La catarsis de «Relatos salvajes»

15/11/2014 - 12:00 am

El filósofo griego Aristóteles empleó en su obra Poética (s. IV a.C) la palabra kátharsis para denominar al fenómeno purificador fisiológico, emocional y espiritual experimentado por los espectadores durante la representación de una tragedia. Al ver esbozadas acciones y emociones negativas y ser testigos de las expiaciones y sanciones que aquéllas merecían se generaba, en consecuencia, un efecto depurador. Sobre la catarsis en el espectador de cine mucho se ha estudiado y analizado sobre el determinismo de las imágenes, la trama y los diálogos expuestos en la pantalla; y de acuerdo con ciertos autores como el escritor y pedagogo español Gonzalo Anaya Santos en La esencia del cine. Teoría de las estructuras el cine (2008), éste funciona como una psicoterapia.

Sirva todo el rollo anterior para entender un poco más el impacto catártico experimentado en las butacas durante la proyección de «Relatos Salvajes» (2014), cuarto largometraje del bonaerense Damián Szifrón, película que abre la edición 57 de la Muestra Internacional de Cine, la cual dio inicio desde el 7 de noviembre en Cineteca Nacional y otras sedes como el Cinematógrafo del Chopo o la Sala Julio Bracho en Ciudad Universitaria. El destacar este filme no demerita la excelencia de películas que incluye la tan ansiada muestra como el trabajo reciente de maestros como esa leyenda viviente que es el francés Jean-Luc Godard con «Adiós al lenguaje»; cintas galardonadas en los festivales de cine más importantes como «Leviathan» del ruso Andréi Zviáguintsev, premiada Mejor Guión en Cannes; «Ida» del polaco Pawel Pawlikowski merecedora del Gran Premio Asturias o «Güeros» del mexicano Alonso Ruizpalacios, Mejor Ópera Prima en Berlín. Además, de joyas de autores de culto como «Mapa a las estrellas» del canadiense David Cronenberg y «Sólo los amantes sobreviven» del estadounidense Jim Jarmusch.

El caso de la argentina «Relatos Salvajes» (2014) es que conjunta seis relatos cortos en donde sus protagonistas son arrojados a situaciones límite, por lo que atraviesan la línea de la cordura y reaccionan con impulsividad desde su lado más salvaje. Tres cuentos destacan en particular por su visceralidad y apego a la realidad de un mundo «civilizado» que pone a prueba la prudencia y el juicio del más santo. Suceden en Argentina pero son tan parecidos a la cotidianidad de México y otras partes del mundo en donde la fatalidad de la burocracia, el tránsito y la corrupción agravian al más confiado y apacible ciudadano.

De acuerdo con las propias declaraciones de Szifrón, él comenzó a escribir éstas pequeñas historias con el fin de liberar sus frustraciones, y de paso eximir las nuestras, cabe decir. Demos cuenta de ellas: en El más fuerte, protagonizada por Leonardo Sbaraglia y Walter Donado, dos automovilistas enfurecidos se odiarán hasta la muerte. La primera vez que ambos personajes se encuentran ocurre en una carretera a mitad del desierto, ajenos a embotellamientos, al ruido del cláxon y al agobio de los semáforos. Ni en ese lejano y solitario páramo puede un irascible conductor actuar en paz. Así que uno le entorpece el paso al otro por el simple placer de fastidiar al prójimo. El incidente genera insultos y señas ofensivas, a partir de ese momento se dará una despiadada persecución en donde ambos intercalarán los roles de víctima y verdugo hasta el delirio y el desenlace fatal. Anunciado el acantilado en donde uno puede derrapar habrá de ser más conscientes y respetuosos del derecho del otro al sentarse tras el volante.

En La Propuesta, la corrupción -ese cáncer que nos acomete a niveles de metástasis- es el tema eje. Los actores Alan Daicz y Germán de Silva, entre otros, recrean una historia en donde el cohecho se gesta en el seno del hogar. Un accidente automovilístico, una víctima inocente, un adolescente distraído, unos padres sobreprotectores, un abogado diestro en corruptelas, un funcionario enviciado y un voluntario chivo expiatorio se enfrascan en una lucha de oportunismo voraz, de propuestas indecorosas y un alud de conflictos éticos y morales sobre declararse culpable, evadir la ley o hacer lo políticamente y humanamente correcto.

El relato Bombita ejemplifica la eterna y desigual contienda de un civil ante la omnipresente burocracia que pretende poner orden sembrando más caos. Imaginen el peor día de su vida, ahora, agréguenle un par de arbitrarias multas y el interminable papeleo con la pérdida de tiempo y dinero que conllevan. A Ricardo Darín le toca experimentar el infierno de un «Día de furia», ¿recuerdan al civil desempleado William Foster (Michael Douglas) lanzándose al abismo de la ira ante el tránsito desquiciado, el agobiante clima y las hamburguesas despachurradas de «Un día de furia» (1993, Joel Schumacher)?

Darín interpreta a Simón, especialista en explosivos y mártir de los inmovilizadores neumáticos provenientes de la grúa vial en turno. Pues a este buen hombre, ejemplar ciudadano y padre amoroso, una falta administrativa le estropea la vida. Estacionado en un lugar sin la correcta señalización, una grúa de recuperación vial será el vehículo de su desdicha por venir. Horas de trámites, multas despiadadas y funcionarios sordos van minando el sano juicio del personaje. La venganza de Simón contra el sistema arrancará en los espectadores risas de satisfacción perversa, el placer del desquite, la catarsis de la revancha virtual, ficticia.

Otro autor, el psicólogo y guionista argentino Eduardo Goldman, en el libro «El cine, una terapia al alcance de todos» (1984), sostenía que las historias fantásticas podrían auxiliar a superar temores y situaciones difíciles al generar la risa a través de relatos delirantes. Lo que supone encontrar en un ambiente seguro y controlado, como lo es una sala de cine, un bálsamo de desahogo para el estrés citadino, los actos de corrupción, el abuso de la autoridad y las tropelías del sistema sin que nadie nos pida detallarlo en un documento foliado, engrapado y con doble copia.

Rosalina Piñera
Periodista egresada de la UNAM. En su pesquisa sobre el cine ha recorrido radio, televisión y publicaciones como El Universal. Fue titular del programa Música de fondo en Código DF Radio y, actualmente, conduce Cine Congreso en el Canal del Congreso.
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