A modo de un Huckelberry Finn, o como los Niños Perdidos de Peter Pan, la niña convive con un grupo de niños sin familia que sobreviven como pueden camuflados en el desierto. Los narcos tienen el poder del mundo y la violencia, y la música -único placer que sobrevive- marcan el ritmo.
San Sebastián (España), 28 sep (EFE).- El mexicano Julio Hernández Cordón presentó hoy en el Festival de San Sebastián el cuento futurista y reivindicativo Cómprame un revólver, un alegato contra los feminicidios en México que pone el punto de mira en los efectos que la violencia y la droga tienen ya en su país.
«En México hay demasiada violencia contra la mujer, igual que en España, solo que aquí es en el interior de las casas y allí es violencia organizada (…) Uno tiene hijas, y abuelas y novias, y madres y tías, y existe esa preocupación, queremos que regresen cuando salgan», dijo el director sobre un filme que compite en la sección Horizontes Latinos.
Hernández Cordón mantuvo una charla con el público tras la proyección de su cinta, penúltima en la competición latina del certamen español, donde se abrieron varios debates: el consumo de drogas, la violencia organizada, los peligros de crecer en un ambiente tóxico y también la posibilidad de que el arte ayude a superarlo todo.
Para el cineasta, de origen guatemalteco, México no podrá salir solo de esta situación; lo espera, afirmó, y confía en un futuro mejor para su país, pero cree que la esperanza de cambio está en EU y en Europa, los lugares destinatarios de la droga que gangrena su país.
«Siento que ya es jodido que nosotros paguemos con muertos el comercio de las drogas y espero que pronto acá y en EU se legalicen las drogas. En México ya estamos hartos de convivir con los muertos de este mercado, y no va a cambiar porque el dinero no viene de México, solo cambiará cuando ustedes exijan a sus políticos que lo legalicen», aseveró el director, que ya se llevó el Premio Horizontes Latinos en 2008 por su ópera prima, «Gasolina».
La acción del filme discurre en un México del futuro donde las mujeres prácticamente han desaparecido, quedan muy pocas, y una niña se oculta tras una máscara para ocultar que lo es; vive con su padre, un hombre demolido que ha perdido a su esposa y a otra hija, que consume todo lo que tiene a su alcance para mitigar su dolor.
A modo de un Huckelberry Finn, o como los Niños Perdidos de Peter Pan, la niña convive con un grupo de niños sin familia que sobreviven como pueden camuflados en el desierto. Los narcos tienen el poder del mundo y la violencia, y la música -único placer que sobrevive- marcan el ritmo.
El director reconoce que Cómprame un revólver exagera un poco las cosas, pero opina que un México sin mujeres «no es un futuro tan lejano».
«Creo que el cine, el arte, sirve para exorcizar los demonios que uno tiene, la película es un pretexto para eso», apunta.
También guionista, el director optó por rodar la cinta con su hija Matilda porque Cómprame un revólver tiene también una mirada infantil y juguetona, además de un sentido del humor evidente, que sirve para relajar, dijo Hernández Cordón, que también resaltó que así la denuncia entra «sin sangre».
«No me gusta el cine gore», explicó, motivo por el cual tras una balacera, por ejemplo, lo que queda en el suelo son cartones con cuerpos dibujados, cómics de sangre de mentira que aportan ligereza y un toque onírico.
En su opinión, «lo que sobra en el cine y en la tele es lo trivial, lo que me interesa a mi es que mi trabajo genere un diálogo, crear memoria, tratar que ciertas cosas no se repitan o entender por qué sucede».
«Dedico a esas personas a la gente que cambia, a la gente que está resistiendo, los que van a conseguir algo, a los chicos. Los mayores ya tuvimos para cambiar y no lo hicimos, por eso me gusta pensar que en México, a pesar de lo oscuro, en el futuro hay esperanza», resumió.