Unicef destaca la importancia de identificar a menores y familias en situación vulnerable y pide que la ayuda sea «ordenada».
MADRID, 19 de marzo. (EUROPA PRESS).– La guerra en Ucrania ha provocado uno de los desplazamientos más rápidos desde la Segunda Guerra Mundial, con cifras que alcanzan ya los tres millones de refugiados, de los cuales 1.5 millones de ellos niños. La crisis humanitaria no se ha hecho esperar; son 75 mil los menores que cruzan la frontera cada día para dejar atrás los bombardeos y enfrentarse a un futuro incierto fuera del territorio ucraniano.
La situación deja a miles de familias y niños a la intemperie, sin alimentos, con temperaturas que descienden hasta los seis grados bajo cero. Muchos de ellos se enfrentan ahora a la otra cara de la crisis, la posibilidad de ser víctimas de la explotación, la trata o el tráfico de personas.
Ana Garralda, portavoz del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), ha señalado en declaraciones a Europa Press que los refugiados siguen llegando a la zona fronteriza del oeste del país «de forma constante». Desde la ciudad polaca de Rzeszów, cercana a la frontera, ha apuntado que la mayoría son niños y mujeres.
«Si se hace el cálculo hablamos de que desde que comenzó la crisis hay casi un refugiado por segundo, según las últimas estimaciones. Los niños llegan cansados, traumatizados, (…) han dejado todo atrás, todo lo que conocen ha quedado en un entorno de violencia», ha aseverado.
En este sentido, ha resaltado la importancia, especialmente, de que los menores no acompañados sean registrados. «La mayoría vienen de distintos puntos de Ucrania, pero sobre todo del este», ha matizado antes de indicar que, no obstante, «los niños no acompañados no son la mayoría sino un pequeño porcentaje».
«La mayoría vienen acompañados por sus madres o familiares directos, pero se han detectado casos de niños no acompañados. Lo más importante es, por supuesto, registrarlos, saber dónde están en todo momento», ha dicho antes de alertar del riesgo que sufren de acabar siendo víctimas de la trata y el tráfico de personas.
Así, ha expresado la importancia de preguntar a los propios menores. «Algunos llegan con un adulto que dice que es un familiar, pero vemos que el propio niño no lo asegura. Si hay algún tipo de sospecha se deriva al menor a las autoridades competentes y se inicia una investigación para localizar lo antes posible a sus parientes y posibles tutores, porque el objetivo final es la reunificación», ha matizado.
Sobre los procesos de acogida de menores ha recordado que «no se recomienda la adopción en momentos de conflicto», si bien el acogimiento temporal puede ser una solución «siempre y cuando esté perfectamente arreglado y controlado por las autoridades competentes».
Para Garralda, la comunidad internacional debe seguir enviando ayuda apara abordar las necesidades de estas poblaciones, si bien ha destacado la importancia de que dicha ayuda «sea organizada» y «se prolongue en el tiempo dado que todo apunta a que el conflicto va a continuar al menos durante los próximos meses».
«El volumen es inasumible para las organizaciones internacionales, por lo que seguimos pidiendo donaciones, también económicas. (…) Vemos que la solidaridad es abrumadora pero debe ser organizada», ha insistido antes de hablar de una «correcta canalización de la asistencia».
LA SITUACIÓN EN LEÓPOLIS
Joe English, portavoz de Unicef en la ciudad de Leópolis, en el oeste del país, ha relatado a Europa Press que la localidad, que contaba con unos 700 mil residentes, alberga ahora a 200 mil personas de forma adicional debido a la guerra, lo que dificulta la gestión.
Leópolis se ha convertido, según ha explicado, en un punto desde el cual las familias «deciden si cruzar o no la frontera en busca de seguridad». «Es una decisión increíblemente difícil para muchas personas porque muchas tienen que dejar atrás padres, hermanos, hijos mayores… Así que toman esta desesperada y terrible decisión de dejar atrás todo lo que conocen e irse a un país en el que quizá no hablen el idioma», ha lamentado.
La mayoría de los desplazados llegan a la zona tras largos viajes en tren, automóvil o incluso a pie y, tal y como ha destacado, muchos de ellos llevan horas sin comer. «Este gran número de desplazados hace increíblemente alto el riesgo de ser víctimas de la explotación, los abusos, el tráfico de personas», ha alertado.
«Lo que necesitan los niños ucranianos es paz para poder reconstruir sus infancias rotas», ha recalcado English, que ha hecho hincapié en la importancia de los corredores humanitarios.
PUNTOS AZULES
Unicef ha establecido por el momento más de una veintena de puntos seguros para las familias y los niños en las zonas fronterizas. Estas zonas, llamadas Puntos Azules, sirven para apoyar la prestación de servicios de emergencia a las familias más vulnerables y ofrecer un apoyo psicosocial a los desplazados.
Estos puntos son organizados en estrecha coordinación con las autoridades nacionales y locales, en colaboración con otras agencias y aliados sobre el terreno. «Nos preocupa la situación de los menores no acompañados, por eso vamos a tener esos puntos azules. Son puntos de protección para la infancia, donde todo el que llega, mujeres y niños, encuentran un espacio seguro, tranquilo, en el que pueden relajarse del trauma que han vivido y recibir ayuda», ha dicho Garralda.
Los centros tienen capacidad para atender entre 3 mil y 5 mil personas al día y se encuentran actualmente en países como Moldavia, Rumanía, Bielorrusia, Eslovaquia, Polonia, Hungría y República Checa.
Son estos puntos los que juegan un papel importante en el caso de los niños no acompañados, ya que facilitan los esfuerzos de localización y reunificación familiar cuando se han separado de sus familias durante el viaje.
Además, según ha afirmado English, permiten a los niños «jugar y colorear», mientras sus padres «se sientan por fin a descansar un momento». «Allí hay especialistas y consejeros psicosociales que pueden identificar niños y familias vulnerables y garantizar que reciben el cuidado necesario», ha zanjado.