Phoenix relató que se ha preparado durante ocho meses para dar a este mítico personaje de pelo verde e inquietante sonrisa «un aspecto totalmente propio»; ahora, parece ser que todo su esfuerzo dio frutos, ya que en el Festival de Cine de Venecia se convirtió en todo un éxito.
Venecia (Italia), 31 de agosto (EFE).- El Joker asaltó la Mostra de Venecia para robar el León de Oro, con el estreno de una película sobre este villano interpretado ahora por Joaquin Phoenix en la que se muestra de cerca su viaje hacia el abismo del mal y de la locura.
Nadie puede asegurar que logre conquistar Venecia pero tampoco se puede negar la enorme expectación que provocó el estreno de esta película centrada en el enemigo número uno de Batman, con largas colas y un leve retraso en su proyección, que culminó en ocho minutos de aplausos y ovaciones al trabajo de Joaquín Phoenix y Todd Phillips, director de la cinta.
Phillips ha querido dotar de una historia propia, íntima y personal a este payaso del cómic, para ahondar en la causa de su locura y en sus irrefrenables deseos de hacer el mal.
«Me pregunté por qué no se hacía una película sobre el Joker, una profundización en un personaje fantástico», reconoció en la rueda de prensa de presentación el realizador estadounidense, más conocido por comedias como The Hangover (2008).
Phoenix insistió en que lo atractivo del proyecto fue dar «un punto de vista totalmente propio» a este personaje de pelo verde y siniestra sonrisa, sin mirar a los interpretados en el pasado por otros actores como Jack Nicholson, Jared Leto o Heath Ledger.
De este modo ha dado un pasado al personaje, previo beneplácito de la editorial DC Comics, pese a que fue «difícil» de lograr y fue preciso insistir.
En la cinta, Joker es el pseudónimo de un payaso fracasado llamado Arthur Fleck, maltratado por una sociedad, la de Gotham City, sumida en el caos, la oscuridad, la violencia y la ausencia total de moral y empatía.
«Lo atractivo del personaje es que es muy difícil de definir y tampoco queríamos hacerlo. He tratado de identificar algunos lados de su personalidad, pero luego daba un paso atrás, porque quería que fuera una obra de misterio», explicó Phoenix, que fue ovacionado.
PREPARAR AL JOKER
Durante ocho meses Phoenix se preparó para su rol: «He explorado su personalidad, su carácter, quién fue este personaje antes y en lo que se convierte», refirió.
En esta versión se han tomado algunos elementos del cómic, como es natural, pero al mismo tiempo se ha adentrado en el tormentoso pasado del villano, vislumbrando su vida laboral y amorosa o en la relación con su madre, dejando entrever sorprendentes parentescos.
Para dar vida al futuro enemigo de Batman, Phoenix ha afrontado una concienzuda preparación en la que, además de perder mucho peso, se ha volcado en estudiar el tema de la pérdida y en comprender el modo en que la personalidad puede derivar en ciertas acciones.
Quizá lo más complicado de elaborar fue la icónica risa del villano, hasta alcanzar «tres o cuatro» tonalidades en función del contexto en el que se encuentra o de su estado de ánimo.
El objetivo, logrado, era que su carcajada evocara una historia «dolorosa» y evitar que sonara «ridícula». Porque la risa del Joker no es divertida, refleja soledad, desequilibrio y perfidia, al mismo tiempo que sus ojos revelan tristeza y decepción.
Y es que, en algún momento, el payaso solo quiso divertir: «Mi madre me pide que siempre sonría porque tengo un objetivo: llevar las risas y la alegría en el mundo», confiesa en un momento de la cinta, en un programa de televisión presentado por Robert de Niro.
«Me gusta ver la luz de Arthur, no solo su tormento, sino también su alegría, su lucha interior en busca de la felicidad», destacó Phoenix.
Pues su objetivo «no es ver el mundo ardiendo», sino encontrar su identidad y lograr la aprobación de quienes le rodean.
Otra de las tareas, según el propio director, fue la de equilibrar la violencia para no caer en sangre gratuita: «La violencia en la película se desarrolla gradualmente, a menudo llega como un puñetazo al estómago», subrayó.
Como telón Nueva York se convierte en Gotham City para acoger un mundo al borde del abismo, de la revolución, sumido en la impunidad y en la corrupción, en el que el protagonista baila sobre un coche de Policía.
Aunque el director rechazó cualquier similitud con la actualidad: «No es una película política», zanjó, al ser preguntado al respecto.