sin embargo, otros artistas, como George DiCaprio, se alejaron de él por su antisemitismo en la Segunda Guerra Mundial.
LA SEGUNDA GUERRA MUNDIA, POLONIA Y LOS JUDÍOS
Stanisław Szukalski se consideraba el mejor artista vivo. Quería crear un nuevo arte para una Polonia renacida. Después de la Segunda Guerra Mundial, vivió en los Estados Unidos, donde continuó creando durante muchos años. En Polonia, en cambio, muchísimos grupos nacionalistas tomaron las esculturas y los símbolos del artista y los reivindican como una Polonia íntegra, sin inmigrantes, rumbo a una ideología extrema que cree hoy Bray “en la que él no hubiera creído”.
Es cierto, este hombre que conoció Leonardo DiCaprio cuando era un niño y escribió para él una dedicatoria: “Por favor, no crezcas demasiado rápido», abrazó en su juventud el antisemitismo, pero luego se arrepintió y lo hizo público.
Leo, que es un gran coleccionista de sus esculturas y contribuyó con fondos para una retrospectiva de su trabajo en el Laguna Art Museum, ahora aparece como productor de este documental y descubre a Stanisław Szukalski para todos.
Más allá de sus teorías enloquecidas, más allá de que su obra fue destruida en Polonia, lo cierto es que como dicen muchos expertos, Stanisław Szukalski fue el Miguel Ángel del siglo XX.
Las esculturas y dibujos eran dramáticos, monumentales, surrealistas y el título de la película proviene de una de sus obras más conocidas, “La lucha”, una mano tensa y musculosa con cabezas de águila que salen de la punta de los dedos.
No creía en las academias de arte. Aprendió anatomía del cuerpo de su padre, muerto a edad temprana en un accidente de automóvil y a quien él amaba y conoció al guionista Ben Hecht (1894-1964), quien en su época lo promocionaba.
La lucha no es sólo la escultura de Stanisław Szukalski, sino que establece también el paradigma para relatar y describir la relación del escultor con Leonardo, George DiCaprio, Glenn Bray y otros, una relación personal que se ha vuelto compleja y difícil de definir.
Szukalski fue una figura vital en la escena artística de Chicago, un excéntrico con particulares visiones del mundo y fundador del movimiento artístico “La tribu del corazón con cuernos”. Buena parte de su trabajo se perdió durante la Segunda Guerra Mundial en Polonia.
Bray colaboró y publicó varios libros con Szukalski y hoy lleva muchas de sus obras a la escultura, fruto de un gesto artístico singular que al final vale más que todas sus teorías y sus deslices ideológicos.