El edicto de excomunión del Padre de la Patria tenía una serie de insultos en contra del religioso que lo pintaban como un hereje que merecía ser condenado y maldecido por sus faltas a la Iglesia.
Ciudad de México, 30 de septiembre (SinEmbargo).- “Ningún dirigente en la historia de México ha recibido más insultos que el cura Hidalgo”, fueron las palabras del Presidente Andrés Manuel López Obrador el 16 de septiembre durante el desfile militar por el 211 Aniversario de la Independencia de México.
El 24 de septiembre de 1810, Manuel Abad y Queipo, Obispo electo de Michoacán, promulgó un edicto de excomunión para el cura Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Juan Aldama y Marriano Abasolo por sacrilegio y por haberse dado a las armas mediante una larga y apasionada arenga que clavó en las puertas de la catedral de esa ciudad
La excomunión tenía la intención de provocar miedo en la población haciéndolos creer que seguir a Hidalgo era seguir a un hereje que estaba excomulgado por la la Iglesia.
En este edicto, las menciones que el Obispo hace de Miguel Hidalgo lo acusan de haber violado la confianza de la Iglesia Católica, de cometer sacrilegios que insultan a la religión, violar el juramento de “fidelidad al Soberano”, de confundir la religión con el crimen. La Iglesia lo acusaba de considerar la sexualidad como algo natural y lo calificaba como un hombre sedicioso, cismático y hereje.
“Sea condenado Miguel Hidalgo y Costilla, en dondequiera que esté, en la casa o en el campo, en el camino o en las veredas, en los bosques o en el agua, y aún en la iglesia. Que sea maldito en la vida o en la muerte, en el comer o en el beber; en el ayuno o en la sed, en el dormir, en la vigilia y andando, estando de pie o sentado; estando acostado o andando, mingiendo o cantando, y en toda sangría. Que sea maldito en su pelo, que sea maldito en su cerebro, que sea maldito en la corona de su cabeza y en sus sienes; en su frente y en sus oídos, en sus cejas y en sus mejillas, en sus quijadas y en sus narices, en sus dientes anteriores y en sus molares, en sus labios y en su garganta, en sus hombros y en sus muñecas, en sus brazos, en sus manos y en sus dedos·, dice en uno de sus párrafos.
“En este concepto, y usando de la autoridad que ejerzo como obispo electo y gobernador de esta mitra, declaro que el referido don Miguel Hidalgo, cura de Dolores, y sus secuaces los tres citados capitanes, son perturbadores del orden público, seductores del pueblo, sacrílegos, perjuros, y que han incurrido en la excomunión mayor del Canon: Siquis suadente Diabolo, por haber atentado a la persona y libertad del sacristán de Dolores, del cura de Chamacuero y de varios religiosos del convento del Carmen de Celaya, aprisionándolos y manteniéndolos arrestados”, señalaba el documento que se puede consultar en línea.
“Asimismo exhorto y requiero a la porción del pueblo que trae seducido, con título de soldados y compañeros de armas, que se restituyan a sus hogares y lo desamparen dentro del tercero día siguiente inmediato al que tuvieren noticia de este edicto, bajo la misma pena de excomunión mayor, en que desde ahora para entonces los declaro incursos, y a todos los que voluntariamente se alistaren en sus banderas, o que de cualquier modo le dieren favor y auxilio.
Item: declaro que el dicho cura Hidalgo y sus secuaces son unos seductores del pueblo y calumniadores de los europeos”, añade.
En octubre de 2007, diputados de diferentes grupos parlamentarios presentaron una exhortación a la Secretaría de Relaciones Exteriores y a la de Gobernación respectivamente, para gestionar ante el Estado Vaticano, el levantamiento de los edictos de excomunión de dos de los próceres de la independencia de México: Miguel Hidalgo y Costilla, y José María Morelos y Pavón.
Sin embargo, el 17 de octubre de ese año, en conferencia de prensa, el entonces responsable del archivo histórico de la Arquidiócesis de México, Gustavo Watson, aseguró que existían documentos y evidencias históricas que demuestran que Hidalgo y Morelos no murieron excomulgados porque fueron confesados antes de ser fusilados y después de muertos, sus restos fueron objeto de homenajes por parte de las instituciones católicas.
Watson, quien precisó que, según el derecho canónico, «toda excomunión cesa si uno se confiesa cuando hay un peligro de muerte inminente».