Dicen las malas lenguas que en todo movimiento de protesta hay tres etapas: la de ¡No pasarán!, la de ¡No volverán a pasar! y la de ¡Haremos como que no pasaron!, en una actitud de franca negación de la realidad. Algo similar le está ocurriendo a Alfredo Castillo, el Comisionado para la Seguridad Pública en Michoacán. Las autodefensas no iban a avanzar, y avanzaron. Luego nos aseguraron que las iban a desarmar y no volverían a avanzar, y no solo avanzaron sino que ya tomaron Pátzcuaro. Lo que sigue es que el Comisionado pase a la etapa de negación y simplemente haga como que no avanzaron.
El vehemente discurso con el que las autoridades estatales y federales aseguran que las autodefensas no serán toleradas y que no permitirán que avancen sobre Morelia tiene un pequeño problema de coherencia: ¿Cómo fue posible que el miércoles mil 500 hombres armados, en un convoy de 150 camionetas se hayan desplazada a su anchas por la misma carretera que conecta Uruapan, Pátzcuaro y Morelia sin que nadie les impidiera el paso? Mil 500 hombres armados es un ejército; es la mitad de la nómina policíaca de una ciudad como Guadalajara o Monterrey, o el mismo número de elementos que envió la Policía Federal a Michoacán. Mover ese “ejército” requiere logística, abastecimiento, y sobre todo se ve y se siente. ¿Por qué esos mismo que hoy detienen al grito de «¡no pasarán!» pasaron como perros por su casa, deteniéndose en cada poblado, citando a reuniones, tomando el control de los pueblos?
Si las autodefensas están ya en Pátzcuaro es porque los gobiernos federal y estatal lo permitieron. Más aún, si un año después siguen creciendo es no solo porque son toleradas, sino incluso promovidas por el Estado. El problema de abrir la puerta a la justicia por mano propia, a los ejércitos paralelos y a los grupos con atribuciones para-gubernamentales es que después es muy difícil regresarlos al redil. La cantidad de armamento que está circulando en Michoacán y de personas movilizadas que dejaron ya sus actividades “normales” para dedicarse a esto son, inevitablemente, un problema futuro. Baste un ejemplo: cuando se permitió que la temida Dirección de Seguridad Nacional se saliera de sus cauces constitucionales para combatir a las guerrillas urbanas, nunca más pudieron regresarla al redil y una buena parte de los elementos de dicha corporación terminó en el negocio del narcotráfico o el secuestro.
Las autodefensas pueden ser útiles al Estado en tanto son un ejército irregular que combate a un enemigo común: Los caballeros Templarios. Pero de lo que podemos estar seguros es que cuando se actúa fuera del marco de la ley la solución de hoy es el dolor de cabeza de mañana.