El calentamiento global obliga a los seres vivos a adaptarse a su entorno, pero para los animales domésticos es una doble labor, pues también debe adaptarse al contexto del humano con el que vive.
México, 30 de abril (EFE).- Los animales domésticos se ven doblemente afectados por los efectos del cambio climático al experimentar por un lado su propia adaptación y por otro los efectos de la adaptación del ser humano, contó a Efe el especialista Oscar Clavellina.
El académico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) señaló que los animales «que viven en cautiverio, incluidas las especies domésticas, también reciben un cambio muy fuerte porque no sufren solo un cambio climático, sino que lo sufren por dos lados, uno en su contexto y otro en el contexto humano».
Clavellina, de la Facultad de Psicología, explicó que el calentamiento global supone una adaptación para todo ente vivo y esta se mide en términos de «economía energética», la relación entre la energía que necesita y la que consume para obtenerla.
De primeras, el aumento de la temperatura a nivel global provoca afectaciones en tres niveles troncales en las especies: la alimentación, la disponibilidad de agua y el clima.
El primer caso está relacionado con lo que necesita la especie para alimentarse y, en caso de que este sustento desaparezca, conlleva una modificación en la dieta del animal, que le puede llevar a morir o a engordar.
Con el agua ocurre un proceso muy similar: cuando es escasa, la vida del animal peligra; en cambio, cuando abunda porque suben los niveles, la especie puede entrar en un estado de comodidad, en el que tiene todo al alcance.
Cuando cambia el clima el animal «también experimenta un cambio muy importante, en el sentido de que las migraciones cambian, el pelaje cambia o incluso su humor cambia».
Estas afectaciones las experimentan los animales de vida silvestre pero también los domésticos, quienes, además conviven con la adaptación del ser humano a esa problemática.
Y es que «el ser humano tiende a adaptarse de forma muy drástica» gracias a las comodidades que le ha otorgado la tecnología, capaz de conseguir la calidez de una playa paradisíaca aunque afuera esté nevando.
«Tiene una capacidad de adaptación muy exagerada, extraordinaria por la tecnología con la que la desarrolla», sostuvo el psicólogo.
Estas capacidades adaptativas a las que obliga la naturaleza las experimenta también el animal que vive con su dueño.
«Lo que va adquiriendo el ser humano de la tecnología también impacta al animalito, por eso vemos de pronto animales que son de frío como por ejemplo los perros husky, que tienen una piel y unas características para frío» en climas tropicales, indicó.
A ello se añade que «cuando el animal no está adaptado a ese clima, entonces se tiene que adaptar a los cambios de clima tecnológico que el humano le permite».
Como en el caso del emblemático can originario de Siberia, los otros animales domésticos también experimentan «ese doble cambio».
Cubrir sus necesidades les implica gastar menos energía, entrando en un estado de comodidad vinculado al «proceso de humanización».
Las mascotas son cada vez «más dependientes del ser humano y si de pronto el ser humano ya no está esas especies pueden desaparecer precisamente motivado por el cambio climático».
Ven eliminada su manera natural de conseguir energía, habiéndose acostumbrado a las comodidades del humano, que, sin quererlo, priva de habilidades al animal.
Las consecuencias son claras: el perro ya no corre porque no tiene espacio; el gato no necesita cazar y está durmiendo la mayor parte del tiempo; los pájaros no ejercitan las alas porque están en una jaula, y el hámster vive en una rueda para hacer ejercicio.
El ser humano vive actualmente «sin interactuar con su medio», gozando de unas condiciones tecnológicas «artificiales», de las que también gozan los animales domésticos.
Sin embargo, «la evolución es dinámica», constante e inevitable, por lo que es complicado decir si estos cambios son buenos o malos, concluyó.