Cuando contemplen las imágenes de Women: New Portraits estarán mirando a través de sus ojos. Estoy casi segura de que podrán reconocer cualquier fotografía de Annie Leibovitz por el resto de sus vidas, asegura la célebre escritora feminista en el programa de mano de la muestra que tiene lugar en Casa Juárez, hasta el 31 de julio.
Casa Juárez, Prim 30, hasta el 31 de julio
Por Gloria Steinem
Ciudad de México, 9 de julio (Sin Embargo).- Sin importar el medio específico –fotografías, pinturas, dibujos, esculturas-, las personas son casi siempre retratadas como “masculinas” o “femeninas”, como diferentes y desiguales. Sin embargo, en todos los países del mundo existe un movimiento de protesta creciente en contra de esta desigualdad de género.
Annie Leibovitz es y siempre fue una pionera de este movimiento. Gracias a algún rasgo alquímico de su espíritu independiente, a su arte que transgrede fronteras sin necesidad de ser traducido, a su capacidad para capturar un momento que transmite una novela entera y a su propia vida como mujer independiente que es madre de sus hijas, tiene la capacidad de retratar a cada mujer como complemente humana y única.
En esta exposición, tenemos el privilegio de mirar a través de sus ojos.
Y es un enorme privilegio. Nos permite empezar a comprender lo que nos hemos perdido en la imaginería religiosa y la publicidad, en los museos y las películas, en la pornografía y el erotismo; en todas aquellas formas que limitan a las mujeres para que encajemos en el género binario.
Desde luego que esta división también limita a los hombres. Sin embargo, debido a que los hombres han tenido mayor poder sobre la creación de imágenes en una sociedad que divida la naturaleza humana en dos, las mujeres han sido mucho menos proclives a ser vistas –literalmente, vistas- como seres humanos integrales.
De hecho, en ocasiones pienso que la única verdadera división en dos existe entre la gente que divide todo entre dos y la que no lo hace. En la vida real, pueden existir entre tres y cinco ángulos para responder una pregunta y, sin embargo, desde el periodismo hasta el juzgado, parecería que son sólo dos. Algunos estudios muestran que la competencia es mucho menos proclive a producir excelencia que la cooperación, pero como la competencia es vista como “masculina” y la cooperación como “femenina”, se considera que la primera es superior, incluso inevitable.
Me llevó un largo tiempo descubrir que polarizar a la gente no fue siempre lo habitual en el mundo. El género fue inventado a lo largo del tiempo para justificar el control masculino sobre la reproducción –y por lo tanto de los cuerpos femeninos-, pero probablemente representa alrededor de un cinco por ciento de la historia humana.
Por ejemplo, entre los khoi y los san en África, entre los americanos nativos y entre varias poblaciones más, las mujeres utilizaban hierbas, abortivos y el cálculo temporal para decidir cuándo y si debían dar a luz o no. También cultivaban o recolectaban comida, que era tan crucial para la supervivencia como la cacería masculina, veneraban dioses que podían ser tanto femeninos como masculinos y hablaban lenguas como el cheroqui, el bengalí, el luo o el yoruba, que no tenían pronombres de género, no había “él” ni “ella” y aún carecen de éstos. La gente era gente. Qué idea tan descabellada.
Pero los libros de historia rara vez comienzan cuando lo hizo el hombre. Los míos comenzaban con dioses masculinos otorgando a los hombres el dominio sobre las mujeres y la naturaleza, con millones de curanderas siendo quemadas por ser “brujas” porque enseñaban técnicas anticonceptivas, con prácticas racistas que justificaron el colonialismo y con las lenguas romanes que atribuían género incluso a mesas y sillas.
Menciono todo lo anterior porque tendemos a pensar que el género es inevitable. De hecho, durante la mayor parte de la historia humana, nuestro principio organizador fue un círculo, no una jerarquía que utilizaba el género como primer escalón. Lo que compartimos como humanos es mucho mayor que cualquier elemento que nos vida. Estamos vinculados, no clasificados.
Annie Leibovitz captura a las mujeres en toda su variedad humana a idiosincrasia, simplicidad y artificio, valentía y miedo, creatividad de la mente y también como útero; en otras palabras, en toda nuestra humanidad. Una noción tan limitada como la de género no puede abarcar todas las verdades presentes en la exposición “Women: New Portraits” (Casa Juárez, Prim 30, hasta el 31 de julio).
También les ofrece a los visitantes un círculo de conversación, una invitación para explorar las emociones y las ideas creadas por estas imágenes Es una idea bastante alejada del silencio y el aislamiento de un museo y es algo que agradezco.
Si tuviera que nombrar el descubrimiento más transformador de mi vida, serían los círculos de conversación: aquellas reuniones donde todo el mundo puede hablar, todo el mundo debe escuchar y el balance entre ambos fenómenos crea una comunidad. En esta exposición, nos unimos a su círculo de mujeres a lo largo de países, culturas, formas de vivir y de amar.
Como sucede con todas las grandes obras, existe también un elemento de misterio que nos compele a regresar a contemplarla. Para mí, consiste en la forma en que Annie narra la historia única de cada mujer, al mismo tiempo que nos comunica que estamos mirando a través de sus ojos.
En alguna ocasión miré a través de una habitación en un museo y vi una fotografía de montañas verdes bajo un cielo azul. Aunque no sabía que Annie había comenzado a retratar paisajes, además de personas, hubo algo en la fotografía que me hizo acordar de ella.
Y era, en efecto, una imagen de Piligrimage, un libro publicado en 2011 para cuya elaboración viajó sola, sin ninguna tarea específica más que dar rienda suelta a su curiosidad. Aunque personalmente me atraen más las imágenes de personas o animales, aquel paisaje que no incluía ninguna criatura viva produjo en mí un efecto magnético. Estaba mirando a través de los ojos de Annie.
Cuando contemplen las imágenes de Women: New Portraits estarán mirando a través de sus ojos. Estoy casi segura de que podrán reconocer cualquier fotografía de Annie Leibovitz por el resto de sus vidas.
Esto se debe a que logra mirar más allá del género, más allá de los estereotipos, más allá de las máscaras cotidianas, para mostrarnos que todo ser viviente es tanto universal como único.
Eso me incluye. Y los incluye.
Quién es Gloria Steinem Nació el 25 de marzo de 1934 en Toledo, Ohio (Estados Unidos). Su madre, Ruth Nuneviller, fue una presbiteriana de Escocia con ascendencia alemana; su padre, Leo Steinem, hijo de judíos inmigrantes de Alemania y Polonia. Su abuela paterna, Pauline Perlmutter Steinem, fue presidenta del comité de la National Woman Suffrage Association, delegada en 1908 del Consejo Internacional de la Mujer, y rescató a muchos miembros de su familia del Holocausto.
Obras: 1957: The thousand Indias
1963: The beach book
1983: Outrageous acts and everyday rebellions
1986: Marilyn
1991: La revolución interior
1993: Moving beyond words
2006: Doing sixty & seventy
2015: My Life on the Road
