Ciudad de México, 5 de noviembre (SinEmbargo).– De la fidelidad incuestionable de sus aficionados y de su buen trabajo en las fuerzas básicas, el Atlas de Guadalajara ha construido una fama que lo acreditan como una institución distinta al resto. En Colomos, las instalaciones del club han sido comparadas con las de los grandes equipos europeos de élite. Situados en un suelo apasionado por la pelota, dividen la pasión de los tapatios con Chivas, a pesar de la diferencia del paladares. El «Rebaño Sagrado» presume sus 11 títulos de liga, mientras que el solitario campeonato atlista, es un lastre duro de cargar.
Esta temporada, con un colchón positivo en la porcentual patrocinado por un débil Atlante, los rojinegros han tenido irregularidad en la liga mientras para sorpresa de la mayoría, se han sabido situar en la final de la Copa Mx. La esperanza de festejar está a tope en la comunidad atlista tan fiel como deseosa de probar lo que desde hace más de 60 años no llega a Colomos. En una noche histórica, Atlas se mide a Morelia en cancha de los michoacanos con algo más que la disputa de un simple título. Ayer, unos bloqueos en la autopista, amenazaban seriamente con la presencia de 5,000 aficionados rojinegros en el Estadio Morelos.
En semifinales, Atlas vistió de blanco como escapando de los fantasmas del pasado. El rival jugaba de local con toda la ilusión de confirmarse como la gran sorpresa de la temporada. Los Alebrijes de Oaxaca sucumbieron hasta la tanda de penales con el orgullo por delante y la cara bien en alto. El Atlas se situó en su primera final desde 1999. En aquel medio día de Toluca, un equipo histórico que jugaba mejor que todos, no pudo frente a uno Diablos ordenados. En penales, el cuadro atlista dirigido por La Volpe en el banquillo y por Rafa Márquez en cancha, dejó ir la oportunidad de coronarse por segunda vez en su historia.
En Morelia, se saben favoritos por cuestiones de mera estadística. El equipo del argentino Carlos Bustos, luce como un serio aspirante en liga, basando su juego en los despliegues veloces por las bandas y un certero atacante como Héctor Mancilla. Los michoacanos juegan en casa la disputa de un trofeo que todavía sigue siendo menospreciado por un gran sector de la afición. La Copa Mx ha llegado como una alternativa para saciar los deseos de aquellos que no han podido coronarse en el paso de los años.
En la última edición, Cruz Azul terminó un letargo de 16 años sin alzar un título. En Cancún, en condición de visitante, vencieron a un Atlante que se jugaba su única carta sería en la temporada. Hoy las condiciones son similares para un Atlas concentrado en revertir aunque sea un poco una larga mala racha. De pronto, para una afición, la Copa tiene la importancia de cualquier competencia de carácter internacional. Para un pueblo, ganar el partido de esta noche, significa el primer trago de gloria en varias generaciones. El atlista, apasionado por naturaleza, tiene una cita obligada junto a un plantel que sabe lo que está en juego.
Sin el sol pleno del 99, pero con la misma condición de ser visitantes, los rojinegros se juegan reconvertir la ilusión en pura realidad. El misticismo de un equipo, frente a la potencia de una institución michoacana que ha sabido construir un cuadro con aspiraciones altas. En la cancha, Jefferson Montero, Héctor Mancilla, Omar Bravo o Facundo Erpen, protagonizarán una de esas noches que empiezan a ser típicas de copa, de duelos sin mañana con todo por decidir sin un partido de vuelta. Hay 62 años de sequía. Jugar en cancha ajena, frente a un equipo en teoría mejor, es lo de menos.