Author image

Guadalupe Correa-Cabrera

07/09/2020 - 12:03 am

La “Tregua” de Bukele

Bukele no se va por las ramas y no titubea al ejercer el poder.

Nayib Bukele Presidente De El Salvador Foto Twitter nayibbukele

Nayib Bukele sorprendió cuando ganó la elección presidencial y sigue sorprendiendo en su primer año de Gobierno. El Presidente de El Salvador ha demostrado ser un político muy hábil y un gran comunicador. También sorprende su aparente “mano dura”—rayando quizás en el autoritarismo—y su manejo magistral de las redes sociales, que lo catapultaron para llegar al puesto número uno de la política en su país. Bukele no se va por las ramas y no titubea al ejercer el poder. Le juega a ganarlo todo y al parecer no siempre de la forma más ética, ni más transparente. Es implacable con sus enemigos y con los medios críticos de su Gobierno; sobre esto último podemos preguntarles a los periodistas del proyecto Sala Negra del periódico digital El Faro, con quienes el Presidente parece mantener un “pleito casado”. El Presidente salvadoreño parece haber sido bastante efectivo en su primer año de Gobierno, considerando su edad y experiencia. Al mismo tiempo parece haber sabido ejercer su autoridad con determinación … quizás, más de la cuenta.

Resolver el problema de las pandillas y la seguridad en El Salvador es un asunto considerado por muchos casi imposible. Bukele prometió hacerlo, y aunque parecía muy prematuro, el número de homicidios bajó efectivamente sólo tomó él el poder. Muchos nos preguntábamos ¿cómo era eso posible? pues todo fue muy repentino. Además, quienes conocemos el problema de corrupción estructural que existe en el país y las causas de raíz que dan origen a la violencia callejera, sabemos lo difícil que es tener un éxito inmediato en el rubro de la seguridad y el combate a las pandillas. Bukele parecía ser imparable y su estrategia parecía dar resultados; era una mezcla de aparente determinación y un toque de mano dura. Aún recuerdo las impactantes fotografías de integrantes de pandillas hacinados en una de las prisiones de El Salvador en plena pandemia. Parecía un montaje y una inhumanidad. Era (y es aún) difícil descifrar lo que estaba (está) pasando con ese tema.

En este nuevo contexto, Bukele se consolidaba en poder y daba directa o indirectamente golpes certeros a sus principales oponentes. El caso de El Faro, cuyo equipo ha sido especialmente crítico de la presidencia actual de El Salvador, me llamó especialmente la atención. Así, poco después de que saliera a la luz una publicación muy controvertida señalando un supuesto caso de “abuso sexual” por parte de uno de los integrantes del equipo del proyecto estelar Sala Negra, el Presidente salvadoreño manifestó su indignación y sorpresa. La nota aparece en el Diario La Página (https://www.lapagina.com.sv/nacionales/denuncian-casos-de-abuso-sexual-dentro-de-el-faro/) y algunos atribuyen al Presidente Bukele la autoría intelectual de esta estrategia contra un medio muy crítico de su Gobierno. Inmediatamente llovieron críticas múltiples en las redes sociales hacia todo el equipo de El Faro, y principalmente en contra del periodista Carlos Martínez, a quien se le atribuye el abuso o acoso sexual a una compañera por haber estado supuestamente bajo los efectos de alguna sustancia psicoactiva (droga). Independientemente de los detalles de esta acusación, la respuesta de El Faro, el reconocimiento en cierta forma del hecho y la defensa que hacen sus integrantes, pareciera ser que, por lo menos en las redes sociales, la integridad y la reputación de este medio de comunicación quedaron fuertemente cuestionadas. Los ataques a El Faro por parte de varias cuentas en redes sociales después de esta publicación han sido brutales. El golpeteo y el fuerte cuestionamiento a este medio—y en especial a Carlos Martínez—continúan hasta la fecha.

Bukele parecía estar saliendo avante en todas sus batallas después de poco más de un año de Gobierno. Pero finalmente resbala, y parece ser que bastante fuerte. El jueves pasado, en una nota precisamente del portal digital El Faro, se revela la supuesta negociación por parte del Gobierno de Bukele con la Mara Salvatrucha (MS-13) para la reducción de homicidios y apoyo electoral para Nuevas Ideas en 2021 a cambio de beneficios carcelarios (ver: https://elfaro.net/es/202009/el_salvador/24781/Gobierno-de-Bukele-lleva-un-a%C3%B1o-negociando-con-la-MS-13-reducci%C3%B3n-de-homicidios-y-apoyo-electoral.htm). La nota—firmada por el mismísimo Carlos Martínez, su hermano Óscar Martínez, Sergio Arauz y Efrén Lemus—ha causado un gran revuelo en El Salvador y ha sido apoyada por los grandes medios de comunicación internacionales. Si la información resulta verificable y es confirmada, estaríamos hablando de otra “tregua” con las pandillas y no de un éxito rotundo de la política de seguridad (sin pactos mafiosos) del Gobierno salvadoreño como lo había estado afirmando el Presidente.

Las implicaciones de esta investigación periodística no son menores puesto que ponen en entredicho la institucionalidad del Gobierno de Bukele y su integridad. Conocemos los resultados no muy alentadores de la primera tregua con las pandillas en El Salvador en los años 2012 y 2013 (cuando era Presidente Mauricio Funes) que logró reducir drásticamente la tasa de homicidios en un inicio, pero que al mismo tiempo promovió prácticas inaceptables y concesiones fuera de toda órbita a ciertos líderes de pandillas. La tregua les confiere a las pandillas una especie de reconocimiento como actores políticos que finalmente complica aún más el estado de la seguridad en el Salvador y fortalece ampliamente a los grupos delincuenciales en el país en contraposición con el Gobierno.

En fin, la primera tregua resultó ser finalmente un gran fracaso. Y dicen los que saben de estos temas que pactar con grupos delincuenciales nunca sale bien. Al principio, la estrategia parece dar resultados inmediatos, pero al final debilita al Estado pues le confiere mayores espacios a la delincuencia organizada, que avanza en el ejercicio pseudo-legítimo de la violencia. Por consiguiente, la investigación de El Faro parece poner en graves problema al Gobierno de Bukele, exhibiéndolo tanto en su capacidad real, como en los potenciales resultados negativos de una estrategia extra-institucional. Haciendo un análisis más profundo de los actores involucrados en esta trama y de los grupos de poder que parecen estar detrás de esta historia, en El Salvador parece haber una lucha que va mucho más allá de los escándalos mediáticos. Parece ser que la batalla aún comienza. El Faro y sus aliados se declaran vencedores en esta nueva batalla y han puesto en evidencia a Nayib Bukele y su aparato.

Veremos cómo termina esto, pues el periódico digital salvadoreño parece contar con un apabullante apoyo por parte de la prensa internacional y otros actores en la Unión Americana. La cobertura del sábado en el Washington Post sobre la nota de El Faro dice bastante. Recuerdo también hace apenas unas semanas las escenas de Carlos Martínez—férreo defensor y protagonista en la cobertura de caravanas migrantes—con Diego Luna en la serie de Amazon Prime “Pan y Circo”. El espaldarazo de grupos clave al periodista aún después del escándalo por supuesto abuso sexual relacionado con el consumo de sustancias psicoactivas fue contundente. En efecto, dicho respaldo resulta interesante para los que comprenden bien el manejo de los símbolos y el papel de las organizaciones que apoyaron y que apoyan actualmente a este proyecto digital. Ciertamente, El Faro había gozado de una reputación intachable por su valiente cobertura de los temas más complejos y apremiantes para la seguridad en Centroamérica. La necesidad de crear incluso un Comité de Género dentro del periódico nos sorprendió a más de uno.

La batalla entre Bukele y sus enemigos en los medios y en Estados Unidos se cierra y el resultado es incierto. Lo que sí es evidente es que el Presidente se debilita, al igual que su proyecto. También es innegable que la situación de seguridad en El Salvador continúa en estado frágil y se anticipa un fracaso rotundo pues no se están atacando las causas de raíz de la violencia causada por las pandillas, sino que se intercambian favores a los líderes pandilleriles por votos. Es una situación poco prometedora. Y lo que es peor, al final en el Salvador parece ser que estamos meramente ante una lucha de intereses, pues los actores que definen el destino de la nación simulan y se venden al mejor postor.

Pareciera ser que, por un lado, se promueve un espectáculo para ejercer mejor el autoritarismo, pero sin proporcionar a la sociedad salvadoreña verdaderas oportunidades de desarrollo y sin pagar la deuda histórica que tiene el Estado con su juventud cuyo destino se vincula a las pandillas. Por el otro lado, otros deciden apoyar fielmente la huida en caravana de los pobres, que fungirían como esclavos de un imperio moderno en caso de llegar a su destino o sucumbirían en el camino explotados por traficantes, autoridades corruptas y criminales. Apoyar las caravanas migrantes bajo las condiciones hemisféricas actuales, implica apoyar indirectamente la explotación del indocumentado y el peonaje político del mismo por parte de grupos que aspiran al poder [o a mantenerse en el mismo] en los Estados Unidos. La comodificación del migrante indocumentado que huye de las pandillas es parte de todo un sistema que incluye a empresarios, traficantes, políticos, comunicadores y activistas mercenarios.

Finalmente, no es posible defender las treguas con criminales, y menos las que se han hecho en los últimos años en El Salvador, las cuales únicamente han beneficiado a las élites del Gobierno y las pandillas. Sin embargo, sí hay una tregua que debe intentarse. Es una tregua de la que me habló Raúl Mijango cuando lo entrevisté en 2015—irónicamente, gracias al contacto que amablemente me proporcionó uno de los periodistas de El Faro. Este exguerrillero, clave intermediario del proceso que se dio durante el Gobierno de Funes, me habló de una “tregua [necesaria] entre Estado y sociedad” para poder avanzar hacia una situación más justa y alcanzar la paz en El Salvador.

A continuación, comparto un pequeño segmento del texto que acompañó a la entrevista que hice a Raúl Mijango, la cual me ayudó a comprender lo que significa una verdadera “tregua” en un proceso de paz. Fue publicada en la revista Newsweek el 6 de junio de 2016. Se puede encontrar en este enlace: https://www.pressreader.com/argentina/newsweek-en-espanol/20160606/281990376785829.

La Tregua con las Maras que Destruyó el Estado en El Salvador

Entrevista Inédita con Raúl Mijango [fragmento]

*** Agradezco a Roberto Valencia, uno de los pioneros del proyecto “Sala Negra” del periódico digital El Faro por su ayuda para obtener el contacto y realizar esta entrevista.

A unos días del arresto de Raúl Mijango y otras 20 personas relacionadas con la tregua entre Gobierno y pandillas en El Salvador—que se llevó a cabo entre marzo de 2012 y mayo de 2013, y que redujo drásticamente los homicidios en el país—se presenta una entrevista a quien fuera uno de los mediadores más importantes en este proceso. La conversación con el exguerrillero salvadoreño se realizó en agosto de 2015, poco tiempo después de ocurrido el paro forzado al servicio de transporte público en El San Salvador por parte de las pandillas, quienes son ahora un actor político real en el país.

Raúl Mijango explica aquí la problemática histórica de El Salvador, desmitificando versiones que colocan al conflicto en esta nación centroamericana como el simple resultado de las acciones de un violento grupo de criminales que debieran ser encarcelados o incluso exterminados. Pero según lo interpreto, lo que Mijango propone en esta conversación “no es” un pacto con criminales. Lo que explica el facilitador de la tregua es una realidad muy compleja que involucra a una serie de actores nacionales de diversa índole, así como a los Estados Unidos, a quien considera una pieza clave para explicar la violencia en El Salvador y otras regiones de Centroamérica. 

Eludiendo interpretaciones maniqueas, la “Tregua” según Mijango no es un pacto entre pandilleros criminales y narco-gobierno corrupto y represor. El proceso al que se refiere Mijango es una “tregua entre Estado y sociedad” para poder avanzar hacia una situación más justa y alcanzar la paz en El Salvador. Según esta visión, el Estado mantiene una deuda histórica con la juventud perdida en el continente, en un contexto donde no pueden tomarse acciones unilaterales que criminalicen a aquellos quienes son el producto de una realidad injusta y compleja que involucra a muchos más actores.

En efecto, para Mijango, el problema no se reduce únicamente a los pandilleros, o al Gobierno que utiliza escuadrones de la muerte para hacer una limpieza étnica, o a los oficiales que tienen vínculos con el narcotráfico y redes criminales transnacionales. Tampoco atribuye la situación actual exclusivamente a las políticas de “Mano Dura” de la derecha salvadoreña, ni al fracaso de la izquierda en el país, ni se centra sólo en el papel histórico que ha jugado Estados Unidos en la generación de la problemática social y humana en Centroamérica.

El conflicto en El Salvador incluye a todos los actores antes mencionados, quienes debieran reconocer por igual su enorme responsabilidad en el conflicto. La “Tregua”, en un primer momento, se consideró como una herramienta basada en el diálogo y la civilidad para enfrentar la emergencia y plantear opciones de largo plazo. El objetivo último era hacer frente a un conflicto social y humano de grandes dimensiones, que si no se resolvía efectivamente, prolongaría la guerra y la crisis social que se viven actualmente en El Salvador. Desafortunadamente, esto es lo que ha pasado. Miles de vidas humanas están en juego. Ninguna vale más que la otra. Ninguna es más perversa que la otra. No hay muerte que se justifique. Muchos han sido los responsables…dentro y fuera de El Salvador.

Nota importante:

Las persona que realizó esta entrevista no vive permanentemente en El Salvador; ni ella ni su familia deben pagar un “impuesto de guerra” (extorsión); no ha sido abusada sexualmente por algún (o algunos) miembro(s) de las pandillas; no ha perdido familiares o conocidos que han sido asesinados por estos grupos delincuenciales; sus hijos no han sido obligados a trabajar para las maras; tampoco se ha visto forzada a dejar su país por la situación de extrema violencia. Al comunicar este mensaje, no se intenta reivindicar a las pandillas, ni justificar actos criminales. Sólo se intenta comunicar la sabiduría adquirida desde la calle de quien ha tenido la oportunidad de interactuar con la juventud perdida de El Salvador, manteniendo la esperanza de que no se continúe reproduciendo esta realidad.

Guadalupe Correa-Cabrera
Guadalupe Correa-Cabrera. Profesora-investigadora de Política y Gobierno, especialista en temas de seguridad, estudios fronterizos y relaciones México-Estados Unidos. Autora de Los Zetas Inc.
en Sinembargo al Aire

Opinión

más leídas

más leídas