Aire, agua, ruido, tránsito, hacinamiento… Todo lo que daña la salud de los habitantes del DF

07/12/2015 - 12:01 am

Las ciudades, como el Distrito Federal, se caracterizan por extraer recursos naturales de otros lugares, falta de áreas verdes por persona, altos índices de contaminación (aire, agua y suelo), vulnerabilidad por el hacinamiento, entre otros factores no sustentables que finalmente dañan la salud y la economía de la mayoría de su población.

Una mejor dispersin de los contaminantes
Los Habitantes De La Ciudad De México Se Desenvuelven En Un Ambiente Que Enferma Foto Cuartoscuro

Ciudad de México, 7 de diciembre (SinEmbargo).- Coexistir con más de 22 millones de personas –total aproximado de habitantes del Distrito Federal y del área Metropolitana–, implica una eminente reducción de la calidad de vida, de acuerdo con organismos internacionales de salud y expertos en la materia.

Las ciudades como el Valle de México se caracterizan por extraer recursos naturales de otros lugares, falta de áreas verdes por persona, altos índices de contaminación (aire, agua y suelo, principalmente), vulnerabilidad por hacinamiento, entre otros factores no sustentables que finalmente dañan la salud y la economía de la población.

Gustavo Ampugnani, líder de proyecto de Megaciudades de Grennpeace, informó que el ruido dentro y fuera del transporte público, la congestión vehicular, los malos procesos en la verificación de automóviles, el mal manejo de basura, el desequilibro en la creación de áreas protegidas, entre otras situaciones, impactan en el medio ambiente y en la calidad de vida de los capitalinos.

«La calidad de vida está relacionada con los impactos a la salud. Si se habla de ruido, afecta directamente al sistema auditivo; si se habla de congestionamiento, de emisión de gases, pues como uno se expone cuando camina pues pueden existir dolores de cabeza o afectaciones al sistema respiratorio», ejemplificó Ampugnani.

La ciudades donde se consumen la mayoría de los recursos y donde se genera el 70 por ciento de los gases de efecto invernadero. Son asentamientos humanos que dependen de otras regiones para satisfacer sus necesidades. Por ejemplo, 51 por ciento de las ciudades en el mundo sólo ocupan el 2 por ciento de la tierra, o sea que hay mucha gente habitando en lugares pequeños, consumiendo los recursos naturales. Y ese consumo provoca muchos de los problemas en el medio ambiente», agregó el ambientalista.

El catedrático de la Universidad Iberoamericana, Sergio Molano Romero, explicó que el congestionamiento vehicular afecta relaciones de pareja, familiares y laborales.

“Si yo dedico dos horas en el traslado de la casa al trabajo, ya tengo dos horas de desgaste, y además dos horas de regreso, traigo 10 o 12 horas acumuladas de tránsito-trabajo y otra vez tránsito. Ello puede afectar mi relación de pareja o familiar o cualquier otra por el malestar que ocasiona permanecer encerrado en un auto o cualquier tipo de transporte”, expuso el académico.

El tránsito no sólo tiene un impacto social y psicológico, dijo Molano, si se toma en cuenta que en promedio cualquier trabajador pierde entre tres y cuatro horas al día en el transporte, a la semana (lunes a viernes) invierte entre 15 y 20 horas, y al mes entre 60 y 80 horas que bien podría reflejarse una gran parte de ese tiempo en producción laboral, recreativa, afectiva en casa o simplemente de descanso.

La contaminación en la Ciudad de México provoca al menos 4 mil muertes, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Sin embargo, la Secretaría de Medio Ambiente del DF (Sedema), el 80 por ciento de los contaminantes en la ciudad provienen de estados vecinos, como Estado de México, Puebla, Tlaxcala o Hidalgo.

De acuerdo con los registros históricos de la calidad del aire de la Sedema, los días de más contaminación, principalmente por partículas dañinas para la salud, en algunos casos incluso tóxicas, son el 25 de diciembre y el 1 de enero por la quema de juegos pirotécnicos. «Los más sensibles son los niños, los adultos mayores, y las personas con algún problema respiratorio o cardiovascular».

La degradación ambiental y la exposición a contaminantes provocan 24 por ciento de la carga de la enfermedad mundial y el 23 por ciento de todos los fallecimientos, de acuerdo con cifras del Instituto para la Métrica y Evaluación de la Salud (IHME, por sus siglas en inglés).

La mala calidad del aire, acceso a agua no segura para beber, alteraciones climáticas, residuos sólidos municipales provocan muertes en México, según el Instituto Nacional de Salud Pública. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) informó en 2010 que existieron 20 mil 496 muertes anuales atribuidas a la contaminación del aire por material particulado en exteriores; 1.75 por ciento de la carga de enfermedad (461 mil 454 años de vida saludables perdidos ajustados por discapacidad). Con ello, la contaminación del aire es el segundo riesgo medioambiental más importante para la salud humana.

La Organización Mundial de la Salud (OMS), con datos de 2012, estima que la mala calidad atmosférica provoca en México 14 mil 734 muertes prematuras anuales.

El Instituto Mexicano para la Competitividad AC (IMCO) informó que la contamicón le costó a los mexicanos 14 millones de pesos en el periodo de 2010 a 2013. En el mismo periodo se registraron más de 19 mil muertes prematuras en las 34 ciudades más grandes del país –que exponen a casi 59 millones de habitantes a su polución–, las cuales fueron analizadas por este instituto en su Calculadora de riesgos por contaminación atmosférica.

Unos 11.5 mil millones de pesos corresponden a pérdidas de productividad; 2.5 millones de pesos a gastos en salud: muertes prematuras, 19 mil 242; hospitalizaciones, 53 mil 191; y consultas médicas, 3 millones 110 mil pesos.

En la actualidad, el 90 por ciento de los 350 millones de vehículos que circulan en la Ciudad de México utiliza gasolina, lo que contribuye al incremento de la contaminación. Tan sólo el DF contribuye con 5% del total de las emisiones totales de gases de efecto invernadero en el país, es decir, 31 millones de toneladas de carbono (CO2) equivalente, de acuerdo con datos de Gas Fenosa.

«El manejo de la contaminación cuesta 3 mil millones de pesos al año, suma que no garantiza la eficiencia del sistema de tratamiento y recolección de los desechos», refiere la revista Forbes.

EL AGUA EN LA CAPITAL

Por otra parte, el ineficiente sistema de drenajes en la Ciudad de México, la falta de costumbre para dar a las mascotas agua purificada y la contaminación, hacen que el agua potable sea sucia y condene “a millones de personas” a enfrentar una serie de enfermedades derivadas de la mala calidad del líquido, coinciden especialistas en un estudio reciente estudio hecho por investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

La institución analizó 100 muestras de agua de la llave en la Ciudad de México y encontró 84 microorganismos de nueve especies diferentes, las cuales suelen estar presentes en los desechos humanos y animales. Una bacteria, el Helicobacter pylori, asociada con las úlceras y el cáncer gástrico, se encontró en todas las muestras. El E-coli, que causa diarrea y las infecciones del tracto urinario, también apareció. Los virus, incluyendo el virus de la Legionella, de la hepatitis A y rotavirus que puede conducir a enfermedades del hígado y las vías respiratorias, se presentaron en el agua que fue sometida a pruebas.

El diario británico The Guardian publicó un artículo del fotógrafo y escritor Kurt Hollander, y que es una adaptación de un extracto de su libro Several Ways to Die in Mexico City (Distintas maneras de morir en la Ciudad de México), en el que destaca la contaminación del líquido en el Distrito Federal, la ciudad que, según sus cálculos, utiliza más agua que cualquier otra en el mundo y cuya calidad es de las peores en el planeta.

“El excremento que yo y otros millones de personas cada día volcamos en los inodoros en toda la Ciudad de México, tiene un viaje increíble por debajo de las calles de la ciudad, a través de 6 mil millas de tuberías, 68 estaciones de bombeo y casi 100 kilómetros de canales, túneles, diques y lagos artificiales. Y tiene una extraña habilidad de encontrar su camino de regreso a mí”, narra la historia y agrega que ese regreso es a través del agua potable.

Establece que gran parte de la contaminación en el agua de la capital se debe a que durante la época de secas, los virus y bacterias en los desechos humanos y animales se impregnan en el aire y permanecen estáticos en el ambiente y es cuando empieza la temporada de lluvias que llegan al sistema de alcantarillado de la ciudad y posteriormente a los grandes mantos freáticos que posteriormente abastecen de agua a la ciudad.

Cabe recordar que desde el año pasado se ha desatado una polémica por la calidad del agua en la Ciudad de México; científicos como Marisa Mazari, del Instituto de Ecología de la UNAM, sostienen que el líquido que llega del Cutzamala no es apto para consumo humano en algunas épocas del año, debido al mal olor y sabor producidos por un alga que genera daño en el hígado.

Otros investigadores de la casa de estudios, como Ramiro Rodríguez del Instituto de Geofísica de la UNAM, sostienen que “la calidad del agua en el Distrito Federal no es mala. Si bien hay algunas zonas donde contiene sulfatos y nitratos de origen natural, estos no afectan su potabilidad porque están dentro de los niveles aceptados para consumo humano, también hay otras donde el agua es completamente pura. Son problemas muy puntuales que se pueden resolver”.

El año pasado se encontró en el agua capitalina la presencia de la llamada alga geosmina que produce toxinas que provocan daños en el hígado, así como sensibilidad en la piel y conjuntivitis. Mazari explicó que la NOM 127-SSA1-1994 marca que, para ser agua apta para el consumo, debe ser inodora, insabora e incolora, pero según The Guardian, el líquido que llega a la capital tiene un olor ferroso y un color café.

Sobre la mala calidad del agua del Cutzamala, Luis Zambrano, investigador del Instituto de Biología de la UNAM, coincidió con Mazari. La geosmina, detectada el 31 de mayo de 2013 en las presas Valle de Bravo y Villa Victoria, produce un desagradable aroma y sabor a tierra en el agua.

El problema se presentó en las delegaciones Azcapotzalco, Miguel Hidalgo, Benito Juárez, Coyoacán, Cuajimalpa, Magdalena Contreras, Tlalpan, Iztapalapa, Iztacalco y Venustiano Carranza.

La organización internacional Greenpeace detalla que el esquema para gestionar las aguas negras en el Valle de México es “caduco”, pues el sistema de drenaje junta las descargas fecales, con agua de lluvia y son vaciadas a los ríos y finalmente en los océanos, cuya consecuencia es la contaminación de la vida en todo el recorrido; en lugar de realizar acciones integrales y locales para atender esta problemática.

“Si estas aguas fueran tratadas y aprovechadas en lugar de ser expulsadas, el Valle de México ya no tendría que quitarle agua a otras entidades. Es un absurdo que esto no se aproveche y es que el modelo lineal de manejo actual del agua en la Cuenca del Valle de México es insostenible , y se basa en la idea de que el agua es un bien a extraer o importar, utilizar y desechar”, informa la organización.

“El agua se contamina y por tanto se desperdicia cuando existe una crisis de agua en la Ciudad de México. Lo que pasa es que no notamos qué pasa con el agua, que el hecho de tener agua al abrir la llave es a costa de la sobreexplotación del manto acuífero en la zona urbana y de la importación de otros lugares, como el sistema Lerma y Cutzamala. Por eso la solución es tratar el agua donde la descarguemos y donde la tenemos. Se trata de aprovechar, tratar y rescatar. No se trata de tirarla a los ríos y contaminar todo a su paso”, explica Paloma Neumann, campañista de la Operación Ciudad de Greenpeace.

Neumann asevera que el sistema de descarga de aguas negras no es funcional y pone de ejemplo Planta de tratamiento de aguas residuales de Atotonilco, la más grande de América Latina, cuya inversión se estima en más de 10 mil millones de pesos, la cual tuvo que haber sido entregada en 2012 pero a la fecha sigue sin operar.

“No queremos más gigantescos elefantes blancos con inversiones millonarias. Necesitamos cambiar el paradigma sobre el agua: tratarla donde se ocupa, aprovecharla y no contaminar los ríos”, refiere.

en Sinembargo al Aire

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