En un polígono de un kilómetro y medio, entre Parajes del Valle y Villas del Campo en el Este de Tijuana, se han localizado 13 cuerpos y restos óseos en el último mes. Muchos de estos hallazgos fueron realizados por familiares que buscaban a sus desaparecidos en una de las zonas más abandonadas por la autoridad.
Una de ellas es Guadalupe, quien la tarde del 4 de enero de 2018 vio a su hijo por última vez. Horas después, mientras Edwin Paul se encontraba en la casa de unos amigos en Villas del Campo, cuatro hombres ingresaron a la vivienda, lo golpearon salvajemente hasta dislocarle la quijada, le sujetaron las manos con las agujetas de sus tenis y uno de ellos hizo una llamada para informar que lo llevarían “al terreno”. Después lo forzaron a subir a un taxi. Desde entonces, no supo más de él.
Por Inés García Ramos
Tijuana/Ciudad de México, 14 de octubre (Zeta/Ciudad de México).– Desde hace nueve meses, cuando su hijo Edwin Paul Ramírez desapareció, la señora Guadalupe García dedica casi todos sus domingos a caminar y excavar los cerros de Villas del Campo, al Este de Tijuana, buscando sus restos. El domingo 30 de septiembre, encontró por primera vez huesos humanos y ropa semienterrados.
Como ha ocurrido con otros cadáveres de los que se ha enterado aparecen en la zona, piensa que esta vez, por fin, podrá descansar de la angustia y el dolor.
“Ese día teníamos cuatro horas buscando, llevábamos palos, picos y nos distribuimos en el cerro. En un descanso nos juntamos para tomar agua en la sombra y donde nos sentamos, una compañera ve un pantalón de mezclilla y el cinto, fue que descubrimos que sí era un cuerpo lo que estaba ahí”, recuerda.
Un video captado en el momento muestra cómo el grupo desentierra los restos. Quienes la ayudan, buscan en las bolsas del pantalón la cartera o alguna pertenencia para identificar el cuerpo. A Guadalupe se le escucha llorando.
“Es un dolor que no se puede explicar, te matan en vida, te arrancan tu vida. Cómo me da sentir esas madres que están pasando por lo mismo, porque somos miles en todo el país. Hay muchas que han encontrado a sus hijos, yo digo ‘Dios mío, dame fuerzas’. Si sí es mi hijo, sería poquito descanso para mi alma, pero al mismo tiempo no quisiera encontrarlo así”, narró días después.
La tarde del 4 de enero de 2018, Guadalupe vio a su hijo por última vez. Horas después, mientras Edwin Paul se encontraba en la casa de unos amigos en Villas del Campo, cuatro hombres ingresaron a la vivienda, lo golpearon salvajemente hasta dislocarle la quijada, le sujetaron las manos con las agujetas de sus tenis y uno de ellos hizo una llamada para informar que lo llevarían “al terreno”. Después lo forzaron a subir a un taxi. Desde entonces, no supo más de él.
LA BÚSQUEDA DE UNA MADRE
El viernes 5 de enero, Guadalupe recibió la llamada de su nuera, quien le avisó que a Paul se lo habían llevado. La mujer llegó hasta Villas del Campo, pero al no encontrarlo ni tener información de su paradero, levantó una denuncia por privación ilegal de la libertad que se integra en la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE).
En estos meses, la autoridad investigadora ha podido recabar algunas pruebas como testimonios de testigos e incluso varias tomas de ADN de cuerpos localizados en la zona para compararlas con las de la señora Guadalupe.
A la par, la señora Guadalupe va recogiendo información que escucha en las calles sobre los lugares donde podría encontrarse enterrado su hijo, así va peinando los cerros, pese a los riesgos de realizar sus propias búsquedas, sin apoyo ni acompañamiento de las distintas corporaciones.
“No tengo miedo, qué más dolor puedo sufrir si me arrebataron a mi hijo. Cómo va a ser posible que en lugar de que la autoridad nos apoye, no lo hace. Lo tiene que andar haciendo uno solo, exponiéndose a que lo maten a uno”, explica.
Edwin Paul dejó dos hijos, cuando su abuela piensa en ellos, dice entre lágrimas: “No pienso rendirme hasta encontrar a mi hijo. Mis nietos le piden a Diosito que le entregue a su papito, me dicen que no llore, que me quieren mucho, pero ven su foto y le dicen ‘papá’ y le dan besos”.
La señora Guadalupe no es la única madre que, desde hace meses, busca entre los cerros de Villas del Campo y Parajes del Valle con la esperanza de encontrar a su hijo desaparecido.
Ante los hallazgos de 13 cuerpos, del 29 de agosto a la fecha, en lo que se ha convertido en un cementerio clandestino, cada vez más personas se unen a las búsquedas.
“Aunque encuentre a mi hijo, yo voy a seguir buscando, apoyando a las demás mamás hasta que encontremos a sus hijos, en las condiciones que sean, pero encontrarlos”.
Hay días en que la señora Guadalupe espera la llamada de Edwin Paul, que le diga que está bien, aunque no pueda verlo, pero hay otros días menos optimistas en los que “si veo una bolsa negra amarrada, pienso que es mi hijo”.
LOS CULPABLES: UNO DETENIDO, PERO POR OTRO HOMICIDIO
A partir de la investigación, la Procuraduría tiene una lista de los sospechosos del crimen. Uno de ellos es Cristian Leonel Thing Taylor, quien se encuentra recluido en prisión por homicidio calificado.
El 27 de agosto se le detuvo en flagrancia mientras privaba de la libertad a dos adolescentes, quienes se encontraban en una casa en la colonia La Morita cuando un grupo de seis hombres armados, entre ellos Cristian Leonel, ingresaron para preguntar por “El Chinola”.
Como no se encontraba ahí, hicieron una llamada y luego repitieron las instrucciones: que se llevaran a los familiares que estaban ahí, por lo que tomaron a dos de ellos, mientras los demás huyeron corriendo.
Los subieron a la fuerza a una camioneta Nissan y, mientras iban por uno de los cerros -cerca de Villas del Campo-, recibieron una llamada para alertarles que una patrulla los seguía. Cristian y su cómplice bajaron del vehículo e intentaron huir, él con un arma AK-47 abastecida, pero fueron alcanzados y detenidos por los agentes.
A partir de este caso, la autoridad investigadora detectó el mismo modus operandi que en el caso de Edwin Paul, por lo que a Cristian se le identifica como parte de una de las bandas que opera en Villas del Campo, privando de la libertad a personas, subiéndolas a los cerros y asesinándolas ahí.
Uno de los investigadores señaló que los móviles de los crímenes pueden ser deudas de drogas, porque no aceptan trabajar con ellos, por algún robo o porque están trabajando para grupos delictivos contrarios.
Sin embargo, el motivo por el que Cristian Leonel sigue en prisión no es por haber privado de la libertad a Edwin Paul o a los otros adolescentes, sino por un homicidio que cometió la madrugada del 11 de julio en la privada Laurel en Villas del Campo, donde una mujer fue asesinada a balazos y dejó a dos hombres gravemente heridos, uno de ellos brutalmente golpeado en el rostro.
Además de estos crímenes, el joven de 21 años tiene antecedentes por delitos contra la salud (orden de aprehensión cumplimentada en 2016), robo con violencia y privación de la libertad.
De los tres otros presuntos responsables, la PGJE establece que uno de ellos es familiar de Cristian Thing.
MÁS CUERPOS, PERO SIN IDENTIFICAR
En septiembre, se cometieron 33 homicidios dolosos en el distrito La Presa Rural, donde se ubican las colonias Villas del Campo, La Morita y Parajes del Valle, escenarios de los crímenes arriba narrados.
No solo se trata de un área con alta incidencia delictiva, sino que la zona montañosa que colinda con estos fraccionamientos, se ha convertido en un punto donde cada vez más cuerpos sin vida son encontrados.
Habitantes de la zona explican que se trata de un lugar con poca presencia policiaca, en gran razón por lo accidentado de los cerros. “A diario tiran cuerpos, se ven cosas horribles y todo impune”, comentó uno de ellos.
Registros recolectados por ZETA, indican que en un polígono de un kilómetro y medio cuadrado entre Parajes del Valle y Villas del Campo, han sido localizados 13 cuerpos sin vida, casi ninguno ha podido ser identificado.
El primero de ellos, de una mujer, localizado por la familia de Viviana Martínez el 29 de agosto, cuya hija fue encontrada una semana antes deambulando cerca del Bulevar 2000.
Aunque la familia identificó la vestimenta, los resultados de los exámenes del ADN aún no han permitido saber de quién se trataba, por lo que la familia no recibe los restos.
Ese mismo día, peritos de la PGJE localizaron otro cuerpo debajo del de Viviana, un hombre; tampoco ha sido identificado.
El 1 de septiembre, un masculino fue asesinado a balazos en un terreno baldío cerca de Avenida Paseo del Campo. Luego, el 4 de septiembre, el cuerpo de otro hombre fue encontrado en un cerro al suroeste de Parajes del Valle.
El 18 de septiembre se localizaron dos cadáveres con disparos de arma de fuego en un lote baldío cerca de la privada Valle Grande Sur en Parajes del Valle. Cinco días después, 23 de septiembre, una madre de familia encontró un cuerpo putrefacto al sureste de Parajes del Valle, también en un cerro.
Por último, el 30 de septiembre, seis cuerpos distintos fueron localizados. La señora Guadalupe García encontró, junto con un grupo de búsqueda, los huesos de una persona con vestimenta masculina en un cerro cerca de las casas en el noroeste de Villas del Campo, y cree, podría ser su hijo.
Más tarde, se reportó al número de emergencias el hallazgo de dos cuerpos, cuando los policías acudieron al sitio, un cerro en el sureste de Parajes del Valle, encontraron cuatro cadáveres, dos encima de otros dos.
Precisamente a partir de ese reporte, los agentes encontraron un cuerpo más, pero ya putrefacto, a unos 300 metros de donde estaban los primeros cuatro hombres sin vida. En todos los casos, la PGJE trabaja en el reconocimiento de los cuerpos.
“YO NADA MÁS QUIERO SABER DÓNDE ESTÁ MI HIJO”
Edwin Paul, confirma su madre, tenía problemas de consumo de drogas y sus antecedentes muestran varias detenciones en los últimos años. De ahí que la señora Guadalupe haya imaginado varios escenarios como que esté trabajando para algún grupo delictivo y le impidan comunicarse con ella.
Después de meses de incertidumbre, la madre de familia ya ni siquiera busca un castigo para quienes pudieron haber asesinado a su hijo. “Qué me voy a ganar yo con que los tengan veinte años en la cárcel, si a mi hijo ya me lo mataron. Lo único es que no anden haciendo lo mismo con otras familias. Yo nada más quiero saber dónde dejaron a mi hijo”, suplica.
En hojas tamaño carta a color, la señora Guadalupe imprimió la fotografía de su hijo junto a un árbol de Navidad. Su nombre en medio, la leyenda “SE BUSCA” arriba y tres números telefónicos abajo. Aunque las ha repartido en Ensenada, Rosarito, Tijuana y Tecate, sólo en una ocasión recibió una llamada. Era una extorsión.
Le exigieron 10 mil pesos a cambio de que le entregaran a su hijo, la voz de la llamada le indicaba que lo tenían secuestrado en una casa de seguridad.
Antes de caer en desesperación, Guadalupe preguntó dos cosas para creerles: que le dijeran cómo le decía a ella o le describieran sus tatuajes. No pudieron hacerlo y desde entonces, no le han marcado para darle información de él.
Uno de los tatuajes de Edwin Paul lleva precisamente la leyenda “Perdóname mamá por mi vida loca”.