La información institucional sobre la pandemia no ha sido suficiente para llegar a los siete millones de hablantes de las 68 lenguas indígenas que existen en México, dicen activistas. Los hospitales COVID-19 no tienen traductores para pacientes que no hablen castellano.
Por Kau Sirenio
Ciudad de México, 21 de mayo (Pie de Página).- Lo poco que María Pioquinto Ortega sabe de la pandemia de COVID-19 en Cuanacaxtitlán, Guerrero, es lo que ha oído en voz de los vecinos. No es el único caso. Esta historia se repite en muchas localidades del país a las que no ha llegado la información institucional en las 68 lenguas maternas distintas al castellano que se hablan en México.
«Lo que este país quiere es que los indígenas dejen de hablar su lengua materna, porque es lo más fácil. Al Estado mexicano nunca le han importado las lenguas indígenas; tal parece que no conocen ni siquiera la Ley General de Derechos Lingüísticos, porque su lógica es desindianizar a México», dice el catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México Zósimo Hernández Ramírez.
Hablante de la lengua náhuatl, Hernández Ramírez dice que en México hay discriminación institucional y jurídica; por eso los indígenas no cuentan con intérpretes en los hospitales, cárceles y establecimientos públicos. «No quieren porque es más fácil que los indígenas se mueran, así dejarán de ser un estorbo para el sistema de salud pública. ¿Cuándo has visto que en los hospitales hay intérpretes? Nunca. Y no los habrá», reprocha.
En México, las políticas públicas y educativas destinadas a las poblaciones indígenas no son claras ni tienen el propósito de propiciar estrategias para fortalecer la identidad nacional, en sus lenguas y variantes lingüística.
Por su parte, el investigador de la lengua Tu’un Savi Amadeo Guadalupe Joaquina dice que hacen falta políticas de Estado para fortalecer las lenguas maternas. El estudioso cita al lingüista Miguel León Portilla: «La pérdida de una lengua y de su contexto cultural representa la quema de un libro de consulta único del mundo natural, en donde los secretos de la naturaleza, guardados en las canciones, las historias, el arte y las artes de los pueblos indígenas, podrían perderse para siempre como resultado de la creciente globalización y la discriminación institucional».
Agrega Guadalupe Joaquina: «Si estas culturas desaparecen, ellas y su íntima relación con la naturaleza se perderán para siempre. Debemos hacer todo lo posible para proteger a estos pueblos. Si desaparecen, el mundo será un lugar más pobre».
La oaxaqueña Odilia Romero Hernández, coordinadora del Frente Indígena de Organizaciones Binacionales (FIOB), ha destacado la presencia del racismo, lo que ha hecho imposible la presencia de intérpretes en los espacios públicos.
Casos como la de María Pioquinto, que no tiene acceso a información en su lengua materna en los medios masivos de comunicación, se reproducen en todo el país. Los problemas que enfrentan los hablantes de lenguas indígenas, aparte de la falta de atención institucional, provoca que los hablantes ya no quieran que su hijos hablen su lengua materna y, como consecuencia, niegan su identidad lingüística para no ser discriminados.
En las calles de Los Ángeles, California, es común encontrar a personas provenientes de distintas comunidades que hablan su lengua materna: el ñuu savi (mixteco), el binizaa (zapoteco), el triqui o el náhuatl, de Oaxaca, Guerrero y Chiapas.
La diversidad lingüística en Los Ángeles se nutre de personas de 140 países, que hablan alrededor de 92 idiomas diferentes. El castellano ya superó al inglés. Muchos migrantes que se comunican en lenguas indígenas enfrentan la separación de sus familiares cuando son detenidos por Migración.
Odilia Romero Hernández señala que los obstáculos que padecen los indígenas en Estados Unidos no son muy distintos de los de México. Uno de los casos emblemáticos de la FIOB es el de Cirila Baltazar Cruz, sucedido en la costa del Golfo de Mississippi, en noviembre de 2008, cuando acudió al hospital para dar a luz a su hija Rubí.
El Departamento de Servicios Humanos (DHS) del Estado Unidos dictaminó que Baltazar Cruz era una madre no apta, en parte por su falta de inglés.
Amadeo Guadalupe señala que a pesar que la población mexicana es pluricultural, porque más de sesenta y ocho pueblos indígenas hablan su lengua materna, en la vía de los hechos no es así, porque no hay políticas públicas para fortalecer las culturas indígenas y las lenguas maternas.
«El acceso de indígenas a la educación, justicia, salud, cultura, uso de su lengua en espacios públicos, es muy lejano para un país donde los medios de comunicación masivos estereotipan a los indígenas como folklore», dice.
Agrega: «Son los primeros de esta nación, pero son los últimos en todos los renglones. Son los olvidados; los primeros en marginación y extrema pobreza material; pero no espiritual y cultural. Su lengua es hermosa, es rica en sonidos y en semántica. A pesar de que su identidad, se les niega el derecho de comunicarse y de acceder y disfrutar de sus propios medios de comunicación».
Zósimo Hernández retoma: «Faltó información en lengua materna para prevenir a las poblaciones indígenas, el gobierno creyó que a los indígenas no se les iba a afectar. Cuando reaccionaron ya era muy tarde. Además, es de mala calidad y pésima difusión en los medios masivos de comunicación».
Mientras avanza la pandemia en la zona más agreste del país, donde están asentadas las comunidades indígenas, la información en lenguas maternas es cada vez más lejana. Y los hospitales COVID-19no ha informado si cuentan con intérpretes.
La falta de información clara y precisa en lengua materna en las comunidades indígenas ha propiciado que no se genere la sana distancia y se detenga la movilidad. «Katyi na ni su ña ndixa ku ña ka’an na ni vaxi ku’e. (Dicen que no es cierto lo que dicen que viene la enfermedad)», dice María Pioquinto.