Entre La Bella y la Bestia

31/01/2015 - 12:00 am

La atracción de los opuestos, el síndrome de Estocolmo, la ceguera amorosa, el despertar sexual, la obsesión inexplicable, el ejercicio de la tolerancia, la mutua aceptación, el instinto de sobrevivencia, la compasión infinita e incluso, temores por una catástrofe ecológica que fomentan amor hacia la naturaleza y, por ende, simpatía por la bestia, son algunos de los argumentos y análisis para dar respuesta a la inaudita relación entre bellas y monstruos.

La incógnita surge de nuevo con el estreno de otra adaptación del antiquísimo relato La Bella y la Bestia, esta vez a cargo del francés Christophe Gans (Pacto con Lobos, Silent Hill) quien asegura ser fiel al cuento de hadas con el agregado visual de una estética preciosista insertada en escenarios virtuales, ornamentada con vestuario excelso y una paleta de colores enfatizada en la tonalidad roja. El enigmático Vincent Cassel a la sombra de la Bestia y la etérea Léa Seydoux, a la luz de Bella.

La narración retoma el escrito de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont (1756), inspirado a su vez en el de la francesa Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve con la historia mundialmente conocida: una hermosa doncella salvará la vida de su padre si acepta vivir en el castillo de una horrible criatura. Saldará así la deuda contraída por su progenitor: una rosa sustraída del jardín de la Bestia. La convivencia entre ambos personajes suscita el amor, luego de que cada uno ha experimentado el rechazo de sus familias y la sociedad. Ante la pureza del sentimiento, se rompe el hechizo, y la Bestia, un príncipe maldito, recupera su condición humana.

Las dos versiones más conocidas son la de Jean Cocteau (1946) con Jean Maray y Josette Day, protagonistas de un acercamiento romántico donde subyace fuerte carga erótica con una Bestia enfrentada al deseo y una Bella narcisista, cuya hermosura es confirmada en espejos, reflejos de agua y pisos pulidos. Después, la realización de los estudios Disney (1991), romance musical que detalla el encantamiento del príncipe, la candidez de Bella acosada por Gastón, un joven cazador; y el añadido de peculiares personajes: objetos domésticos con vida, en realidad, sirvientes encantados. Por cierto, primer largometraje animado nominado al premio Óscar en categoría de Mejor Película.

Otras bellas y míticas bestias han encarnado el desigual binomio romántico en filmes quiméricos: El fantasma de la ópera (Julian, 1925), King Kong (Cooper, 1933), La novia de Frankenstein (Whale, 1935), El monstruo de la Laguna Negra (Arnold, 1954); más recientes, La Mosca (Cronenberg, 1986), Drácula de Bram Stoker (Coppola, 1992), El joven manos de tijera (Burton,1990) o Hellboy (Del Toro, 2004). He aquí algunos de lo más emblemáticos y peculiares.

King Kong y Ann Darrow

Tres versiones: la de 1933 con Fay Wray, la de 1976 con Jessica Lange o la del 2005 con Naomi Watts. El amor imposible entre la rubia sublime y el simio gigante gestó la célebre frase: “Fue la bella quien mató a la bestia”. La atracción en estado salvaje, un primate colosal arrebatado del paraíso por una mujer, dos mundos incompatibles y el fatal desenlace.

Drácula y Mina Murray (Gary Oldman y Winona Ryder)

 

Sean las adaptaciones libres en el Nosferatu (1922) de F.W. Murnau, o el de Werner Herzog (1979); o bien, en Drácula de Bram Stoker de Francis Ford Coppola (1992), el temible ser de la noche ostenta una incontenible carga erótica. El texto de Stoker narra el amor del Príncipe Vlad, el Empalador y Elisabetta, sentimiento inconmensurable que sobrevive al cuerpo y al tiempo. Cuatro siglos después se reencuentran, él convertido en vampiro; ella, recatada damisela. Romance y terror en un juego de seducción onírico y sobrenatural.

Hannibal Lecter y Clarice Starling (Anthony Hopkins y Jodie Foster)

En El silencio de los inocentes (Demme, 1991), Clarice, la agente novata del FBI se entrevista con el psiquiatra caníbal Hannibal Lecter. El propósito del encuentro es dar con la pista del asesino serial Buffalo Bill. La conversación -y la mirada de Lecter- se torna invasora de la intimidad de Clarice y ambos quedan enganchados. El embeleso de Hannibal por la detective se corrobora en la secuencia final, cuando el psicópata le dice: “No tengo intención de visitarla Clarice, el mundo es más interesante con usted en él.”

Edward Scissorhands y Kim (Johnny Depp, Winona Ryder)

El joven manos de tijera (Burton, 1990) ostenta la herencia frankensteiniana del joven creado por un inventor (Vincent Price), con cuchillas en lugar de dedos. Ser diferente en un mundo de intolerancia le impiden integrarse a la comunidad. Su aspecto extraño genera rechazo pero habrá espacio para demostrar sus peculiares talentos en la esquila y un corazón apacible que enamorará a Kim, la rubia representante de una sociedad hostil.

Hellboy y Liz Sherman (Ron Perlman y Selma Blair)

En la ficción de Mike Mignola, el demonio invocado por los nazis se convierte en agente secreto de los Aliados. El Hellboy (2004) de Guillermo del Toro da justa medida a las investigaciones paranormales, a la fuerza bruta del héroe escarlata y al aliento romántico de una relación imposible. El gigante carmesí suspira y se rinde al sentimiento por la frágil piroquinética Liz. Y es correspondido.

En las criaturas confluyen elementos humanos y animales: lobos, murciélagos, moscas, reptiles, primates; o sobrenaturales, vampiros, demonios. Las bellas simbolizan fragilidad y redención. Ellos las aguardan en sus moradas (selvas, castillos, laboratorios, prisiones) para ser redimidos. El encuentro entre ambos conlleva una avalancha de emociones, destinos en concordancia, vínculos improbables e idilios posibles.

Rosalina Piñera
Periodista egresada de la UNAM. En su pesquisa sobre el cine ha recorrido radio, televisión y publicaciones como El Universal. Fue titular del programa Música de fondo en Código DF Radio y, actualmente, conduce Cine Congreso en el Canal del Congreso.
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