Hacía falta tanta esperanza para apagar tanto fuego

29/03/2015 - 12:00 am

Una novela que empieza con un fracaso. El de un sicario.

Una novela que sigue con una victoria: la muerte por suicidio del sicario.

La muerte, para el joven escritor y cineasta mexicano Juan Patricio Riveroll es un fuego artificial. Es un teatro. Un teatro de títeres manejado desde las sombras por un poder que decide la vida y la muerte de sus semejantes.

Con frases cortas, un estilo seco y directo, la narración de la violencia y la corrupción políticas acontecen en un espacio imaginario, tan reconocible que no necesita de banderas ni escudos nacionales en Fuegos artificiales (Tusquets), la segunda novela del autor (la primera fue Punto de fuga, editada en Nueva York por Sudaquia).

Y hay un punto donde esta historia tremendamente masculina se hace nueva, original, como si nunca hubiéramos sabido de hechos semejantes.

Todo el tiempo el lector, o al menos esta lectora, tiene la sensación de que hay un punto de fuga, una manera de escapar del horror.

De hecho, Weston se escapa.

De hecho, la hija de Fógarty se escapa.

El propio Negrete, el otrora omnímodo, también se deja ir por una callecita lateral de su antes inexpugnable domicilio.

La vida es eso que pasa en una casa vieja, a la que se llega en un auto destartalado.

La vida es eso que acontece cuando se muere tu compañera de siempre, anticipando el retiro previsible.

La vida es esconderse en un pueblo insignificante y experimentar la libertad de trabajar de tendera anónima, por un sueldo magro, sin lazos estrechos con algún prójimo cercano.

Toda esta construcción de la violencia, de deslealtades en pos de un poder que siempre se escapa de las manos y por el que fuiste capaz incluso de convertirte en asesino, es un fuego artificial.

La violencia, la muerte, son un artificio y la existencia humana tiene siempre una salida.

En eso, esta novela es contundente y, tal vez, optimista, tremendamente vital.

Hasta que la acción, como en una rueda mágica e inevitable, empieza otra vez y los fuegos artificiales se convierten en destino, la amistad en lazos peligrosos, el azar en una bomba a punto de estallar minuto a minuto y la novela se vuelve tremendamente femenina.

Como narrador, Juan Patricio Riveroll parece sentirse obligado a sorprendernos en cada página, desmentirse a sí mismo y dejarse llevar por los acontecimientos, como si él mismo no supiera qué va a pasar en las líneas siguientes.

Eso es mucho y aunque suene a cliché, augura una larga y exitosa carrera para alguien que ve la literatura con ojos de cine y esperemos que trate las películas con la misma candidez y esplendor que salen de sus libros.

Ama a Daniel Sada y a Rubem Fonseca. Hay que seguirlo.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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