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David G. Jara habló con SinEmbargo sobre su Tratado de ciencia canalla, un trabajo que expone “las causas y las consecuencias de algunos de los sucesos más aberrantes en los que se ha empleado esta disciplina del conocimiento y que no podemos permitirnos olvidar para no vernos condenados a repetirlos”.

Ciudad de México, 30 de julio (SinEmbargo).– Experimentos con sífilis implementados en la población negra y pobre de Tuskegee, en Alabama, y años después en guatemaltecos; estudios sobre la hepatitis en los que se experimentó con menores de edad con discapacidad mental; torturas que padeció la población china a manos de los invasores japoneses y experimentos que los nazis desarrollaron con sus prisioneros en los campos de concentración son ejemplos que el doctor David G. Jara expone en su Tratado de ciencia canalla (FCE), un recorrido por las prácticas inhumanas cobijadas falsamente bajo la bandera del conocimiento científico.

La ciencia es la mejor estrategia que tenemos de conocimiento sin ninguna duda, pero es una estrategia hecha a imagen y semejanza del ser humano, por lo tanto tiene nuestras virtudes y también nuestros defectos, en algunos caso los científicos se equivocan, en muchos casos confunden los medios con el fin y entonces el objetivo de este tratado es ver en qué hemos ido fallando, para intentar aprender de esos errores y minimizarlos, porque evitarlos del todo va a ser muy difícil”, comentó el autor en entrevista con SinEmbargo.

El trabajo de David G. Jara recopila de esta manera algunos episodios de la historia reciente de la Humanidad en la que la Ciencia ha sido desvirtuada y empleada para los intereses de una nación o para un objetivo alejado del bienestar común.

Jara, doctor en bioquímica y profesor de ciencias en el CEO El Mirador de la Sierra en Villacastín, España, expuso que una manera para explicar estas prácticas parte del contexto en el que se sitúe, por ejemplo, ahondó, “cuando hablamos de la medicina nazi, estamos hablando de una ideología que ‘busca mejorar la raza’”, y cuando hablamos de la búsqueda para un tratamiento para la sífilis para los americanos en la Segunda Guerra Mundial se debió a que en la Primera Guerra Mundial hubo más bajas por esta enfermedad que en combate.

“El contexto es la clave y determina quién permite y quién no permite, incluso a veces, estando claramente en contra de la sociedad […] Entonces, hay dos motivos, uno es que el contexto lo determine una guerra, una ideología mayoritaria, una pandemia, que pueden hacer que relajemos nuestros límites; y en otros casos es la separación que ha habido y sigue habiendo entre lo que publican los científicos y lo que llega a la sociedad, que muchas veces ni se enteran hasta que los periodistas no lo ponen en un periódico, en una radio o en una televisión”, indicó.

Tratado de ciencia canalla, un libro de David G. Jara.

Sobre esto último, el Tratado de ciencia canalla expone el caso de Tuskegee dado a conocer a la opinión pública el 25 de julio de 1972 en las páginas de The New York Times, que entonces reportó cómo científicos y médicos del Servicio de Salud Pública de los Estados Unidos habían estado desarrollando durante 40 años un estudio sobre la sífilis a través de la experimentación con centenares de personas enfermas a quienes de forma deliberada no se les suministró tratamiento. El estudio se llevó a cabo con el objetivo de determinar, una vez muertos los enfermos, los daños que la enfermedad provoca en el cuerpo humano, y aunque fue dado a conocer de forma pública por el Times, ya había sido reportado, sin mayor impacto, en revistas médicas.

“En este caso el Servicio Público de Salud de Estados Unidos confundió el fin; el fin es proteger a la humanidad, no protegerse a ellos, y ellos querían saber cómo combatir todas las enfermedades venéreas, no matando, pero sí haciendo que los soldados volvieran a su país de la Segunda Guerra, ya tenían la experiencia de la primera que pasó a lo bestia, entonces se veían en una situación extrema y dijeron, ‘bueno, primero nosotros’”, comentó David G. Jara.

De hecho, comentó, el posterior estudio realizado en Guatemala —en donde médicos estadounidenses infectaron conscientemente a habitantes de este país— lo intentaron hacer antes en Estados Unidos y los periodistas se les echaron encima y fue imposible hacerlo. “Si se abrió la puerta por casualidad fue fantástico para ellos, ‘no son ni siquiera estadounidenses, no tendremos a la prensa encima porque ni siquiera se van a dar cuenta’. Luego, cuando Barack Obama lo supo, llamó para pedir perdón y reconociendo lo que se había producido, lo que el Gobierno de su país había permitido”.

—¿Son racistas estás prácticas? —se le preguntó al doctor y académico español.

—Si hablamos de racismo, el situar un individuo, una persona, en un nivel inferior, todas son racistas. Cuando hablamos de los negros de Alabama, los propios médicos estadounidense los colocan en un escalafón inferior, cuando hablamos de Franco y los guineanos igual y si hablamos de los nazis y los japoneses, coreanos, ya ni escalafón ni nada, directamente los sacaron de la especie humana. Para mí no sé si llamarlo racismo, pero obviamente es situar a todos nosotros en diferentes niveles, sino es difícil hacer eso, la empatía te lo impide.

David G. Jara expuso que esta “ciencia canalla” emplea en ciertas ocasiones una idea científica que esté bien asentada y la modifica a su entender. Foto: Cortesía.

David G. Jara expuso que esta “ciencia canalla” emplea en ciertas ocasiones una idea científica que esté bien asentada y la modifica a su entender. En el libro se da cuenta del caso de Sir Francis Galton, primo de Charles Darwin, quien sustentó la eugenesia —la modificación de los rasgos hereditarios en la especie humana— en el Darwinismo. “Todas esas ideas escogen una idea científica para desvirtuarla”, refirió.

Por eso, señaló, “es necesario que la población tenga ciertos rudimentos científicos para que sepan cuándo les están tomando el pelo, cuándo les están diciendo cosas que la ciencia jamás diría o que poco tienen que ver con la ciencia”.

Jara dijo que actualmente existe un problema propiciado por la facilidad que han dado las redes a todo tipo de opiniones, lo cual ha llevado que en algunos casos se le dé más importancia a lo que diga un deportista que lo que digan 400 científicos. “Ese es el problema, o me fío más de este youtuber que es muy gracioso y es el que veo, que lo que dice este científico [..] hemos deslegitimado a los científicos y hemos subido arriba, a dar opinión y pensamiento, a figuras que dedican a jugar al futbol, a jugar al tenis o a cantar”.

Cuestionado sobre si la pandemia ha sido el mejor ejemplo para poder entender cómo funciona la ciencia canalla, el doctor David G. Jara dijo que él ha sacado dos conclusiones, una buena y otra menos buena, en ese sentido:

“La positiva es que la ciencia ha vuelto a demostrar que podemos confiar en ella. Que pueden salir casos de cosas que se han hecho mal, estoy seguro que pasará y pasará con el tiempo, pero de ésta no hubiéramos salido si no fuera por la ciencia, eso lo tengo clarísimo. Y luego la parte negativa, los científicos se han visto en el mismo nivel de opinión que los tertulianos de televisión o que los políticos, eso no puede ser, no es lo mismo, y es un problema”.

En ese sentido, advirtió que como sociedad hay que estar atentos a los brotes de la “ciencia canalla”. “No soy pitoniso, pero en casos extremos tenemos que estar atentos, todo es susceptible de cambiar. Ahora tenemos una legislación a nivel mundial muy importante con respecto a la experimentación con humanos, pero todo es susceptible de cambiar. Yo tampoco pensaba que un señor como Donald Trump iba a gobernar Estados Unidos y ha pasado, entonces todo es susceptible de cambiar, y es bueno saberlo por si vuelve a suceder”.

Obed Rosas

Es licenciado en Comunicación y Periodismo por la FES Aragón de la UNAM. Estudió, además, Lengua y Literatura Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras.

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