Gasolineros desconocen bajo qué términos ingresarán los combustibles extranjeros al país. No todas las condiciones están claras, afirman.
Ciudad de México, 1 de abril (SinEmbargo).– A partir de la segunda mitad del año, el círculo naranja que forma el logotipo de la compañía norteamericana Gulf Oil empezará a ser parte del paisaje mexicano. De acuerdo con información difundida este mes por esta filial de Chevron, la intención es sustituir a Petróleos Mexicanos (Pemex) como la proveedora única de gasolina en unas cien estaciones despachadoras del país y, en tres años, en unos dos mil expendios.
Gulf Oil es la primera trasnacional que oficializa su plan de participar como proveedora de gasolina en México luego de que el Presidente Enrique Peña Nieto anunció en febrero –en una reunión con empresas petroleras en Houston– que adelantaría para este 1 de abril la entrega de permisos de importación de este combustible a “cualquier interesado”.
Esta apertura pone así fin al monopolio sobre el mercado de gasolina que por décadas tuvo Pemex, empresa antes paraestatal y que ahora, de acuerdo con la Organización Nacional de Expendedores (Onexpo) y de la Comisión de Energía del Senado, deberá competir con multinacionales como Shell, British Petroleum, Exxon y Texaco, todas interesadas no en construir estaciones, sino en proveer a establecimientos y sumarlos a esquemas de franquicias.
La liberación de este mercado forma parte de la Reforma Energética aprobada en 2013 y que, entre otras modificaciones, permite la participación de capital privado en todas las partes de los procesos de producción, almacenamiento y distribución de todo tipo de hidrocarburos, actividades antes exclusivas de Pemex.
Sobre el nuevo funcionamiento del mercado gasolinero, sin embargo, fuentes consultadas indican que no todas las condiciones están claras, ya que están en duda desde la capacidad de almacenamiento que hay en país hasta el costo por cruzar el combustible a través de la frontera.
En ese sentido, Fabio Barbosa Cano, experto en energía del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), explicó que las 12 Terminales de Almacenamiento y Reparto (TAR) que hay en México y que son propiedad de Pemex serán insuficientes ante cantidades adicionales del derivado.
“No hay infraestructura. Las terminales donde se ubican los centros de distribución de combustible de Pemex quedaron sin ampliar y tienen muy escasa capacidad, de apenas un día y medio de almacenamiento en el caso de la Ciudad de México”, dijo el académico en entrevista.
Desde octubre de 2015, Pemex creó la empresa “Logística” para administrar la infraestructura disponible para las actividades de recepción, almacenamiento y distribución de estos combustibles –incluyendo puertos y 35 mil kilómetros de ductos– y que, se informó de manera oficial, se ofrecerán para la renta a “terceros”.
Pero, incluso, entre los primeros implicados en este nuevo esquema de operación, como los expendedores de la frontera norte, donde se prevé que la importación de este combustible sea más intensa por la cercanía con las refinerías norteamericanas, existe desconocimiento.
“Pemex es el que tiene infraestructura, pero no sabemos cuánto costará la importación, cuánto costará el flete o si las refinerías norteamericanas podrán pasar con sus pipas por la frontera”, dijo Fernando Carbajal, de la Onexpo en Ciudad Juárez.
De acuerdo con Lavalle, el inicio de la entrega de permisos por parte de la Secretaría de Energía (Sener) para la importación de gasolina es parte de la transición gradual en este mercado que, se prevé, concluirá en enero de 2018, cuando se libere también el precio.
MÉXICO PIERDE EL VALOR AGREGADO
La entrada de las nuevas marcas, previó el Senador panista, será gradual, debido a que aún hay reacomodos y alianzas entre los grupos gasolineros nacionales e internacionales. Pero la expectativa de participación de capital privado en este nuevo mercado mexicano, agregó, es alta.
“Importamos el 50 por ciento de las gasolinas que consumimos; las refinerías de Pemex no alcanzan ni para la mitad; entonces, realmente es un mercado interesante”, dijo.
Para Barbosa, sin embargo, la apertura del mercado de gasolina a capitales privados es una fase más del “desmantelamiento” de la industria energética nacional cuyas áreas clave, como Pemex–Petroquímica, han sido desatendidas desde hace años.
Un ejemplo, mencionó, es el plan de construcción de una refinería en Tula, Hidalgo, con capacidad para convertir en gasolina 250 mil barriles de petróleo diarios, o casi lo mismo que se importa de Estados Unidos, y que fue abandonada desde el sexenio anterior.
El error, explica, es que si México refinara su gasolina, el valor agregado del procesamiento de petróleo crudo se quedaría en el interior del país, generando empleos, y no en Estados Unidos.
“Los jóvenes están sin trabajo, la población tiene que migrar y es un gravísimo error de política publica vender la materia prima”, dijo el académico.
