Hay ocasiones en que las palabras sobran, cuando los hechos son claros. Todo México vio la guillotina mediática que se montó para sacar los maestros del Zócalo antes del 16 de septiembre, y se impone con la fuerza una reforma laboral, que discrimina a los maestros como un gremio de trabajadores sin estabilidad laboral.
Las negociaciones fueron –o son si es que siguen–, duras como el granito. Muy pronto el gobierno expresó: hay reformas fundamentales en las cuales no vamos a negociar, sólo podremos atemperar algunos efectos en el área laboral, pero la permanencia por evaluación va y de que va, va. Todos los legisladores del Presidente cerraron filas tras el jefe inclinando el dedo pulgar hacia el suelo, como las tribunas romanas pidiendo la muerte del gladiador vencido.
Desde luego que el movimiento magisterial no ha sido vencido, todavía faltan muchas jornadas de lucha antes de que un Gobernador firme una cancelación de nombramiento por «insuficiencia» mientras los adicto-evaluadores ya celebran el fin de la prueba Enlace, pues ya no interesa evaluar los resultados de los educandos con la de los maestros basta.
Los maestros son una pieza fundamental en la construcción del país, y no hubo negociación posible con ellos, aunque pusieran a México de punta.
No han pasado muchos días y empiezan a correr la segunda y tercera reformas necesarias para el país, la energética y la fiscal. Y las dos son codependientes una de la otra. No se puede liberar fiscalmente a Pemex si no hay alternativas para recaudar lo que la paraestatal aporta a los ingresos del país, y mientras no se le libere fiscalmente, no habrá clientes para co-invertir en la industria de la sangre del demonio.
Hasta la primera premisa, todos los enemigos de la toma del Zócalo coincidieron: “hay que abrir Pemex a la inversión privada”. Pero al momento de pagar la cuenta de la privatización, se rompió el bloque de la globalización modernizadora: sí, que se privatice, pero a mí me respetan mi estatus de contribuyente privilegiado. Sobre todo los hombres del capital en el norte.
Por la cercanía con el comercio americano hay razones atendibles de estos empresarios –verdades tan claras como la defensa del principio de estabilidad laboral de los profesores–. Una verdad de a kilo es que los comerciantes de Juárez no pueden competir con El Paso con un IVA del 19%, apenas lo hacen con el 11%. Saben que apenas empiezan a recuperarse de la guerra y se ponen manos a la obra, amenazan con un paro del comercio, con no pagar impuestos, con cerrar empresas maquiladoras para irse a China, y tal como los maestros “exigen negociar”.
Las presiones de los comerciantes e industriales juarenses son tan ilegítimas como los paros de los maestros. Imagínense un paro comercial en la frontera, o un complot para no pagar impuestos, son actos y palabras inaceptables por un gobierno que acaba de enseñarles los colmillos a los docentes.
Pero oh sorpresa, muchos legisladores del Presidente han manifestado su simpatía con los hombres del capital fronterizo, se empiezan a abrir canales de comunicación, y hasta Beltrones, aliado número dos del poder, se desmarca de la propuesta integral en materia fiscal para atender a los norteños.
¿Qué cambió? Las televisoras y los grandes periódicos han sido cautelosos, usan lenguaje objetivo, son comprensivos del riesgo de la pérdida de empleos al perder capitales, todo mundo coincide en que hay que negociar y con buenas formas. Por eso repetimos el título de este artículo: para el gobierno no son los mismo “los pelao’s del norte”, que los pelados de Oaxaca.