El periodista Toni García Ramón recopila las mejores historias vividas tras dos décadas de oficio, más de un centenar de festivales de cine cubiertos en todo el globo y entrevistas a cientos de directores, directoras, actores, actrices y guionistas.
Por Francesc Miró
Ciudad de México, 29 de junio (ElDiario).- Una de las consecuencias menos conocidas de dedicarse a cubrir la actualidad cultural es que, a la larga, terminas conociendo a tus ídolos. «Si el tiempo vivido es largo, el índice de supervivencia se reduce a cero», decía el narrador de la novela más célebre de Chuck Palahniuk. Pues bien: si te dedicas a este oficio mucho tiempo, el índice de caras famosas por conocer, también se reduce a cero.
Y, ¿qué pasa cuando conoces a las personas que has idealizado? ¿Qué ocurre cuando nombres como Al Pacino, George Clooney, Robert De Niro o Jack Nicholson se tornan seres de carne y hueso delante de ti? ¿Personas con achaques, manías, sudores y hasta flatulencias?
Sobre eso reflexiona el periodista Toni García Ramón en Mata a tus ídolos (Catedral Books): un ensayo que recopila las mejores historias vividas tras dos décadas de oficio, más de un centenar de festivales de cine cubiertos en todo el globo y entrevistas a cientos de directores, directoras, actores, actrices y guionistas.
BENEFICIOS DE DESMITIFICAR
Mata a tu ídolos surge de lo anecdótico para resolverse sustancial. A lo largo de dos décadas de incesantes encuentros con estrellas de Hollywood, Toni García Ramón había acumulado no pocas anécdotas e historias sobre algunas de las personalidades más célebres del mundo del cine. Muchas de ellas las contaba en hilos de Twitter para solaz de sus seguidores. Pero otras, las guardaba para sus amistades, quienes le dieron la idea de ponerlas por escrito para no perderlas.
«Esta profesión tiene cosas muy buenas y muy malas. Cuando entrevistas a alguien a quien siempre has admirado y resulta que es, realmente, una persona admirable, todo el circo cobra sentido», cuenta Toni García Ramón a eldiario.es. «Pero también puede pasar justo lo contrario».
Por eso el periodista y ahora escritor, advierte: «No diría que es obligatorio, como el uso de mascarillas en un supermercado, pero es aconsejable desmitificar a las personas que siempre has admirado. Porque tu idea de ellas puede ser totalmente irreal y, en muchas ocasiones, obviamos algo esencial: que son personas».
También admite que mitificar, colgar posters cuando se es adolescente, generar códigos de conducta y moral inspirados en los demás para hacerlos propios, es totalmente natural. Pero eso solo funciona cuando esos ídolos son eso: pósters. Papel de colores. Cuando toca conocerles, el asunto toma otro cariz.
«Cuando tú has visto a alguien toda tu vida en la tele o en el cine, forma parte de tu bagaje sociocultural», explica el autor. «Han Solo o Indiana Jones son parte de la persona que eres. Y si un día se te sienta delante Han Solo es imposible desligar esa memoria personal de lo que estás haciendo, que es hablar con Harrison Ford». Y Harrison Ford es un señor de 77 años que no sabe quién eres y para el que no significas nada.
Mata a tus ídolos baja los astros del firmamento para hacerles tocar el suelo, para comprenderles como seres humanos, ni mejores ni peores que el lector. Y entre la sátira y el respeto reverencial, traza un camino plagado de historias. Algunas realmente sorprendentes, todas francamente divertidas.
CELULARES ROBADOS Y PUBLICISTAS CASI ASESINADOS
De Harrison Ford, de hecho, García Ramón cuenta que le entrevistó cuando se encontraba promocionando Blade Runner 2049, en la que volvía a interpretar a Rick Deckard. Grabó la entrevista con el teléfono móvil y pasados los escasos minutos concedidos por su agente, Ford se levantó, le dio la mano y se fue rápidamente. Cuál fue la sorpresa del periodista cuando se percató de que el actor que interpretaba a Han Solo se había llevado su móvil, y con él su entrevista.
Tras movilizar a medio hotel, encontró a Ford saliendo del baño y no pudo por menos que decirle: «Oye, Harrison, ¿me has robado el móvil?». Entonces el actor se acercó al periodista y le dijo severamente enfadado: «¿Quién cojones te crees que soy?». Justo antes de esbozar una mueca que muchos cinéfilos conocerán, y sacarse el dispositivo de un bolsillo de la chaqueta. La grabadora seguía encendida.
Jon Cusack le dijo al autor de Mata a tus ídolos que no le llamase nazi, cuando nadie le había soltado tal improperio. Larry David compartió con él recetas de porros de orégano. Jim Caviziel se puso a hacer flexiones en mitad de una entrevista para, acto seguido, afirmar que «A Dios le encantan las flexiones».
Un día David Lynch le dijo que su proceso creativo pasa por tener dos habitaciones oscuras en la cabeza: «En una hay un montón de personajes y tramas. Así que entro en ella, cojo algunas cosas y las pongo en la otra. Sigo ese proceso durante un tiempo y, cuando ya he cogido suficientes cosas, enciendo la luz».
Muchas de estas historias, efectivamente, desmitifican al personaje protagonista. Otras, en cambio, pueden tener el efecto contrario: subyarar la condición de estrella extravagante de alguien como Jack Nicholson.
«Hay publicistas muy buenos, buenos, algunos normales y luego están la inmensa mayoría», dice García Ramón. En las entrevistas con grandes estrellas, estos suelen aparecer para mediar en las preguntas de temas delicados que no se puedan tratar, o para medir el tiempo con cronómetro y no conceder ni un minuto más de lo previsto. Un día uno de ellos estuvo a punto de morir a manos del protagonista de Alguien voló sobre el nido del cuco y El Resplandor.
Nicholson estaba de buen humor y estaba concendiendo una entrevista más larga de lo previsto, cuando el publicista entró para cortar la conversación. Entonces el intérprete de Jack Torrance le echó educadamente y siguió hablando con García Ramón. Pero una segunda interrupción del joven colmó su paciencia: «Oye, chaval, ¿tú sabes lo que le hacía yo a los muebles en Cannes?», le espetó. «Los tiraba por la puta ventana. ¿Quieres que te tire por la puta ventana?”.
UNA APROXIMACIÓN PERSONAL
Durante la etapa que cubre su libro de no ficción, García Ramón perdió a su padre y a su madre. Ambos están muy presentes en el libro. Ella aparece desde el primer momento, pues el libro arranca en agosto de 2012, cuando el periodista entrevistó a María Belón, superviviente del tsunami que arrasó Tailandia en 2004 y en cuya historia se basa Lo Imposible de J. A. Bayona.
Estuvieron hablando largo y tendido y el trato personal hizo que el periodista terminase por contarle que su madre llevaba tiempo con un cáncer que la mantenía apagada en vida. «Tu madre tiene miedo a morir porque no sabe qué hay al otro lado. Dile que al otro lado solo hay tranquilidad», le dijo Belón. Ese mismo día, el periodista le contó aquello a su madre, que horas después falleció mientras dormía.
«A mi madre le daba completamente igual esto del cine. Y le parecía muy raro que alguien pudiera vivir de esto», cuenta García Ramón. «Además era muy descreída y si le decía ‘acabo de entrevistar a George Clooney’, ella me miraba y me contestaba ‘mira, hijo, no hace falta que trates de impresionarme porque soy tu madre'».
Su padre fue, no obstante, una figura central en su cinefilia: disfrutaba del cine y de las historias que lo rodeaban. Cuenta el autor que una vez operaron a su padre y durante la convalecencia él tuvo a bien regalarle la biografía de Groucho Marx. Cuando fue a visitarle, el médico tuvo que reprobarle el gesto: «el libro que les has traído a tu padre ha hecho que se le salten los puntos» de tanto reír.
«Mi padre era muy cinéfilo, pero de aquellos que ven centenares de pelis y no saben el nombre de ningún actor», explica García Ramón a eldiario.es. «Tenía un criterio muy suyo. Era un hombre de pocas palabras y sus dos tipos de calificaciones para las películas eran ‘meh’, que era una película que le daba igual, o ‘molt bona’, que directamente era una obra maestra».
Ambos vertebran la narración. De hecho, se podría pensar que Mata a tus ídolos es un anecdotario de alguien que se ha codeado con las más grandes estrellas y, en cierto sentido, así es. Pero García Ramón no se conforma con compartir un puñado de buenas historias. Su libro es también una aproximación personal a un mundo impersonal: un adentrarse en la farándula sin dejarse cegar por las luces de neón.
Mata a tus ídolos es una exploración de lo que significó la cinefilia para alguien que dedicó veinte años de su vida a ella, pateando festivales por todo el mundo. De lo que implicó para él vivir en el matrimonio —peligrosamente combustible— de profesión y vocación. Un testimonio apasionante de un profesional apasionado.