En esta ocasión en el evento se ha implantado un sistema que permite reservar asientos en las proyecciones oficiales y hasta en las ruedas de prensa, dejando un lugar libre entre cada asistente.
Por Gonzalo Sánchez
Venecia (Italia), 1 sep (EFE).- Los desinfectantes han relevado a los perfumes y el glamur que otros años invadían la Mostra del cine de Venecia, donde todo está ya preparado para acoger desde mañana su edición más atípica con un estricto protocolo contra el coronavirus.
Tras meses de incertidumbre sobre si se celebraría el certamen, todo está prácticamente listo en el Lido, la isla en forma de estrecha franja de tierra frente a la ciudad de los canales donde tiene lugar cada año desde su fundación en 1932.
No obstante a nadie se le escapa que esta será una Mostra muy peculiar a lo que acostumbra. Habrá muchas menos estrellas que en las pasadas ediciones y todo estará envuelto en estrictas medidas de seguridad para evitar eventuales contagios.
DEFENDER EL CINE Y DEJAR ATRÁS LA PESADILLA
En cualquier caso la intención de esta septuagésimo séptima edición es defender el sector del cine, muy perjudicado por la pandemia, con salas de cine cerradas en todo el mundo, y dejar atrás unos meses surreales.
El virus azotó especialmente esta zona del norte italiano y llegó incluso a vaciar las calles de Venecia, siempre presa de un turismo que hasta la fecha se creía insaciable.
Precisamente por esa razón, para recordar esos días grises de confinamiento, se ha elegido para la preapertura de este martes el documental Molecole, en el que el realizador Andrea Segre recorre calles y canales entre febrero y abril para mostrar la desolación.
UNA MOSTRA MÁS TRANQUILA
En esta víspera del festival la sensación en sus principales puntos de interés, como el Palacio del Cine o el Casino, es de una calma atípica, con bastante menos trasiego de personas.
A las puertas del Palacio, el lugar de los grandes estrenos, un grupo de operarios pone en orden algunas macetas y terminan de engalanar sus inmediaciones, donde se extiende ya la alfombra roja, mientras que otros delimitan todo con verjas.
Las terrazas de los bares están más vacías, algunos negocios que antes hacían el agosto con los miles de periodistas llegados de medio mundo ahora tienen la persiana cerrada (quizá la abran mañana con la inauguración de la Mostra) y el embarcadero del hotel Excelsior, el de las celebridades, está mucho menos concurrido.
El director del certamen, Alberto Barbera, reconocía hace unos días que mantener su celebración ha conllevado un precio: el de no contar con muchos famosos, a los que las productoras piden no viajar para no exponerse a los contagios y perjudicar los rodajes.
MÁS MEDIDAS DE SEGURIDAD
La Mostra de Venecia ya se dotó hace años de potentes medidas de seguridad, con agentes armados custodiando sus calles, a raíz de los atentados terroristas en Europa. La pandemia ha acabado sumándose a este protocolo y reforzándolo, aunque sean amenazas bien distintas.
Todo el área donde tiene lugar la certamen, y que reúne una decena de edificios e instalaciones, está protegido por un cordón de seguridad y este año por primera vez se han instalado medidores de la temperatura en todos y cada uno de sus trece accesos.
Por supuesto es obligatorio el uso de la mascarilla y hay máquinas dispensadoras de desinfectantes de mano a cada esquina.
El festival cuenta con la ventaja de que tiene lugar en la isla del Lido, mucho menos concurrida y de mejor gestión que la icónica ciudad de los canales, justo en frente.
No obstante los organizadores han obligado a presentar una prueba PCR negativo del coronavirus a los periodistas que vengan de fuera de las fronteras del espacio de libre de circulación europeo Schengen y también a los llegados de España, Grecia y Croacia.
Como no podría ser de otra manera, el celo por la seguridad llegará también a una alfombra roja este año huérfana de grandes estrellas. Las habrá, claro, pero no consistirá en el tradicional desfile de celebridades de las pasadas ediciones.
Pisarán la moqueta Cate Blanchett, presidenta del jurado; Tilda Swinton, que recogerá el premio honorífico a su carrera, o Pedro Almodóvar. Y todos deberán protegerse con mascarillas y respetar la distancia de seguridad ante los fotógrafos y sus seguidores.
Otro reto será el de garantizar la distancia interpersonal en la oscuridad de las salas de cine.
Para ello en esta ocasión se ha implantado un sistema que permite reservar asientos en las proyecciones oficiales y hasta en las ruedas de prensa, dejando un lugar libre entre cada asistente.
Pero esta plataforma de reservas servirá asimismo para localizar a las personas que hayan podido estar cerca, cuando no en contacto, con un eventual contagiado durante las numerosas sesiones de cine.
Todo esto, como es natural, conllevará una reducción del aforo de los espacios clásicos como la Sala Grande o la Dársena y por eso se han aumentado las salas y hasta se han instalado dos pantallas gigantes al aire libre.
Una de ellas está a las espaldas del Casino, en una vetusta cancha de patinaje a orillas de la laguna véneta, y tiene unas mil 200 sillas (de las que solo se ocuparán la mitad).
Quizá este sea uno de los pocos aspectos positivos de la pandemia en el festival, el de poder disfrutar del Séptimo Arte al caer la noche bajo el cielo, como se hacía al comienzo del festival, en la terraza del histórico Excelsior.