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“Estamos cansadas, no derrotadas”: VI Brigada va a Morelos en busca de sus “tesoros”

jueves, octubre 14th, 2021

La VI Brigada Nacional de Búsqueda ha iniciado sus labores de rastreo de víctimas en Morelos. A diferencia de otras ediciones, en esta ocasión se colocaron “buzones de paz”, en los cuales se puede dar información que ayude en las labores de búsqueda. “Nosotros no buscamos culpables, buscamos desaparecidos” , es la consigna que repiten.

Jojutla, Morelos, 14 de octubre (SinEmbargo).- Margarita López González busca a su hijo José Ángel Sánchez López desde marzo de 2018. Ha recorrido miles de calles, centros penitenciarios y servicios forenses. Ha rasgado la tierra en campos y cerros. Se dice agotada, pero sentencia que no parará hasta encontrarlo “así rasguñe toda la tierra del país”.

Sus palabras representan la determinación de cientos de personas que, como ella, participan en la VI Brigada Nacional de Búsqueda.

“Aunque estamos cansadas, no estamos derrotadas”, añade la mujer quien es una de las 160 participantes de la brigada que, después de un año de estar suspendida por la pandemia, ha retomado sus actividades por dos semanas —del 9 al 24 de octubre— en 14 municipios del estado de Morelos: Jojutla, Huitzilac, Amacuzac, Yautepec, Cuautla, Mazatepec, Temixco, Totolapan, Puente de Ixtla, Tetecala, Xochitepec, Cuernavaca, Oaxtepec y Yecapixtla.

Los ejes para este ejercicio coordinado por la Red de Enlaces Nacionales (REN), una organización compuesta por más 160 colectivos ubicados en 26 estados, contemplan: la búsqueda en campo, la identificación forense, la búsqueda en vida, sensibilización con autoridades, así como las labores con la Iglesia.

En la búsqueda en campo, los colectivos acuden a diversos puntos, para rastrear y encontrar “corazones” o “tesoros”, como les llaman a los restos humanos. En la búsqueda en vida, en tanto, visitan centros penitenciarios en donde se realizan actividades para mostrar fotografías y tratar de obtener información.

En la búsqueda en campo, los colectivos acuden a diversos puntos, para rastrear y buscar restos humanos y encontrar “corazones” o “tesoros”, como los colectivos llaman a los restos. Foto: Cri Rodríguez, SinEmbargo.

“Ojalá que estas brigadas sirvan para que la gente se acerque y podamos tener siquiera una esperanza para poder encontrarlos”, expresa María del Carmen Abarca Baena, quien busca a su esposo Saturno Giles Beltrán, desaparecido el 8 de marzo de 2014 en el estado de Guerrero.

Los colectivos piden a la ciudadanía morelense que, en caso de que posea alguna información que pueda ayudar a encontrar a sus “tesoros”, se acerque a las actividades que se realizarán en escuelas, plazas públicas, hospitales, servicios médicos, servicios forenses e instituciones para compartirla.

Por ello, en esta ocasión se colocaron en las iglesias “buzones de paz”, urnas en las cuales se puede aportar información, datos o cualquier elemento que aporte y ayude en la búsqueda de alguna persona desaparecida, así como mensajes de “solidaridad que alienten la incansable labor de búsqueda”.

“Nosotros no buscamos culpables, buscamos desaparecidos”, es la consigna que repiten casi todos los participantes, lo que representa una muestra del mensaje colectivo que quieren enviar.

María del Carmen Abarca Baena busca a su esposo Saturno Giles Beltrán, desaparecido el 8 de marzo de 2014. Foto: Cri Rodríguez, SinEmbargo.

María del Carmen Abarca Baena detalla que la inactividad en la pandemia fue un periodo muy complicado para muchos colectivos y familiares de personas desaparecidas y por ese motivo para ellos es muy significativo que se hayan retomado estos ejercicios.

“Para nosotros volver a estas brigadas es muy importante porque sensibilizamos a mucha gente, a muchas familias que tienen personas desaparecidas, pero que no buscan”, narró.

Madres y familiares de personas desaparecidas acuden a la VI Brigada Nacional de Búsqueda. Foto: Cri Rodríguez, SinEmbargo

LA SENSIBILIZACIÓN

El alarido de una madre a la que le secuestraron y desaparecieron a su hijo menor se escucha en una sala. Se hace presente frente a policías y autoridades municipales de Jojutla, Morelos: “¡Natán!”, grita Alicia Gallegos Manríquez en tres ocasiones. Es una reunión que realiza la Brigada bajo el eje de sensibilización.

El grito de la mujer de 64 años arranca un par de lágrimas al menos a dos policías que la escuchaban. Con el testimonio de “Lichita”, como le dicen de cariño las activistas, esperan haber tocado al menos “un par de corazones”.

La madre comparte, y repite en entrevista, el clamor que tiene desde la noche en que llevó el dinero a los perpetradores para que le devolvieran a Natan Jesús Armando Hernández Gallegos, secuestrado el 28 de febrero de 2018 en Poza Rica, Veracruz. Con ello tiene la esperanza de que alguien la escuché y le dé una respuesta o un indicio del paradero de su hijo que jamás fue liberado.

El objetivo del eje de sensibilización, explica Alicia, es tratar de hacer ver a las autoridades que la corrupción, la desaparición forzada y la colusión destruyen vidas, por ellos les pide que volteen su mirada hacia los desaparecidos.

“Queremos que se conmuevan y se aplique la ley cuando deben de aplicarla, como debe de ser, sin sobornos, sin corrupción”, señala.

La madre de Natan detalla que desde hace tres años y siete meses busca a su hijo, pero a pesar de que existe una mujer detenida no hay más información porque la imputada no ha querido hablar. Es por ese motivo que para Alicia sensibilizar cobra gran importancia.

La sexta edición de la Brigada Nacional se desarrolla del 9 al 24 de octubre en Morelos. Foto: Cri Rodríguez, SinEmbargo.

Alicia también refiere que otra de las finalidades es concientizar a la ciudadanía del dolor que llevan a cuestas las familias que no encuentran a uno de sus seres queridos.

“La gente nos juzga y se siente bien feo, no queremos ser juzgados porque ya con nuestra pena y nuestro dolor es más que suficiente. Nos juzgan porque creen que todos —los secuestrados y desaparecidos— los secuestraron o ‘levantaron’ porque andaban en algo malo. ¡No, no, no!, no digo que sí hay personas, pero ¿quienes somos nosotros para decir quién vive o no?”, narra en entrevista.

Para los familiares de personas desaparecidas acudir a una Brigada Nacional constituye mucho más que sólo jornadas de búsqueda —en campo y en vida— y sensibilización a diversos sectores de la sociedad, ya que también es un espacio de apoyo mutuo, de fortaleza y de un entendimiento necesario para fortalecerse en el camino de la búsqueda de los desaparecidos.

“Yo sé que a Natan, al menos aquí, no lo voy a encontrar, pero venir acompañar a las compañeras de Morelos me ayuda. Si no encuentro al mío encuentro a los de ellos. Para mí es como si me llevara un pedacito del corazón de ellos. Yo quisiera tener una varita y quitarles a mis compañeras este dolor. Este es un dolor que mata”, platica Alicia.

Y añade: “Yo donde agarro fuerza y energía es viniendo a estas brigadas, a estas pláticas, con las compañeras, porque nosotros nos entendemos, lloramos, platicamos. Otra gente no nos entiende, ni nuestra propia familia (a veces). A mí de la noche a la mañana me mataron, me arrancaron el corazón y solamente aquí con mis compañeras es donde estamos bien y esa es mi vida ahora”.

Alicia coloca la fotografía de Natan en un árbol de Morelos. Foto: Cri Rodríguez, SinEmbargo.

Maricel Torres Melo, madre de Ivan Eduardo Castillo Torres, secuestrado y desaparecido el 25 de mayo de 2011 en Poza Rica , Veracruz, coincide con Alicia y sus compañeras:

“Para nosotros la brigada es fortalecimiento es vida, siento que el convivir, el buscar nos hace vivir nos hace seguir luchando, nos da fuerzas y esperanza para seguir adelante, hasta encontrarlos”.

Margarita López González, madre de Jorge Ángel, comenta que además es un espacio que ayuda a las familias a aprender, llevar nuevas formas y conocimientos para sus propios colectivos.

Las familias de personas desaparecidas encuentran en las Brigadas un espacio de apoyo mutuo. Foto: Cri Rodríguez, SinEmbargo.

Las buscadoras y buscadores están conscientes de que tal vez no hallen a sus seres en Morelos —dicen—, pero su objetivo es ayudar a sus compañeras. Las expectativas y esperanzas en la brigada en esta edición, como en todas, es poder encontrar y recuperar:

“Nosotros venimos a apoyar a las compañeras con la esperanza de encontrar personas para así poder devolverle a algún hogar la tranquilidad de que sepan dónde están sus hijos, sus hermanos, esposos, sus tesoros”, dice Margarita.

Alicia detalla que la importancia de encontrar y regresar a alguien a su casa es porque significa devolver un poco de paz, pues para quienes tienen a sus seres queridos desaparecidos, la búsqueda se vuelve el eje que mueve sus vidas y de ahí que, coincide, no pararán hasta encontrarles.

“Es algo que cómo duele, duele mucho. Aunque tenga más hijos, me falta uno y a ese uno lo quiero llevar a casa, como sea vivo o muerto. Primero me quería morir (tras el secuestro,) pero ahora quiero vivir para buscarlo y encontrarlo, y poderlo llevar a casa. Eso quiero ahora: vivir para encontrarlo.”

La brigada escarba, pero las historias de terror brotan casi solas en el Veracruz de Duarte

viernes, abril 29th, 2016

Hoy, los padres de los cuatro jóvenes desaparecidos en Tierra Blanca verán al subsecretario de Derechos Humanos de Gobernación, Roberto Campa Cifrán. Hace ya 4 meses que policías estatales se los llevaron. Sólo Bernardo Benítez ha sido identificado. De los cuatro restantes, entre ellos una joven menor de edad, aún no se sabe nada. “A estas alturas, lo que nos digan o lo que encontremos, creo que es bueno”, dijo Carmen Garibo, madre, en entrevista con Ciro Gómez Leyva.

Mientras tanto, en Narcisa Millán Fernández, la madre de mayor edad en la Brigada de Búsqueda de Desaparecidos de Veracruz, sigue escarbando. Se le ve renguear, apoyada de una varilla sobre los cañaverales de la comunidad de El Porvenir, Córdoba, donde fueron hallados cientos de fragmentos óseos, lapidados en una cavidad clandestina con aromas a combustible y exterminación.

La mujer de 60 años visita la tierra de Javier Duarte cada que sus posibilidades económicas se lo permiten. No pierde las esperanzas de encontrar a su hijo.

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Narcisa Millán Fernández, la madre de mayor edad en la Brigada de Búsqueda de Desaparecidos, lleva seis años buscando a su hijo Arturo Sanabria Millán. Foto Blog.Expediente

Por Miguel Ángel León Carmona

Córdoba, Veracruz, 29 de abril (SinEmbargo/Blog.Expediente).– “A mi hijo lo levantaron policías municipales de Córdoba, Veracruz. Todavía lo dejaron hacer una llamada y avisó que le exigían 30 mil pesos en menos de 20 minutos para soltarlo. Nosotros no teníamos el dinero, así que viajé desde la Ciudad de México para hablar con las autoridades, pero tal vez llegué tarde, pues me aseguraron que no lo tenían… Llevo seis años buscándolo”.

Habla Narcisa Millán Fernández, la madre de mayor edad en la Brigada de Búsqueda de Desaparecidos. Se le ve renguear apoyada de una varilla sobre los cañaverales de la comunidad de El Porvenir, Córdoba, donde fueron hallados cientos de fragmentos óseos, lapidados en una cavidad clandestina con aromas a combustible y exterminación.

La mujer, de 60 años visita la tierra de Javier Duarte cada que sus posibilidades económicas se lo permiten. No pierde las esperanzas de calmar su pena, originada el 26 de noviembre de 2010, uno de los últimos pendientes en el Gobierno de Fidel Herrera Beltrán.

Aquella ocasión se registró la última señal vitalicia de Arturo Sanabria Millán, un joven de 23 años, nacido en la Ciudad de México, pero con raíces veracruzanas, así lo aclara su madre, nacida en Poza Rica, la misma que hoy embala huesos y simula entablar conversaciones con los finados.

“No digo que mi hijo sea un pan de Dios. Cuando desapareció iba con dos amigos que se dedicaban al narcomenudeo. Algunas ocasiones lo descubrí sangrar de la nariz por consumir cocaína… Pero si cometió algún delito lo hubieran encarcelado. Yo llevaría seis años visitándolo, diciéndole que lo amo y lo perdono. No era necesario matarlo, si es que lo hicieron”.

Una historia más de desaparición forzada y sin denuncia. Los familiares del ausente aguardan los resultados periciales de la Fiscalía General del Estado, suplican a las fuerzas celestiales que entre los 500 fragmentos óseos, recolectados en quince cocinas humanas, se encuentre alguna proporción de Arturo Sanabria Millán.

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SALIÓ A VER A SU FAMILIA Y YA NO REGRESÓ

La mañana del jueves 25 de noviembre de 2010, Arturo Sanabria decidió emprender un viaje a Coatzacoalcos, Veracruz. Visitaría a familiares de su madre, gastaría un fin de semana con sus dos amigos, “El Negro” y “El Chino”… Y así fue, encendió el motor de un Honda Civic, color negro y partió a un mundo desconocido, de donde pocos, muy pocos han vuelto.

El joven reportó vía telefónica a su madre que pasaría la noche en Córdoba, Veracruz. Y así lo hizo. Se sabe que amanecieron en el sitio y se dispusieron luego a continuar con su viaje, ya a 300 kilómetros de distancia, aproximadamente. Sin embargo, a las 10 de la mañana del 26 de noviembre los planes cambiarían para los tres amigos.

Con base en la versión de los dos sujetos que sobrevivieron, los viajantes pasaron a una gasolinera, en las afueras de la ciudad, para tomar un refrigerio. El único que esperó en el auto fue Arturo Sanabria, al único que levantarían también.

Bastaron cinco minutos en el establecimiento para que al salir el escenario fuera diferente: a Arturo, policías municipales lo tenían esposado, con su mejilla derecha aprisionada contra la lámina del cofre. El detenido, con mirada fría, indicó a sus compañeros que huyeran del lugar. Ellos hicieron caso y acudieron a la terminal del ADO; luego partieron de la ciudad.

Fue a las 20:00 horas cuando el teléfono de uno de los amigos sonó. Era Arturo y se le oía angustiado, aseguran. “Cabrón, los policías me piden 30 mil pesos y en menos de 20 minutos. Dicen que sólo así me van a soltar, ¡ayúdenme!”. Al fondo, del lado del detenido, el único sonido que se apreciaba era el de oficinistas hundiendo teclas sobre máquinas de escribir.

Los amigos le indicaron que apenas estaban en el estado de Puebla, que los aguantara. Sin embargo, alguien del otro de la cobertura arrebató el teléfono: “A ver hijos de su pinche madre, en este momento queremos la lana aquí, si pasan los 20 minutos ya valió madres todo”.

El tiempo se gastó hasta la madrugada del 27 de noviembre. Los 20 minutos se habían multiplicado por 15. Los amigos llegaron hasta el domicilio del hermano de Arturo Sanabria; gritaron y patearon la puerta hasta que los escucharon.

El hermano se enteró de lo sucedido y pasó la noticia hasta doña Narcisa. “Jefa, que atoraron a mi carnal en Córdoba”, la madre recuerda el momento de hace 64 meses y vuelve a llorar; lo hace sobre una piedra que ocultó a cadáveres apilados. “Si nos hubieran dado más tiempo. Si hubiera tenido el dinero…” lamentos que le arrebatan la respiración.

La madre, sin pensarlo, acudió del lugar de la detención; sin dinero, sin conocer la ciudad, solo con la necesidad por recuperar a su hijo. Doña Narcisa acudió a la comandancia municipal, ahí dio las señas de su desaparecido:

“Mide un metro con 90 centímetros, es moreno; tiene porte de militar, cabello rizado, casquete corto y sin patillas. Lleva puesto una bermuda de mezclilla, camiseta blanca y huaraches tejidos, porque hacía mucho calor cuando lo levantaron”.

Los oficiales en turno revisaron una libreta con los nombres de los detenidos, pero las señas de Arturo Sanabria no estaban, mucho de su vehículo con placas del Estado de México. A la madre la enviaron al ministerio público, donde el delegado, secó las lágrimas de la mujer, registró su número telefónico y le juro:

“Madre, no se preocupe. Regrese a su casa. En cuanto sepa de su hijo yo mismo le llamo. Confíe en mi”.

Fue el último contacto que tuvo doña Narcisa con las autoridades cordobesas, no le han llamado desde entonces. Tampoco le ofrecieron interponer una denuncia, nada. Hasta ahora, los asesores jurídicos de la brigada nacional, le aconsejan hacerlo y ella asegura lo haría a la brevedad.

Los hallazgos de restos humanos fueron descartados en un inicio por la Fiscalía de Veracruz, posteriormente reculó. Foto: MIguel Ángel León Carmona, BlogExpediente

Los hallazgos de restos humanos fueron descartados en un inicio por la Fiscalía de Veracruz, posteriormente reculó. Foto: MIguel Ángel León Carmona, BlogExpediente

“SUS AMIGOS ANDABAN EN EL NARCOMENUDEO”

Doña Narcisa al no ver respuesta de las autoridades decidió hacer lo que muchas madres con hijos desaparecidos: inició una búsqueda por su cuenta; comenzando por rastrear el directorio telefónico de su hijo. Fue allí donde encontró el número de “El Chino”, uno de los acompañantes.

Doña Narcisa llamó a la casa del amigo y contestó una voz femenina. “Señora mi hijo se escapó de la casa y para qué le voy a mentir, se dedica a la venta de droga. No pude ayudarlo con su problema”, fue cuando la conducta de Arturo Sanabria se entrelazó con sus amistades.

La mujer acomoda sus anteojos y comparte que su hijo tuvo un trabajo como ensamblador en la Ciudad de México, que estudió hasta el primer semestre en el Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH), incorporado a la UNAM, pero nunca pudo controlar su afición por la cocaína, que más tarde mutó en adicción.

“A veces lo veía sangrar mucho de la nariz. Tenía la mala costumbre de secarse con cualquier trapo que encontraba. Cuando los ponía a remojar, quedaban pedacitos como de bicarbonato… Era cocaína. Más tarde su hermano me confesó que también era adicto a la piedra, también conocido como Crack. Sólo así até cabos y ahora acepto que pudo haber estado inmerso en algún negocio malo”.

“Yo veo a tantos presos famosos que cumplen sus condenas en la cárcel. Es más, el mismo Chapo de Sinaloa está seguro en su celda. Entonces por qué a mi niño lo desaparecieron. Lo hubieran encarcelado, si es que debía algo. Yo llevaría seis años visitándolo, diciéndole que lo amo y lo perdono. No era necesario matarlo, si es que lo hicieron”.

Y así la madre, entre reproches por la suerte que le ha tocado vivir, ayuda a cubrir de plástico los hallazgos y pregunta sin titubear a las autoridades de la FGE que resguardan el área:

“¿Para cuándo sabré si estos pedazos son de mi hijo? Sus amigos se lo llevaron. Por qué no les pregunta si en este pozo lo echaron para ahorramos tiempo”.

Los agentes periciales se inmutan ante el reclamo y sólo fijan su mirada al suelo removido. Doña Narcisa decide ignorar su presencia y se hinca frente a las osamentas tiznadas, ahí figura entablar una conversación con lo que pudiera ser su desaparecido:

“Mi vida, si tú estás aquí en puros huesitos, este rosario te lo ofrezco. Tú, Dios mío, sabes dónde lo tienes. Si finalmente lo encontré, manda una señal y acaba de una buena vez con esta pena” y así permanece la mujer de 60 años. Sólo sin que nadie le impida sacudir su sufrimiento.