Ante la situación actual, la famosa canción interpretada por Frank Sinatra y muchos otros, cuya frase romántica es “Quiero despertar en una ciudad que nunca duerme”, ahora en Nueva York se ha convertido en “Estoy despierto en una ciudad que duerme”.
Pareciera que la denominada “capital del mundo” respiró o ingirió, contra su voluntad, una droga para dormir muy bien llamada coronavirus, cuyo nombre científico es Covid-19 y que hace apenas unos meses no existía.
Al principio fueron rumores, que se hicieron noticia, de algo que inició en otro continente muy lejano, después se propagó en otro menos lejano y de pronto, en cuestión de una o dos semanas, ya era tan cercano que Nueva York se convirtió en la ciudad más perjudicada del mundo.
Más de 10,000 muertos y más de 100,000 personas contagiadas y cada día suceden nuevos decesos y nuevos contagios. Inclusive se llegó a contabilizar, en el peor día de la pandemia (el 7 de abril) 546 fallecimientos, es decir cerca de un muerto cada 2 minutos en promedio.
Estamos en estado de guerra, dicen algunos, pero lo peor es que es contra un enemigo invisible, dicen otros.
Ya se ha más que triplicado en esta ciudad, a causa de esta peste moderna, el número de seres humanos fallecidos durante el ataque terrorista de las torres gemelas. El 11 de septiembre del año 2001, el “nain ileven” como le llaman los estadounidenses, fue un ataque contundente y trágico,que duró sólo unos minutos. Además, este evento, aunque extremadamente violento e irreversible, no provocó en absoluto que durmiera la gran ciudad. Al contrario, se tuvo que despertar de una pesadilla.
Ahora en los tiempos del coronavirus, ni los niños ni los adolescentes van a las escuelas, los adultos no se desplazan a sus trabajos (a menos que sea indispensable), los restaurantes, bares, teatros, salas de conciertos, cines, negocios y un sinfín de etcéteras están cerrados. La economía, el comercio y las finanzas, que son la razón primordial de la existencia de esta ciudad, se encuentran completamente bloqueados, y si no fuera el caso al menos disminuidos como hace tanto no lo habían estado. Es catastrófico para esta ciudad y para este país y para el mundo.
Durante la gran depresión del 1929 y la crisis de principios de los 1930’s, al menos la gente podía salir a la calle sin temor a ser atacados por nadie, y menos por un enemigo invisible. Se perdió el dinero y el trabajo, pero no la salud. Ahora hay casos muy tristes de personas que perdieron, pierden y seguirán perdiendo su fuente de ingresos, pero además temen por su salud. Todos somos, sin armas de fuego o armas blancas, enemigos potenciales de todos y basta con un estornudo o un tosido.
Ante este panorama tan gris ¿Qué nos queda?
Es necesario recurrir a las frases típicas que uno debe usar para ser positivo en los peores momentos: “Después de la tormenta viene la calma”, “No hay mal que por bien no venga”.
Afortunadamente no todo es tan trágico y deprimente, pues en esta ciudad, y es el caso en todo el mundo, es mucho mayor la cantidad de personas que se han recuperado que los que han fallecido de dicha pandemia.
Es una lección para la humanidad y sobre todo para los dirigentes del mundo en todos los aspectos. Es más importante la salud que el dinero. Es más importante un planeta sano que uno sobreexplotado y contaminado. Es más importante la gente que las cosas.
El mundo ya no es y ya no será el mismo después de esta crisis.
Pero recordemos que el origen etimológico de crisis, palabra que viene del griego, significa también “decidir” o “discernimiento” y personalmente, me parece que se parece mucho a la palabra “crecer”.