Jorge Alberto Gudiño Hernández
Como en algunos de los países más civilizados, en Francia hay personas que reniegan de la vacunación. Más allá de ciertas discusiones en torno a sus derechos o a la libertad, lo cierto es que sus decisiones afectan a la población entera.
Por un lado, nos queda claro que son libros, electrónicos pero libros. Forman parte de la biblioteca. Por la otra, viven en un mundo aparte, no los podemos juntar con los otros, no hay necesidad de empujar para abrirles un espacio, no los podemos ver en los libreros.
Dentro de los esquemas para el regreso a clases durante el próximo ciclo escolar, las escuelas deben diseñar estrategias a partir de diferentes posibilidades.
Un amigo de antaño se reunió, tras casi año y medio, con toda su familia. Todos estaban vacunados. Todos se contagiaron.
Un amigo se queja de que un grupo de paseaperros no recoge sus heces en un parque público y lo insultan porque no quiere a los cánidos, porque considera que él tiene más derechos que los cuadrúpedos o se le desea, fervientemente, que “ojalá pises la mierda y te manches todo”.
Tuve sospechas, como muchos, respecto a esa intención muy incipiente acerca de la inmunidad de rebaño propiciada por un contagio generalizado.
Es cierto, a muchos les urge regresar por diferentes razones. Sobre todo, a aquéllos que no pueden ni pudieron confinarse. Para el resto, la pregunta se vuelve recurrente: ¿no será que tienen razón?
Hace tiempo, un ingeniero me confesó que cuando estaba muy estresado se ponía a resolver ecuaciones.
Si al principio del confinamiento no sabíamos cuánto duraría, para inicios de este ciclo escolar ya estaba claro que los meses se acumularían fuera de las aulas.
Siempre han existido personajes muy oscuros. Excepciones que se convierten en un peligro público, que cambian el curso de algunas vidas y que se insertan en relatos aterradores.
Hay una frontera difusa (que no delgada) entre la culpa y la responsabilidad. Es difusa porque no aplica igual en cada caso.
Hoy me quiero centrar en el libro, ese instrumento maravilloso que nos ha sabido llevar de un mundo a otro a lo largo de, al menos, varias decenas de siglos.
Cuando hay alguien que se beneficia sin razón, otra persona sale perjudicada.
Estudios en diferentes países han mostrado la conveniencia de reducir el número de estudiantes por salón de clases (aumentar el volumen de aire por persona) y mantenerlos mejor ventilados, ya sea con ventanas abiertas, ya con sistemas eléctricos diseñados para tal fin.
En el mundo se sabe que es prioritario vacunar a todos los trabajadores de la salud. Acá se sigue insistiendo en no hacerlo, pensar en una explicación racional para ello es demasiado pedir.
Más tarde, salió un comunicado en el que se explicaba que los doctores particulares nunca estuvieron convocados a dicho centro de vacunación. También, que todos los médicos de hospitales privados que atienden en la primera línea ya han sido vacunados.