La vida de Filogonio Naxín es la de muchos migrantes indígenas. Siendo adolescente, viajó a la capital de su estado en busca de mejores condiciones de vida, pero nunca dejó de dibujar. Y fue, durante su trabajo en una carnicería, cuando decidió estudiar artes. ¡Tetskúnji¡ ¡Aquí estamos vivos! señala que los pueblos indígenas están vivos y son contemporáneos. Filogonio Naxín lo expresa con gran belleza y contundencia.
Por Iván Pérez Téllez
Ciudad de México, 12 de diciembre (SinEmbargo).- Filogonio Naxín (Mazatlán Villa Flores, Oaxaca, 1986) es un artista plástico mazateco, con formación académica universitaria, que se refugió tempranamente en el dibujo al entrar a la escuela primaria sin hablar castellano. Al desconocer el idioma del Estado y su aparato educativo —ese caballo de Troya destinado a castellanizar, alfabetizar y “desindianizar” a las comunidades indígenas de México—, y para no ser discriminado, Filogonio Naxín comenzó a trazar grafías sin comprenderlas. Desde entonces, su primera escritura fue el dibujo; su segunda lengua después mazateco.
La vida de Filogonio Naxín es la de muchos migrantes indígenas. Siendo adolescente, viajó a la capital de su estado en busca de mejores condiciones de vida, pero nunca dejó de dibujar. Y fue, durante su trabajo en una carnicería, cuando decidió estudiar artes. Entonces sus lienzos eran, en su mayoría, de papel estraza, y no pocas veces trazados con tinta sanguínea: “su época roja”, como él mismo lo consigna. En la universidad aprendió a dominar distintas técnicas (dibujo, grabado, óleo, acuarela) y amplió sus conocimientos sobre el arte en general. Al concluir su carrera decidió probar suerte en la Ciudad de México, donde ha sido ilustrador, tallerista, vendedor de mezcal, promotor de la cultura y la lengua mazateca, pero sobre todo artista.
A lo largo de la última década, Filogonio Naxín ha creado una estética propia que, contra todo cliché, no proviene de la utilización de los “niños santos”, esos hongos que María Sabina diera a conocer al mundo y que se asocian en automático con la cultura mazateca. Tampoco resulta, como usualmente se imagina, de su prolongado contacto con la naturaleza durante su niñez. Filogonio es un artista disciplinado que trabaja con tesón y creatividad desde un complejo universo intelectual en diálogo con su propia cultura mazateca. El resultado es una obra consistente que abarca todo tipo de personajes: animales antropomorfos, muertos lúbricos, seres quiméricos, híbridos o grotescos, que apelan a distintos tipos de alteridad radical.
Filogonio Naxín ha consolidado un estilo propio al utilizar una extraordinaria paleta de colores, pero sobre todo trazando, como en la niñez, palabras en su lengua materna en cada obra. El arte de Naxín está alejada de un mundo fantástico y cerca de una suerte de multinaturalismo; su obra plasma un universo mazateco pletórico de todo tipo de personas humanas y no-humanas, las cuales sostienen relaciones de carácter social, poseen un lenguaje y actúan en el mundo: trabajan, visten, juegan, comen, copulan. Asimismo, los escenarios preferidos del artista son multiversos, tierras otras que, en todo caso, parecen ser más espacios oníricos que lugares geográficos, acaso espacios ontológicos.
¡Tetskúnji¡ ¡Aquí estamos vivos! es una exposición que muestra una de esas preocupaciones intelectuales y estéticas recurrentes en el trabajo de Filogonio Naxín: la relación del mundo indígena con la alteridad, incluidos los no indígenas. Las 33 obras que componen la exposición, entre monotipos y collages, enfatizan la contradictoria, desigual y violenta relación de dominio que han sostenido los pueblos originarios con la alteridad detentadora de las armas y el poder (el Estado), desde la Conquista hasta nuestros días.
Con énfasis en los 500 años de la caída de Tenochtitlan en 1521 —fecha emblemática y cargada de significados y simbolismos, de la que hoy también se han realizado lecturas divergentes— Filogonio Naxín recrea este hecho histórico contrapunteándolo con la historia reciente de los pueblos indígenas para mostrar tanto las rupturas como la continuidad de las culturas indígenas mesoamericanas, pese a la continua intención de borramiento e integración de los pueblos indígenas al régimen Colonial y, después, a la naciente nación mexicana.
¡Tetskúnji¡ ¡Aquí estamos vivos! señala que los pueblos indígenas están vivos y son contemporáneos. Filogonio Naxín lo expresa con gran belleza y contundencia.