Antonio María Calera-Grobet
La acción fue dedicada a todos los niños y niñas de México: su porvenir.
La pintura de Guillermo Olguín es solar y lunar.
Se trata de los mensajes que el señor Benito Askorta hiciera, en tiempos de guerra y desde el lugar de los hechos, a su hija y familiares.
No sé en verdad qué signifique que humanicemos a nuestros compañeros animales, pero creo que debiéramos en todo caso ser un tanto más como ellos.
En otras palabras: han hecho del Centro Histórico un lugar de paso, y de un paso cada vez más rápido. No de paseo y descanso. Y no para todos. Sólo para valientes.
Algo que ahora vaya que se extraña en un arte mexicano cada vez más descafeinado.
De la mano seguiremos los nimios hasta dar con ese bello barco imaginario.
Detrás de todo verso hay un gran gancho que es otro gancho que es un poeta y así.
Las mujeres poetas, sobre todo las jóvenes, necesitan vivir en libertad para poder escribir como lo requiere este tiempo.
El número dos. Lanzarse a cuidarse a la calle, contra quien se ponga enfrente y atente o se atreva a profanar ese dos.
La fuerza de la sangre, esa ilustre fregona, ya ni es nuestra.
¿Qué pasará cuando nuevamente repasemos, lejos de celulares y redes sociales, con calma y gusto, las gavetas de nuestra memoria?
Ahí fue que nos echamos una firma y nos trepamos al Delorean.
Las instituciones culturales más pesadas, es decir, las más paquidérmicas en acción y creación de ideas, se adjudican el derecho de diagnosticar según sus datos el estado de las cosas culturales en un entorno determinado.
Somos, los que mal sobrevivimos, más de carne y hueso y entre ellos sangre (pura sangre que se duerme, levanta y trabaja cada día), que de los bancos, las sendas, sacrosantas, lustradas instituciones.
En esta casa hablamos con los muertos porque están más vivos que nunca.