Sostiene Carlos Enrigue, que los diputados, asambleístas y regidores salen más baratos en su casa, que trabajando. Y tiene razón: cada ocurrencia que les viene a la mente se convierte en una nueva ley, que generalmente solo sirve para hacernos más complicada la vida y generar un nuevo gasto. Si hemos de tenerlos porque no hay más remedio, democracia obliga, sale más barato mandarles el sueldo a sus casas (prometemos no pasar lista, ni andar haciendo reportajes sobre el número de intervenciones en tribuna o iniciativas presentadas) que tenerlos trabajando. La graciosa concesión de que los diputados repartieran 25 mil millones de pesos del presupuesto (el equivalente a lo que gasta Yucatán en un año) en obras para sus distritos, no solo va en contra de toda lógica presupuestal, sino de la división de poderes.
Siendo Vicente Fox presidente, fue la primera ocasión en que los legisladores movieron a su antojo el presupuesto: un diputado de Tabasco había etiquetado nueve albercas para su municipio. El entonces secretario de Hacienda, Francisco Gil Díaz, le dijo al presidente que no se preocupara, que él se encargaría de que no bajara un solo peso para las albercas, ni ninguna otra de las necedades, pero el entonces Presidente, en un arranque de cordura, que no eran muy frecuentes, decidió llevar el tema a la Corte para que ésta decidiera de quién era la facultad de elaborar el presupuesto. Quedó claro que se trata de una facultad del Ejecutivo, que debe sancionar el Legislativo.
Entregarles 25 mil millones a los diputados para que jueguen al Santaclós, cumpliendo deseos y promesas de campaña, es la peor manera de invertir el de por sí escaso dinero del erario, o si se prefiere, es la mordida más cara de la política nacional. Muy poco de ese dinero va a terminar realmente invertido en obras de beneficio social, es más, muchas no se van a hacer porque no hay proyectos ejecutivos. Lo que sí va a suceder, es que los diputados tendrán un nuevo elemento a corromper.
Las historias de los diputados que exigen diez por ciento por etiquetar un proyecto en el presupuesto, no son nuevas, vienen de años atrás, aunque, por razones obvias, no se ha podido comprobar. El mismo día que se anunció la eliminación de los bonos para diputados, se autorizó este presupuesto absurdo. Si todos los diputados piden su diez por ciento, son 2 mil 500 millones de mordidas, un promedio de 5 millones por curul. Este año, siguiendo el proverbio chino, no les dieron pescado, les dieron la caña, asumiendo que si ya llegaron a diputados, sin duda saben pescar. El bono, pues, se lo cobrarán a lo chino.