En Yucatán, caballos son destripados por toros en los torneos de lazo y por «tradición». A pesar de violar la Ley, autoridades no detienen la práctica.
Ciudad de México, 30 de septiembre (SinEmbargo).– Los cuernos de un toro le rebanaron el vientre. Corriendo, ya sin jinete, el color marrón rojizo de un caballo se confunde con el escarlata de las entrañas que de su centro se desprenden y quedan tiradas en el suelo. Atrás.
El caballo sigue andando y del toro huye. Ciertamente ignora que ya le ha alcanzado la muerte y que su vida se le ha desprendido como se le desprendieron las tripas al huir de la cornada.
«¡Ay Dios mío!», se oye decir a una mujer entre gritos.
El animador, en el micrófono, da indicaciones:
«[Para] toda la gente que ha venido hoy y que está filmando, la única recomendación es que no lo suban al ‘feis’: no permitamos que gente ajena a nuestro estado venga a criticar nuestras tradiciones y nuestras costumbres. Ninguno de nosotros estamos de acuerdo en que sufran los animales pero, los vaqueros que vienen saben que puede haber accidentes».
Con vida y sin vísceras, el caballo yace de pie y sacude la cabeza. Apenas puede sostenerse. Entonces unos hombres entran con una lona –lona que usan para tapar a los caballos que mueren– y jalan al animal como si éste aún pudiera caminar. Hasta entonces cae. No pudo huir del toro, y tampoco de la muerte.
Lo descrito anteriormente se puede ver, sin restricción de edad, en un video de YouTube subido por el diario local Yuca. Y también puede atestiguarse, igualmente por niños que por adultos, en alguna plaza de 85 de los 106 municipios que forman Yucatán.
Bajo el argumento de que es una tradición, los torneos de lazo se han realizado en ese estado desde hace varios años. «Pero esta práctica no puede ser considerada como tal –asegura Ernesto Maurin, representante de Movimiento Animalista Ciudadano (MAC)–: No existen registros históricos de que se practicara ancestralmente. Ésta es una actividad joven, y surge hace aproximadamente diez años», explica.
En su origen, el atractivo era constatar la habilidad de los vaqueros que, montados a caballo, lograban lazar a un toro. «En ese entonces, la idea era ver la destreza del vaquero lazando a un toro cebú, un animal inofensivo; pero con el paso del tiempo los organizadores encontraron que era ‘más conveniente’ meter animales matreros, como toros de lidia, condicionados previamente para atacar a los caballos.
«Entonces comenzaron a surgir accidentes y vieron que eso alentaba a la gente. Al parecer, les daba emoción o morbo ver cómo se destripa a un caballo y fueron viendo que en realidad ese era el negocio; que llamaba más la atención ver cómo mataban a un caballo que ver la destreza del jinete. Ahora el éxito de los torneos de lazo es ver a cuántos caballos destripa un toro», explica Maurin.
Y es tal el éxito, que antes de quedar en la memoria de los aficionados el nombre de algún jinete, resuena el nombre de algún toro por sus «hazañas» en los ruedos,; como «El Sinaloense», un toro de lidia que saltó a la fama y es «una leyenda de los torneos de lazo» porque logró matar a más de 100 equinos. «Cuando anunciaban a ese toro lo anunciaban como ‘el terror de los caballos'», indica el activista.
De acuerdo con su información, hoy día los torneos de lazo se practican en alrededor del 80 por ciento de los municipios de Yucatán (existe un total de 106), con una periodicidad de dos semanas y, en todos, al menos un caballo resulta destripado.
Esta actividad se realiza a los ojos de autoridades federales, estatales y municipales aun cuando a cada una de ellas les compete sancionarla.
Gustavo Larios, representante de la Asociación Mexicana por los Derechos de los Animales (Amedea) sostiene que «los torneos de lazo dejan ver a un gobierno absolutamente primitivo sin el menor sentido del respeto a la ley. Un gobierno primitivo en todos sus niveles, porque estos animales están protegidos desde la legislación federal, con la protección de animales de consumo [en México el caballo es uno de ellos], y por la Ley Federal de Sanidad Animal. Por lo que no pueden ocurrir estas cosas en ninguna región del país. Además, en Yucatán hay una Ley para Protección a la Fauna y existe una reforma al Código Penal que considera delito hacer estas cosas. Tampoco los Ayuntamientos hacen nada.
Con hechos como éste, los tres niveles de gobierno son exhibidos en su absoluta mediocridad porque este tipo de prácticas deben ser sancionadas con la ley en la mano y la autoridad ha estado simplemente ausente y no ha sabido establecer respeto a un régimen de derecho. Es una vergüenza la actitud de las autoridades.» acusa.
De acuerdo con Ernesto Maurin, estas actividades son clandestinas, no obstante, se realizan en espacios abiertos y con amplia convocatoria local. En el siguiente video, colgado en Youtube por Yucatán Ahora, puede apreciarse la forma en que se realizan estos torneos, el maltrato al que son sometidos los animales e incluso la presencia de menores de edad (parte derecha de la pantalla).
ADVERTENCIA: IMÁGENES FUERTES
Con anterioridad, en entrevista para este medio, Eduardo Batllori Sampedro, titular de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Medio Ambiente (Seduma) en Yucatán, declaró que se realizaría una «revisión y un reconocimiento de prácticas o rituales relacionadas con usos y costumbres que tengan que ver con fauna y cómo se deben resolver esas situaciones [puesto que] algunas prácticas que se dicen tradicionales [como el torneo de lazo] no están contempladas en la ley».
Sin embargo, Gustavo Larios y Ernesto Mauri señalan que no se precisa de dicha revisión puesto que ya existe una legislación formal y vigente con la que se sanciona la actividad, inclusive cuando pudiera ser considerada parte de usos y costumbres. La impunidad, aseguran, no responde a un vacío legal, sino a ineptitud, falta de voluntad y complicidad de las autoridades:
«Si no hay sanción es porque hay falta de personal de las autoridades estatales para inspeccionar y falta de capacitación para interpretar las leyes y hacerlas cumplir. Tú vas a la Seduma a denunciar y te turnan al Ministerio Público y nadie te levanta la denuncia. Hay total desinterés e impunidad hacia estos casos.
«Además, existe una complicidad de las autoridades locales porque hemos visto que algunos de ellos son precisamente empresarios taurinos o son parientes de ganaderos, y entonces entre ellos hacen el negocio. Incluso había uno que entre sus hermanos tenía a uno en el negocio de toros de lidia y otro le daba la concesión para la venta de bebidas alcohólicas. Así que para él los torneos de lazo son un negocio redondo para su familia», explica Maurin.
«Finalmente –continúa– hay falta de responsabilidad de las autoridades tanto municipales como estatales porque no son capaces de brindar otro tipo de espectáculos a la gente. La gente acude a los torneos de lazo porque no existe otra alternativa de entretenimiento».
Gustavo Larios coincide con esto, y agrega que la ausencia de canales para acceso al empleo, cultura y arte han propiciado este tipo de espectáculos que, señala, son generadores de violencia. «Y debemos entender que la violencia genera, a su vez, delincuencia. Por eso vivimos en uno de los países más violentos del mundo».
«En todas las épocas de la historia humana han existido personas violentas, abusivas y crueles, pero a quien le compete poner el límite a esta circunstancia es al Estado. El gobierno tiene la obligación, y cuando tiene los instrumentos legislativos para ello es imperdonable su ausencia. Esta impunidad generada desde el propio gobierno nos avergüenza como nación y tiene que ponerse fin a ella», concluye.
El Movimiento Animalista Ciudadano (MAC) de Yucatán inició tiempo atrás una petición en Change.org en la que exige un «alto a los actos de crueldad extrema en contra de animales que se realizan en Yucatán«, entre los que se incluyen las corridas de toro, torneos de lazo y la polémica práctica del Kots Kaal Pato.