Por Javier Herrero
Madrid, 10 may (EFE).- Iggy Pop no es tan fiero como lo pintan. En su visita a Madrid para presentar una bebida de fuerte sabor amargo, matiza que no fueron tantas las actuaciones en las que se clavó vidrios rotos o comió carne cruda, y confiesa que bajo ese físico fibroso, hay tanto de cordero como de lobo.
A Madrid ha llegado a sus 66 años exhibiendo pecho -literalmente- y un recientísimo disco junto a The Stooges, «Ready to die» (Fast Possum Records), en el que habla de «la depresión, la inseguridad mundial, las malas religiones, la crisis, el sexo y el dinero».
«El dinero es un mal dios», advierte James Newell Osterberg Jr, alias Iggy Pop, uno de los estandartes del movimiento punk que en los años 70 plantó cara a los desmanes del capitalismo en Reino Unido, y que opina que, comparado con sus comienzos, «el mundo actual es más frío y más frágil».
Se retrotrae entonces a su niñez, en la que no había tanto pavimento ni todo estaba tan cuadriculado. «Tampoco había comunicación global, ni lujos ni las llamadas oportunidades del nuevo mundo», admite, pero ahora todo depende de algo.
«El sistema financiero es como una vieja máquina de pin-ball, en la que es necesario que el dinero fluya constantemente y con mucha rapidez y sin eso, la gente muere», lamenta.
No son estos, sin embargo, los tiempos más amargos que Iggy Pop ha probado en carne propia. «1973 fue un mal año para mí», recuerda sobre los días en los que luchaba por sacar adelante su disco «Raw power», «sin derechos, sin dinero, sin reconocimiento».
Fueron pocos los que entonces prestaron atención a aquel álbum, el tercero de su carrera junto a The Stooges, y la banda se separó un par de años después, aunque con la perspectiva que da el tiempo, «Raw power» ha quedado como una de las piezas fundamentales sobre las que se edificó el punk.
Eran tiempos de letras agresivas y eso requería una puesta en escena acorde. «En algunas actuaciones es posible que hubiese vidrio roto, pero en un par, igual que lo de la carne cruda, etcétera, etcétera», precisa el músico, que atribuye a la prensa y la gente chismosa haber hecho más grande esa leyenda.
«Sería un estúpido si voy a tu casa a tomar el té y escupo en la alfombra, te golpeo y grito a tu mujer, pero si sobre un escenario me comporto como si fuera a tomar el té, eso también haría de mí un estúpido, así que siempre trato de actuar acorde con el lugar donde estoy», dice Pop, que para los periodistas en Madrid reserva sus maneras más amables.
La «iguana del rock» no ha perdido sin embargo el toque «punk». En su entrevista con Efe, el cantante se descalza nada más llegar de la rueda de prensa en la que ha presentado el nuevo «Limón Dry» de Schweppes.
Admite que para algunos -«o muchos», apunta- su enésima colaboración con una marca publicitaria le quita credibilidad a su discurso, al convertirse en parte del sistema. «Pero otros piensan que soy más creíble ahora», defiende.
En la portada de «Ready to die», se presenta como un hombre-bomba bajo la mirilla de un rifle, listo para deslenguarse.
«Todos somos un objetivo. Lo somos por ejemplo de la publicidad, de los políticos… Hay gente que quiere tu dinero, convertirte en un esclavo. Si te casas, tu mujer puede demandarte y por la calle incluso pueden dispararte. En mi caso, soy un objetivo aún mayor, porque soy más visible», explica.
Sea como fuere, aquí sigue, en activo y aparentemente inasequible al paso del tiempo gracias a la práctica del chi-kung, dice. Echa la vista atrás, a su turgente esposa, al tumulto que aún provoca a su paso y, con sus vivos ojos azules, su profunda voz grave y esa sonrisa un tanto diabólica y traviesa, le espeta a aquel terrible 1973: «¡Venganza!». EFE