La mayor concentración de cultura por kilómetro cuadrado del mundo está en Berlín, la isla de los Museos, que divide en dos el cauce del Río Spree, concentra a cinco de los mejores centros del mundo en los que se custodian joyas como el Altar de Pérgamo, el busto de Nefertiti o la Puerta de Isthar.
Por Viajar Ahora
Ciudad de México, 19 de agosto (SinEmbargo/ElDiario.es).– Si el viajero pudiera echar la vista atrás y ver los orígenes humildes del lugar, se sorprendería del cambio experimentado a lo largo de los siglos. El Río Spree, a su paso por la ciudad de Berlín, hace una especie de giro en ángulo recto que anticipa esa serpiente de aguas verdes que antecede su unión, en impresionantes lagunas y canales, con el Havel. Un codo que divide las aguas en dos dejando en medio un trozo de tierra alargada que antaño fue residencia y lugar de trabajo de humildes pescadores. La Fischerisinsel (literalmente isla de los pescadores) se convirtió, con el paso de los años, en la niña mimada de la capital alemana y hoy, es una de las concentraciones de arte y cultura más importantes del mundo que ha merecido entrar en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.
Los pescadores dejaron paso a los grandes museos hasta el punto de que en apenas un par de hectáreas se concentran cinco de los mejores museos del mundo. Y así, la Fischerinslen se convirtió en la Museumsinsel (isla de los museos) aglutinando la más alta densidad de alta cultura por metro cuadrado del mundo. En apenas un par de kilómetros cuadrados (que se sitúan en el extremo norte) se «apelotonan» el Museo Antiguo (Altes Museum), el Museo Nuevo (Neues Museum), la Antigua Galería Nacional (Alte Nationalgalerie), el Museo de Pérgamo (Pergamonmuseum) y el Museo Bode (Bode-Museum).
Por suerte, la isla sufrió con menor rigor que otras zonas los bombardeos que redujeron a escombros grandes áreas de la ciudad. Los aviones aliados respetaron relativamente el lugar lo que convirtió a las zonas aledañas a la antigua Isla de los Pescadores, en las únicas en las que aún pueden rastrearse los escasos restos de la Berlín histórica; un trozo que nos recuerda a otras grandes capitales centroeuropeas.
Y por eso hay rincones que nos recuerdan a Viena o a Praga. El viajero se encuentra, como aperitivo, con la neoclásica Catedral Católica de Berlín, una obra maestra del neoclásico alemán que se construyó a finales del siglo XIX y que da lustre al Lustgarden (Jardín de Recreo), plaza que antaño sirvió de zona de esparcimiento de la realiza prusiana; porque aquí se construyó el palacio de los antiguos Electores de Brandenburgo, germen del estado prusiano. Pero la zona fue devastada en la Guerra de los 30 años (1618 – 1648) y reconstruida para volver a sufrir los rigores de la guerra durante las Campañas Napoleónicas (1799 – 1815). A mediados del XIX, la monarquía prusiana volvió a reconstruir el centro de la capital alemana con la intención de equipararla a las grandes ciudades europeas. Fue el punto de origen de la actual isla de los museos.
El Museo de Pérgamo es el más célebre y visitado de Berlín; y también un auténtico museo en sí mismo, ya que fue el primero que se construyó expresamente para realzar las colecciones que alberga. La antigua Grecia, Roma, las civilizaciones mesopotámicas y el orbe islámico son el centro de una exposición donde sobresalen el famoso Altar de Zeus de la ciudad Pérgamo, una de las obras cumbre de la arquitectura romana, la Puerta de Ishtar de la antigua Babilonia o la entrada del Mercado de Mileto.
El Museo Nuevo reabrió en el año 2009 sus puertas tras permanecer cerrado desde el final de la Segunda Guerra Mundial está especializado en el Antiguo Egipto, Protohistoria y la Prehistoria. La pieza estrella de sus colecciones es el impresionante busto de Nefertiti, una de las obras cumbre del arte egipcio pero la colección dedicada a la figura del faraón Akenatón es impresionante. Las piezas prehistóricas (sobre todo las salas dedicadas a la Edad del Hierro y los siglos prerromanos) también merecen una visita.
El Altes Museum guarda una heterogénea colección de antigüedades que proceden de todos los museos estatales berlineses. Pero más allá de las piezas en exposición, merece la pena por ver la obra del arquitecto Karl Friedrich Schinkel que, en el primer tercio del XIX supo crear una obra inmortal. Las colecciones griegas son impresionantes, así como las salas dedicadas a la historia de la orfebrería.
El arquitecto Friedrich August Stüler se inspiró en la Acrópolis de Atenas para construir la sede de La Antigua Galería Nacional, que exhibe pinturas y esculturas del Romanticismo alemán, los movimientos de vanguardia del siglo XIX y una buena nómina de artistas contemporáneos. Y el Museo Bode especializado en escultura de la antigüedad, arte bizantino y numismática cierra esta nómina de instalaciones que convierten a la antigua Isla de los Pescadores en el trozo de tierra más culto del mundo.