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Ischgl es también todo un símbolo del contagio descontrolado con el coronavirus, después de que cientos de turistas se infectaran allí entre finales de febrero y mediados de marzo, antes de entrar en vigor un estricto confinamiento para frenar la pandemia.
Si bien se ha reconocido que el virus SARS-CoV-2, el agente causal de COVID-19, puede ser adquirido a través de objetos o materiales que pueden transmitir infecciones, como ropa y muebles, la contaminación del entorno de los pacientes por SARS-CoV-2 es en gran parte desconocido y poco estudiado.
Mientras infinidad de personas depositan sus esperanzas en la ciencia para solucionar esta pandemia y los medios de comunicación le dan una cobertura informativa sin precedentes, los científicos se enfrentan a un virus nuevo repleto de incógnitas con unas prisas extraordinarias que han afectado a su funcionamiento en múltiples niveles.
Los países que todavía no han alcanzado el pico de casos activos, “los confinamientos se deben mantener durante al menos 60 días y el desconfinamiento debe ser gradual”, ha informado ISGlobal en un comunicado.
Estas son las principales claves sobre cómo se transmite el coronavirus que aún están bajo investigación y sujetas a discusión científica.
Los ensayos clínicos cuentan con varias fases. Así, en las fases 1, 2 y 3 se prueba de forma progresiva la seguridad y eficacia en las personas, antes de que la técnica, producto o medicamento llegue al mercado y a los pacientes. En la fase 4 ya estudian los efectos a largo plazo una vez que ya se ha aprobado y se está utilizando.
Los investigadores recopilaron información de estudios de pruebas en 16 cohortes diversas de todo el mundo. Estos conjuntos de datos, reunidos a través de búsquedas de palabras clave de PubMed, bioRxiv y medRxiv así como búsquedas en Google de informes de noticias relevantes, incluían datos sobre residentes de asilos, pasajeros de cruceros, reclusos de prisiones y varios otros grupos.
Los científicos descubrieron, asimismo, que entre las personas que se ven más expuestas al virus, como los trabajadores de centros médicos, el tipo de sangre O se revela igualmente protector frente a la COVID-19.
Los especialistas pudieron comprobar que a partir de agosto se produjo un incremento de vistas a los centros hospitalarios, especialmente entre septiembre y octubre y culminando el pico máximo en el mes de diciembre.
Los “portadores de larga distancia” de la COVID-19 han sufrido por uno, dos, tres y hasta más meses implacables oleadas de síntomas de debilidad y condiciones médicas que van más allá de la pérdida de los sentidos del olfato y del gusto, dice un texto publicado este jueves por The Atlantic, y escrito por el periodista científico Ed Yong. Pero además, afirma esta investigación, los también llamados “transportistas de largo plazo” se enfrentan a la incredulidad de los médicos e incluso de sus amigos.