Debido a la guerra de Ucrania, las políticas monetarias frente a la inflación y la COVID, el día de hoy, el Fondo Monetario Internacional rebajó los pronósticos de crecimiento global para este y el próximo año.
Madrid, 26 de julio (Europa Press).- El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha revisado sustancialmente a la baja sus pronósticos de crecimiento para la economía mundial en 2022 y 2023 como consecuencia del impacto de la guerra en Ucrania, el endurecimiento de la política monetaria para calmar la inflación y el impacto de la COVID-19 en China, advirtiendo de que los riesgos se inclinan a la baja y hacen «plausible» un peor escenario con uno de los ritmos de crecimiento mundial más débiles desde los años 70.
El FMI asume que el PIB mundial «se contrajo en el segundo trimestre», debido a las recesiones en China y Rusia, sumadas a varios shocks que golpearon una economía mundial ya debilitada por la pandemia, incluyendo una inflación elevada en todo el mundo, especialmente en EU y las principales economías europeas, que ha provocado condiciones financieras más estrictas, una desaceleración peor de lo anticipado en China por los brotes de COVID-19 y los efectos secundarios negativos de la guerra en Ucrania.
De este modo, el escenario base manejado por el FMI en la actualización de sus perspectivas económicas mundiales, que revisan los pronósticos publicados el pasado mes de abril, contempla un crecimiento del PIB mundial del 3.2 por ciento en 2022 y del 2.9 por ciento en 2023, lo que supone un recorte de cuatro y siete décimas, respectivamente.
En cuanto a la inflación, por contra, el Fondo ha elevado sus proyecciones globales al 8.3 por ciento este año, frente al 7.4 por ciento de abril, y al 5.7 por ciento en 2023, nueve décimas más que en primavera.
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En el caso de las economías avanzadas, el FMI ha rebajado sus previsiones de crecimiento al 2.5 por ciento en 2022 y al 1.4 por ciento el próximo año, cuando en abril había estimado una expansión del 3.3 por ciento y del 2.4 por ciento, respectivamente. Asimismo, ha revisado al alza su pronóstico de inflación, situándolo en el 6.6 por ciento este año y en el 3.3 por ciento el siguiente, frente al 5.7 por ciento y 2.5 por ciento, respectivamente, comunicado en abril.
RECORTE SEVERO DEL PRONÓSTICO PARA EU
En concreto, el FMI ha recortado severamente el pronóstico de crecimiento para EU como consecuencia del impacto de las subidas de tipos de la Reserva Federal, hasta el 2.3 por ciento en 2022 y el 1 por ciento en 2023, frente a la expansión del 3.7 por ciento y del 2.3 por ciento que había previsto, respectivamente, en primavera.
En el caso de la zona euro, la estimación del Fondo anticipa una expansión del 2.6 por ciento este año, dos décimas menos que en abril, y del 1.2 por ciento el siguiente, frente al 2.3 por ciento de la anterior previsión.
De su lado, las previsiones de crecimiento del PIB para las economías emergentes se han visto degradadas al 3.6 por ciento en 2022, frente al 3.8 por ciento anterior, y al 3.9 por ciento en 2023, desde el 4.4 por ciento previsto con anterioridad.
En concreto, las nuevas proyecciones del FMI reflejan el impacto del sustancial empeoramiento del ritmo de expansión en China, como consecuencia de las medidas para contener la pandemia, con un crecimiento del PIB del 3.3 por ciento en 2022, frente al 4.4 por ciento previsto en abril, y del 4.6 por ciento el próximo año, medio punto porcentual menos que el anterior pronóstico.
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Por otro lado, el FMI ha mejorado su pronóstico para Rusia en 2022, cuando anticipa una contracción del PIB del 6 por ciento, menos severa que la caída del 8.5 por ciento prevista en abril, aunque ha empeorado al 3.5 por ciento la contracción en 2023, frente al retroceso del 2.3 por ciento que pronosticó anteriormente.
PEOR ESCENARIO «PLAUSIBLE»
Asimismo, en su actualización de previsiones, el FMI advierte de que los riesgos para las perspectivas económicas «se inclinan abrumadoramente a la baja» y reconoce que la posibilidad de que se materialicen hace plausible un escenario alternativo con mayores niveles de inflación y un crecimiento aún más débil, que afectaría con particular intensidad a Europa.
Entre estos elementos de riesgo, el FMI señala la posibilidad de un corte del flujo de gas ruso hacia Europa en el contexto de la guerra en Ucrania, una inflación más difícil de controlar de lo previsto y condiciones financieras mundiales más estrictas, así como la amenaza de que nuevos brotes de COVID-19 o una mayor escalada de la crisis inmobiliaria frenen aún más el crecimiento chino, además de que la fragmentación geopolítica podría obstaculizar el comercio y la cooperación mundiales.
«Un escenario alternativo plausible en el que los riesgos se materialicen, la inflación aumente aún más y el crecimiento mundial disminuya a alrededor del 2.6 por ciento y el 2 por ciento en 2022 y 2023, respectivamente», advierte el FMI.
En este sentido, la institución dirigida por Kristalina Georgieva apunta que un crecimiento anual tan bajo «ha ocurrido rara vez en el pasado (sólo en cinco ocasiones desde 1970 el crecimiento mundial ha sido inferior al 2 por ciento)».
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El shock tendría un impacto generalizado, advierte el FMI, ya que el aumento de los precios mundiales de las materias primas y las condiciones monetarias y financieras más restrictivas afectarían a casi todos los países, aunque en distinta medida.
De esta manera, «Europa se vería particularmente afectada en este escenario, con un crecimiento para 2023 en la Unión Europea 1.3 puntos porcentuales más bajo que en la línea de base, lo que implica un crecimiento regional cercano a cero».
Según este peor escenario, el impacto directo de las restricciones a los combustibles fósiles representaría alrededor de dos quintas partes de la disminución total del PIB en comparación con el escenario de referencia (1.5 por ciento para 2023), siendo las mayores expectativas de inflación y las condiciones financieras más estrictas responsables de aproximadamente otro tercio y un cuarto cada uno, respectivamente.
Asimismo, el FMI estima que los mercados internacionales de materias primas también reaccionarían con fuerza, ya que la reducción en el suministro mundial de petróleo elevaría los precios en un 30 por ciento y, en el caso del gas, donde el papel de Rusia es aún mayor y las redes de distribución menos flexibles, los precios subirían un 200 por ciento.
De este modo, en el corto plazo, el efecto directo de unos precios más altos y de las mayores expectativas de inflación contribuiría a elevar la inflación en alrededor de un punto porcentual, aunque, con posterioridad, la menor demanda y las condiciones financieras más estrictas mitigarían el impacto inflacionario en 2023 y más adelante.