El excéntrico personaje llama a los rusos a usar su moneda, el rublo, y a rechazar todo lo que venga del mundo occidental.
Ciudad de México, 5 de octubre (SinEmbargo / Global Voices).- Stas Baretsky es un hombre grande en un abrigo rojo que recientemente ha salido en los medios porque le gusta morder latas de cerveza. Cuando realiza esta maniobra, la cerveza explota hacia delante y deja el suelo mojado de espuma y burbujas. Hubo un tiempo, desde 2005 al 2008, en el que Baretsky formaba parte del famoso grupo de música rusa Leningrad. Gracias a su inusual tamaño y talento para destrozar aluminio con sus dientes, Baretsky, este verano, se ha renombrado a sí mismo como paladín contra las importaciones occidentales.
A mediados de septiembre hizo público su último ataque contra las cosas que no son rusas, cuando quemó, masticó, pisoteó y después roció con cerveza una pila de dólares y euros. Baretsky indicó que el dinero era sus ahorros de toda la vida y sumaban un total de aproximadamente 20 mil dólares. Antes de quemar el dinero en efectivo, se dirigió a “todos los empresarios de Rusia” para pedirles que siguieran su ejemplo y se liberasen de las molestas monedas extranjeras. “Necesitamos utilizar nuestros propios rublos”, gritó y entonces, se deshizo de “los papeles extranjeros” [El dinero que Baretsky quemó, ha resultado ser falso].
Después de tener algunos problemas para conseguir que el “dinero” se quemase, Baretsky se metió el taco en la boca y posó para los videos y las fotografías. Los transeúntes corrieron y lo grabaron con sus iPhones y Samsung Galaxies, una ironía, ya que su anterior maniobra supuso un ataque a los aparatos extranjeros de una tienda de electrónica el pasado 27 de agosto. Para su siguiente maniobra, comunicó que planeaba quemar su BMW y subir el video a Internet.
Desde la anexión de Crimea por Rusia en 2014 y su continua intervención en el este de Ucrania, Moscú ha seguido una política en expansión de “sustitución de importaciones” que implica la sustitución de los productos extranjeros por aquellos hechos en Rusia. El movimiento es un fenómeno de la vida política actual de Rusia que Vladimir Putin se ha visto recientemente obligado a rechazar en público, ya que se ha convertido en “una especie de fetiche”.