Luego de un año de pandemia, la ciencia ha logrado avances a pasos agigantados para responder al SARS-CoV-2, pero algunas preguntas sobre qué ocurrirá en un futuro a mediano y largo plazo con respecto al virus aún persisten. Aquí mostramos algunas de ellas y las posibilidades que podrían deparar.
Por Noemí G. Gómez
Redacción Ciencia, 9 mar (EFE).- Lograr en meses varias vacunas contra la COVID-19 es un hito, como también lo es secuenciar en pocos días el genoma del SARS-CoV-2 o descubrir su llave para entrar en las células humanas. La ciencia ha demostrado su papel clave y sigue empeñada en aclarar las importantes incógnitas que aún quedan por resolver.
¿Cuánto duran los anticuerpos luego de una infección? ¿Y la inmunidad de las vacunas? ¿Pueden los vacunados contagiar el coronavirus? ¿Cómo reaccionará el SARS-CoV-2 ante una población distinta a cuando comenzó la pandemia? ¿Seguirán preocupando las variantes? ¿Y las reinfecciones?
Responder a estas preguntas es vital para afinar en las estrategias de vacunación, para saber si habrá que actualizar/sustituir o no las vacunas o para decidir sobre la severidad o flexibilidad de las restricciones; en definitiva, para dibujar nuestro próximo futuro.
PRESIÓN DE SELECCIÓN
Una de las grandes cuestiones que quedan por responder es cómo se comportará el virus ante la nueva «presión de selección», explica a Efe Iñaki Comas, investigador del Instituto de Biomedicina de Valencia, España (IBV-CSIC), y director del consorcio SeqCovid-Spain, encargado de la secuenciación de miles de genomas del SARS-CoV-2.
El coronavirus empezó infectando a una población que no estaba inmunizada, que no tenía una respuesta ya preparada contra él, pero ahora, aunque no esté claro cuánto dura la inmunización, hay un porcentaje de la población que ya ha pasado la infección y otro porcentaje que está vacunado o se vacunará en los próximos meses.
Por lo tanto, el SARS-CoV-2 no va a tener «un territorio virgen por explorar», sino que «va a tener que luchar contra unos sistemas inmunes previsiblemente preparados para reconocerlo y atacarlo. Y no sabemos cómo va a reaccionar a esta nueva presión de selección».
«Así como sabemos que el virus de la gripe todos los años termina escapando un poco a las vacunas, por eso se cambian cada año, en el SARS-CoV-2 lo desconocemos».
La teoría dice que, en general, el «escape vacunal» no es tan común como podemos pensar y la tasa de mutación de este coronavirus no parece tan alta como la de la gripe, «por lo que en principio esperaríamos una cierta estabilidad por lo menos de varios años».
La idea con la que se especula es que cuando haya suficiente inmunidad termine convirtiéndose en un virus estacional, sólo con picos en momentos favorables, por ejemplo en invierno, cuando se usan más los espacios cerrados. Pero es pronto para afirmarlo; quedan, insiste el investigador, varias incógnitas por aclarar.
Y es que, en la actualidad existen variantes del virus, con una acumulación de mutaciones que se caracterizan por algo que antes no veíamos y que preocupan porque, si bien ahora no ponen en cuestión las vacunas, podrían hacerlo. Si fuera así, habría que modificarlas o, incluso, sustituirlas por otras que ahora están en ensayo clínico; lo positivo, dice Comas, es que además de las de Moderna, Pfizer o Astrazeneca hay muchos proyectos en Fase III (la última).
¿QUÉ SE SABE DE LAS VARIANTES QUE MÁS PREOCUPAN?
Los virus mutan siempre, dentro de su proceso biológico, y se replican. Aunque en ese sistema de copia hay mecanismos de corrección, estos a veces fallan provocando una acumulación de errores o mutaciones que pueden desembocar en una nueva variante.
Ahora, en buena parte de los países preocupan sobre todo la británica, brasileña y sudafricana, aunque hay más: la de Río de Janeiro, la californiana, la nigeriana o la de Nueva York.
De la que se tienen datos «más robustos» es de la B.1.1.7, conocida como la británica; «tenemos claro que tiene un 50 por ciento o más de transmisibilidad que la original (Wuhan)» y, aunque no parece comprometer el sistema inmune ni las vacunas actuales, sí podría aumentar ligeramente la gravedad de la enfermedad y la mortalidad.
Sobre la sudafricana (B.1.351) y la brasileña (P.1) se sabe poco, agrega Comas. Parece que la primera sí podría afectar a nuestra capacidad de neutralizar el virus. «No la elimina, pero sí la compromete algo».
Existen varios estudios -en revistas como Nature o The New England Journal of Medicine-, aunque con pocas muestras, que apuntan en esta dirección, a posibles reinfecciones y a una menor eficacia de las vacunas actuales sobre todo contra esta variante sudafricana.
No obstante, aunque preocupa y hay que «perseguirla», como a otras, aún es prematuro sacar conclusiones, subraya Comas, quien recuerda que los preparados que están en el mercado parten de una eficacia muy alta y que la respuesta inmune a la infección es mucho más compleja que solamente los anticuerpos.
De hecho, estudios preliminares han demostrado que otros brazos de la respuesta inmune -linfoticos T- no se ven afectados por las variantes.
En cuanto a la brasileña, se sabe menos aún, según Comas; se estudia su transmisibilidad y escape a la respuesta inmune. Sí se ha visto, como en las otras, una reducción de títulos de anticuerpos neutralizantes en sueros de vacunados.
«Lo importante es tener un sistema de vigilancia capaz de secuenciar un número representativo de muestras para identificar estas variantes y las que vengan», resume el investigador.
¿ESTÁS VACUNADO? NO BAJES LA GUARDIA
Las vacunas han demostrado un beneficio rotundo, pero aún no ha pasado el suficiente tiempo para aclarar algunas dudas. Otra importante es si las personas vacunadas pueden contagiar el virus.
Investigadores han insistido en muchas ocasiones que las vacunas no son esterilizantes, es decir, inmunizan bien «contra el sufrimiento» (COVID grave) pero parece que no lo hacen totalmente para evitar que una persona vacunada expuesta al coronavirus lo pueda multiplicar.
Por eso, como no se sabe si los vacunados van a ser seguros de cara a los demás, hay que seguir tomando las mismas precauciones de distanciamiento social, mesura y mascarillas colocadas correctamente.
Además de éste y la vacunación universal, la ciencia tiene que seguir investigando antivirales porque apenas se dispone de tratamientos específicos efectivos.
Desde que se detectaron los primeros casos en diciembre de 2019 en Wuhan y mucho antes de que la mayoría de países tomaran medidas, científicos de todo el mundo se ha afanado por escudriñar un coronavirus que, si bien se ha investigado en tiempo récord, aún arrastra incógnitas.
Además de cuestiones sobre vacunas o la inmunidad tras una infección, siguen existiendo preguntas claves sobre cuándo, dónde y cómo el SARS-CoV-2 infectó a los humanos por primera vez. La ciencia continúa su trabajo.