En estos días de cangrejos rojos.
Cuando arriben los nuevos
tiempos, y si aún late mi
corazón y huelo el aire de
la madrugada, no dudes
que tomaré tu mano y nos
abrazaremos como en los
buenos tiempos.
Mientras transcurren estos
tiempos de desasosiego y a
veces solo vemos el lúgubre
túnel de la incertidumbre,
mantengo viva la flama de
nuestra profunda y amorosa
cercanía. El ser uno y otro,
en uno, como dos cercanos y
pegados.
Por las mañanas abro la
ventana para oír el canto de
los pájaros, verlos volar y
soñar con los montes y los
cañaverales de mi infancia.
Bebo el agua cristalina de
los pozos y repaso en la
imaginación, el verso que
probablemente se logrará o
naufragará en aguas bajas.
En mi pueblo hoy son tiempos
de calores, de tomarse un
pabellón con tamarindo en
bola y atracar una rebanada
de sandía, como las que pintó
Tamayo.
Y son tiempos de desnudar
el cuerpo y el alma
en los arroyos y ríos, bajo los
árboles de amates gigantes.
Anochece y los versos de
Emily me subyugan.
En la penumbra veo miles de
cangrejos rojos saliendo de
sus escondites. Quizá verán la
luna y oirán el ir y venir de la
mar.
En la lejanía un hombre
moreno de pelo chino sube
a la barca y en el reflejo de
las estrellas se pierden en el
horizonte.
En el texto hay un borrón.
Escribí la palabra amor.
¿Puedes restituirla?