Los profesionales médicos, de cirujanos a paramédicos, se arriesgan desde hace mucho a las lesiones o la intimidación en el puesto de trabajo, sobre todo en zonas de conflicto.
Por HELEN WIEFFERING y JOSHUA HOUSING
Ciudad de México, 3 de marzo (AP).- Dos enfermeras nigerianas fueron atacadas por la familia de un paciente de COVID-19 fallecido. A una enfermera le arrancaron el cabello y le causaron una fractura. La segunda quedó en coma tras la golpiza.
Tras las agresiones, las enfermeras del Centro Médico Federal en la ciudad suroccidental de Owo dejaron de atender a pacientes y exigieron que el hospital mejorase la seguridad. Pasaron casi dos semanas antes de que regresaran al trabajo, protegidas por guardias de seguridad en todo momento.
“No damos la vida. Es Dios el que da la vida. Nosotras sólo cuidamos o atendemos”, dijo Francis Ajibola, líder local de la Asociación Nacional de Enfermeras y Matronas de Nigeria.
El ataque en Nigeria a principios del mes pasado fue uno de los muchos sufridos por trabajadores sanitarios de todo el mundo durante la pandemia del COVID-19. Un nuevo reporte de Insecurity Insight, con sede en Ginebra, y el Centro de Derechos Humanos de la Universidad de California en Berkeley identificó más de mil 100 amenazas o actos violentos contra personal o instalaciones de salud el año pasado.
Los expertos concluyeron que unos 400 de esos ataques estaban relacionados con la COVID-19, muchos motivados por el miedo o la frustración, subrayando el peligro que rodea al personal sanitario cuando es más necesario. Insecurity Insight describe un ataque contra la atención sanitaria como cualquier violencia física o intimidación a trabajadores o instalaciones médicas, y sigue la pista de incidentes en todo el mundo a través de agencias de noticias, grupos humanitarios y publicaciones en medios sociales.
“Nuestros empleos en el departamento de emergencias y en hospitales se han vuelto mucho más estresantes y difíciles, y ése es el punto de partida incluso cuando la gente es muy comprensiva”, dijo Rohini Haar, médico de urgencias en Oakland, California, e investigadora del Centro de Derechos Humanos. “Hacer ese trabajo, y hacerlo con compromiso mientras te atacan o con el temor a que te ataquen me resulta muy doloroso”.
Los profesionales médicos, de cirujanos a paramédicos, se arriesgan desde hace mucho a las lesiones o la intimidación en el puesto de trabajo, sobre todo en zonas de conflicto. Los expertos señalan que muchos ataques derivan del temor o la desconfianza, cuando los familiares reaccionan a la muerte de un familiar o una comunidad responde a la incertidumbre en torno a una enfermedad. El coronavirus ha amplificado esas tensiones.
Ligia Kantún trabaja como enfermera en México desde hace 40 años, y nunca se había sentido amenazada hasta la primavera pasada. Cuando salía de un hospital en Mérida el pasado abril, oyó a alguien gritar “¡Infectada!”. Le arrojaron un café caliente antes siquiera de que pudiera darse la vuelta.
La mujer explicó a The Associated Press que cuando llegó a su casa 10 minutos después, su hija la estaba esperando, y se abrazó a ella llorando asustada, preguntándose cómo podían haberle hecho eso.
En esa época, explicó Kantún, mucha gente en México pensaba que los trabajadores sanitarios llevaban los mismos uniformes en público que los que llevaban cuando atendían a pacientes de coronavirus. Esa ignorancia motivaba esa forma de actuar, señaló.
La mayoría de los ataques se produjeron durante la pasada primavera y el verano, cuando el coronavirus se extendía por el planeta, según los investigadores. Pero episodios recientes en lugares como Nigeria y Holanda, donde una turba prendió fuego a un centro de pruebas diagnósticas en enero, demuestran que la amenaza permanece.
Haar dijo que esperaba que el personal sanitario recibiera un amplio reconocimiento por su labor salvando vidas durante la pandemia, como cuando los italianos cantaban en homenaje a los médicos durante su confinamiento.
“Pero en realidad, en muchos, muchos lugares, eso no ocurrió”, dijo. “En realidad hay más miedo, más desconfianza y los ataques aumentaron en lugar de disminuir”.
Muchos ataques han pasado desapercibidos porque nunca se reportan a la policía ni aparecen en los medios. Insecurity Insight trató de ampliar su búsqueda cuando se detectó una oleada de ataques en países tradicionalmente seguros para el personal sanitario, explicó la directora del centro, Christina Wille.
En Estados Unidos, por ejemplo, los investigadores identificaron una docena de amenazas a trabajadores sanitarios el año pasado. Varios incidentes incluyeron lesiones o detenciones a médicos que trabajaban en la calle durante protestas de Black Lives Matter.
“Creo que en Estados Unidos la cultura ha sido más de confiar en los trabajadores sanitarios”, dijo Haar, la médico de urgencias. “No ha habido un conflicto prolongado en el que haya habido una disonancia entre trabajadores sanitarios y la comunidad”.
Sin embargo, el personal sanitario en Estados Unidos sigue siendo objeto de un gran riesgo. Los empleados de hospitales en Estados Unidos tienen seis veces más posibilidades que el trabajador medio de ser víctima de una lesión deliberada, según la Oficina de Estadísticas Laborales. El mes pasado murió un asistente médico en Minnesota durante una balacera en una clínica protagonizada por un expaciente insatisfecho con el tratamiento recibido.
En algunos casos, la violencia ha sido inspirada por la desinformación. Wille dijo que su equipo siguió de cerca las publicaciones en medios sociales de abril después de que tres centros de tratamiento contra el ébola fueran asaltados en República Democrática del Congo.
“Pudimos ver que hubo una acumulación de desinformación durante días sobre lo que llaman el ‘negocio del ébola’, que todo esto estaba relacionado con gente inventándose la enfermedad», explicó.
Los expertos señalaron que aunque en muchos casos los trabajadores sanitarios son el objetivo de los ataques, comunidades enteras sufren cuando pierden acceso a atención médica por el cierre de una clínica o centro médico debido a las amenazas.
“Estás robando a la comunidad el servicio que habrían prestado”, dijo Nyka Alexander, que dirige las comunicaciones de la Organización Mundial de la Salud sobre emergencias sanitarias.
Con o sin pandemia, los lugares más peligrosos para los trabajadores sanitarios son a menudo zonas de conflicto e inestabilidad política. El año pasado se identificaron cientos de amenazas y actos de violencia en Siria, Afganistán, Yemen y República Democrática del Congo.
Naser Almhawish, coordinador de vigilancia para la Red Siria de Respuesta y Alerta Temprana , dijo haber recibido amenazas varias veces cuando trabajaba como médico en la ciudad de Raqqa. Recordó un día en 2012 en el Hospital Nacional de Ar-Raqqa, cuando hombres armados le amenazaron en medio de una cirugía, diciendo que le matarían si el paciente moría.
“Simplemente te paralizas y sabes que estás trabajando y estás intentando salvar a este hombre”, dijo. “Ése es nuestro deber. No pregunté si ese hombre era militar, civil o lo que fuera. Era un ser humano que necesitaba una operación”.
Esos ataques contra centros médicos en Siria se redujeron en el último año, dijo Almhawish. Los investigadores atribuyeron al descenso de la violencia en el país el que no hubiera un aumento de las agresiones a la atención sanitaria en 2020.
Kantún, la enfermera en México, dijo que tras la agresión del pasado abril pasó casi ocho meses sin llevar su ropa de enfermera en público. Ahora, tras un año de pandemia, cree que los trabajadores sanitarios son más respetados. Pero sigue preocupada, y vive con el temor a que le rayen el auto o le rompan la ventanilla del auto.
___
Helen Wieffering es investigadora con una beca Roy W. Howard. Joshua Housing es investigador del equipo global de investigación.
___
Contribuyeron a este despacho la reportera de video de AP Federica Narancio y Anne Daugherty y Devon Lum, del Laboratorio de Investigaciones del Centro de Derechos Humanos en la Universidad de California, Berkeley.