Dolia Estévez
30/07/2019 - 12:05 am
Derecho a “portarse mal”
Si bien no se pusieron de acuerdo, la conversación, que se condujo de manera cordial y respetuosa, es un ejercicio digno de tomarse en cuenta. El diálogo es el antídoto contra los malos entendidos. El Estado y la prensa son poderes destinados a coexistir. Andrés Manuel López Obrador ha esquivado ese tipo de encuentros. En junio pasado rechazó la invitación del Comité para la Defensa de Periodistas para hablar del impacto que están teniendo sus ataques en la inseguridad de los periodistas.
Washington, D.C.—En febrero pasado, el editor y dos reporteros de The New York Times se sentaron con Donald Trump en la Oficina Oval en un intento por limar asperezas después de dos años de ataques desde la máxima tribuna del poder contra el emblemático diario. Trump trae al NYT atorado en la garganta desde que el diario expuso sus triquiñuelas en su época de magnate y playboy en Nueva York. Al asumir la presidencia, su animadversión se volvió abierta y visceral.
La cita se concertó tras una llamada de Trump a A.G. Sulzberger, descendiente de la familia que ha controlado la línea editorial del NYT durante siglo y medio, para invitarlo a cenar y conversar off the record. El editor declinó y propuso, en lugar, una entrevista on the record que incluyera a dos de los corresponsales de la Casa Blanca del periódico. Nada en lo oscurito. El Presidente aceptó. En la reunión, Trump se quejó por la “cobertura injusta” del diario y pidió que sus reporteros dejaran de portarse mal. Fox News “me trata muy bien”, pero el NYT “me trata tan increíblemente terrible” (The New York Times, 01/02/2019)
Sulzberger respondió que la cobertura seguirá siendo dura y agresiva, pero justa y equilibrada. Lo confrontó directamente sobre los efectos negativos que tienen sus ataques contra la prensa. Trump declinó asumir responsabilidad por el aumento en las agresiones desde que llegó a la presidencia y negó que sus ataques estén teniendo efectos negativos en países donde matan reporteros casi a diario. Sulzberger le dijo que “autócratas extranjeros” han adoptado el termino “fake news” para tratar de censurar medios autónomos que los escudriñan. Engreído, Trump se atribuyó la autoría del concepto. El editor lo exhortó a reconsiderar su campaña de calumnias contra la prensa.
Si bien no se pusieron de acuerdo, la conversación, que se condujo de manera cordial y respetuosa, es un ejercicio digno de tomarse en cuenta. El diálogo es el antídoto contra los malos entendidos. El Estado y la prensa son poderes destinados a coexistir. Andrés Manuel López Obrador ha esquivado ese tipo de encuentros. En junio pasado rechazó la invitación del Comité para la Defensa de Periodistas para hablar del impacto que están teniendo sus ataques en la inseguridad de los periodistas.
AMLO parece preferir la confrontación. Usa la tribuna matutina para calificar a los medios entre buenos o malos. Cada vez crece más el bando de los segundos. La semana pasada, sumó a SinEmbargo, Proceso y The Financial Times, junto con Reforma. Son medios que considera deshonestos, conservadores y fifís. Le disgusta que cuestionen lo qué dice y lo qué hace.
AMLO alude a su derecho de réplica. Sin embargo, su interpretación de ese derecho, que nadie le niega, es incorrecta. De acuerdo con la legislación mexicana vigente, se ejerce el derecho de réplica cuando la información que emite cualquier tipo de medio es inexacta o falsa y causa agravio. La manera de ejercer dicho derecho es demandando un espacio al aire, si es televisión o radio la fuente del presunto agravio, o enviando una carta aclaratoria para su publicación, si el medio es impreso.
Le disgustó una nota sobre el campamento de su hijo que publicó SinEmbargoMx, pero en lugar de enviar una carta desmintiendo el contenido, como establece la ley, calumnió a este portal diciendo que “cobró” chayote con Enrique Peña Nieto. “Ni SinEmbargo, ni sus accionistas, ni sus directivos, ni sus columnistas (entre los que estuvieron Genaro Villamil, Sanjuana Martínez, Gabriel Sosa Plata o Jesús Robles Maloof, hoy en la 4T) aparecieron, aparecerán o podrían aparecer en ninguna lista de chayoteros. Jesús Ramírez y Jesús Cantú, sus hombres de prensa, deberían recordárselo”, respondió el director Alejandro Páez Varela.
AMLO no está ejerciendo su derecho de réplica sino abusando del púlpito presidencial para agredir y tratar de desacreditar a la prensa que le resulta incómoda. Eso no es presidenciable. La responsabilidad de los medios es escudriñar a los hombres, mujeres e instituciones que ostentan el poder, ejerciendo con honestidad y profesionalismo nuestro derecho de libre expresión. Informar es un servicio a la sociedad. Si alguien en el poder considera que estamos publicando información falsa y agravante, debe ejercer su derecho de réplica conforme establece la ley.
AMLO se ha reunido en Palacio Nacional con empresarios nacionales y regionales, banqueros, académicos, obispos, gobernadores, congresistas estadounidenses, organismos internacionales, líderes de oposición extranjeros y boxeadores. Sin embargo, hasta ahora, no ha convocado a los editores de los medios pese a que la prensa es el eje de la democracia y sin ella la sociedad no conocería la realidad diaria de lo que pasa en cada rincón del país.
No es digno de la investidura presidencial estigmatizar a la prensa no zalamera. Ni tampoco es digno arrastrar el debate al desagüe. Actuar de esa manera vuelve más vulnerable a un gremio bajo fuego y daña la reputación del país. El tipo de criticas que AMLO lanza contra la prensa no son constructivas y pueden tener consecuencias potencialmente funestas.
Twitter: @DoliaEstevez
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