En esencia, esta edición, ilustrada con piezas de muchas regiones de la geografía prehispánica de México, plantea reconocer los diferentes signos y las distintas lecturas del universo que los antiguos hacían a través del cuerpo. Piezas que “nos envuelven en su inmovilidad inquietante”.
Ciudad de México, 24 de octubre (SinEmbargo).- “La representación que cada sociedad hace del cuerpo humano alberga lecturas insospechadas sobre su cosmogonía. Y es que, en la visión de lo corpóreo, se tejen discursos sobre la medicina y la moral, sobre el erotismo y la muerte”.
Hablar del cuerpo mesoamericano en la publicación número 69 de la Revista Artes de México es adentrarnos a las perspectivas de la estética y simbolismo representativo de esas civilizaciones. En esencia, esta edición, ilustrada con piezas de muchas regiones de la geografía prehispánica de México, plantea reconocer los diferentes signos y las distintas lecturas del universo que los antiguos hacían a través del cuerpo. Piezas que “nos envuelven en su inmovilidad inquietante”.
Diversos autores son los que encarnan estas formas y dan vida al presente número. Para iniciar este viaje, como señala David Huerta, “las piezas mesoamericanas nos envuelven en su inmovilidad inquietante, por el sólo milagro de su estar-ahí, estos extraordinarios objetos corporales nos obligan a movernos en torno a ellos, para encontrar los ángulos desde los que mejor descubramos sus esplendores y sus singularidades”.
Por otro lado, Sergio Raúl Arroyo menciona que la corporalidad ha definido a los grupos humanos y ha sido el lugar privilegiado para expresar la imagen del mundo de cada civilización. En este sentido, pensar que la existencia es en primer término, corporal; entender cómo la experiencia se hace carne y esa carne se puede desdoblar a través de distintos soportes artísticos (como el barro), los cuales le otorgan sentido a la intención individual “estética” del pasado.
Pero, ¿el cuerpo mesoamericano puede ser un axis mundi? Alfredo López Austin piensa el cuerpo es el centro, la mediación entre el macrocosmos y el microcosmo. Confluyen en él las formas y las leyes del universo. Se yergue como arquetipo y medida. Se proyecta al infinito y es punto de atracción de las proyecciones externas.
Así pues, la cultura mesoamericana funciona como un mapa, un axis mundi que se estructura como una clasificación dual del mundo a partir de pares opuestos y complementarios. Sin embargo, en su visión siempre fueron importantes las particularidades, las cuales, podemos observar en las variedades que existen dentro de las figuras femeninas, por ejemplo, del occidente mesoamericano ubicado en Nayarit.
¿Qué podríamos decir de lo anterior? Por supuesto que “contemplar el territorio del cuerpo, atender a sus formas y posibilidades, es contemplar activamente el vasto espectáculo de la naturaleza”.
Recordando que el cuerpo también habla. Y no sólo nos sirve para “escuchar” sino también para “hablar” con él. El cuerpo mesoamericano para los habitantes de aquellos pueblos, como bien señala Christina Duveger, vivían un erotismo desbordado tanto en su vida ritual como en su cotidianidad. Pero los aztecas se caracterizaron por la rigidez y mesura de sus prácticas sexuales. Esa rigidez se puede ver en la producción escultórica, la cual, se exorna con el destello amplio y protector de la conciencia. Pero al mismo tiempo, podemos ver más allá de su quietud. Es decir, la vida y la muerte; las relaciones sociales; la naturaleza y sus códigos arduamente desentrañados; el cielo y la tierra omnipresentes y hasta las transacciones económicas y comerciales.
Como menciona Duveger, la manera, el estilo, la forma en que la totalidad está ahí, en esa multiplicidad objetual, abre los horizontes para las definiciones de cada cultura, de cada civilización.
Trazando la línea que Felipe Ehrenberg hace en este recorrido, el cuerpo humano es un microcosmos hecho a semejanza del inmenso mundo exterior. En donde “los creadores pueden ser llamados artistas, o si se quiere, artesanos, es igual, fueron y siguen siendo aquellos que hurgan en la imaginación de sus semejantes para concretar el sueño compartido y devolverlo cifrado en diseños, formas, conceptos, estafetas, que seguirán su travesía en nuestro imaginario.
Finalmente, quien haya visto estas piezas no podrá olvidarlas fácilmente. “Los mexicanos sabemos que nuestra vasta y proteica geografía está repleta de objetos semejantes a éstos, objetos que a su vez, nutren y validan nuestro presente a través de la identidad y cultura”.
