A pesar de que para Plaza Sésamo y Frank Oz, co creador de los personajes, «son solo marionetas y no tienen orientación sexual», expertos en la materia subrayan la importancia de manejar la diversidad sexual en los programas infantiles.
Madrid/Ciudad de México, 22 septiembre (ElDiario.es/Sinembargo).- Lo que era un rumor confirmado ha vuelto a ser desmentido. Mark Saltzman, que escribía los diálogos de Beto y Enrique, aseguró que «cuando pensaba en ellos eran pareja», algo que poco después han rechazado desde Plaza Sésamo y Frank Oz, co creador de los personajes. Solo son los mejores amigos, marionetas sin orientación sexual. «¿Importa en realidad?», se preguntó Oz. La respuesta es que sí.
¿Por qué la necesidad de definirlos? «Hoy en día es necesario, porque sigue existiendo la presunción de heterosexualidad. Si no se dijera que Beto y Enrique son pareja la opinión popular sería la de que son personas mayores que comparten piso y son amigos», explica a Vertele Paula Iglesias, vocal de Políticas Estratégicas de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB). La experta considera que no nombrarlo impide naturalizar el hecho de que «dos personas del mismo género se quieran», ya que «el público infantil también tiene que conocer que existe la sexualidad y que ésta es diversa».
Paco Tomás, guionista y director, reconoce que se creció viendo Beto y Enrique sin pensar en la homosexualidad de estos. Fue ya de adulto cuando empezó a darse cuenta de ciertas connotaciones, razón por la que le parece importante que «de repente aparezca un guionista y te diga que sí, eran pareja». Para Plaza Sésamo son solo muñecos de felpa que no necesitan definir su identidad, pero, según el escritor, no se puede recurrir al concepto de ficción para evadir el compromiso de lo que se muestra. «Los dibujos animados también son responsables de nuestra construcción de la identidad. No solo cuando eres niño, también cuando eres adolescente y adulto».
Emilio Martí, director y autor de una investigación titulada Homosexualidad, infancia y animación, cree que el problema que ocurre con la sexualidad «es que solo llama la atención cuando no es heteronormativa». Como ejemplo, pone el caso de una pareja heterosexual que pasea por la calle cogida de la mano o se da un beso sin que por ello atraiga miradas. No obstante, la situación cambia cuando lo hacen dos hombres o dos mujeres: «De pronto nos llevamos las manos a la cabeza, y se acusa de llamar la atención, de querer hacer un número, molestar, de algo no apto para que lo vean los niños», reprocha.
LA INSUFICIENTE Y NEGATIVA REPRESENTACIÓN LGBTI
«No hay una representación coherente», reclama Iglesias, «y es una pena porque hay niños y niñas que no sienten su realidad en su tiempo de ocio cuando ven estos programas». La falta de su presencia y, por lo tanto, de referentes, ocurre también con las familias homoparentales o divorciadas. Y la infrarrepresentación tiene como consecuencia que la diversidad no sea entendida ni concebida desde la infancia. «Utilizan un poco la excusa de las marionetas para privarlos de esa condición sexual», destaca.
El guionista Tomás reconoce este periodo de la vida como el «más abierto a la novedad. El problema es el prejuicio del adulto, que contamina la mirada del niño». Y como mayor peligro, Martí señala «volver a la idea antigua de que si hay un homosexual en pantalla debe ser castigado».
Este trato recurrente es recogido en el documental El celuloide oculto, en el que se muestran numerosos casos en la historia del cine. «No puede ser que los referentes sean únicamente de gente que acaba siendo reprimida. Es fundamental que sean sanos, personas con amigos, felices y que gocen de vida sentimental», explica el animador.
Lo que parece claro es que la polémica y las dudas sobre si los muñecos han de ser considerados asexuales la ha despertado el hecho de que se trate de dos marionetas homosexuales. De hecho, la Rana Rene y Peggy, del mismo show que Beto y Enrique, sí tienen orientación sexual y hasta anunciaron su divorcio en 2015. Pero, en esa ocasión, no hubo ningún inconveniente en hablar de su estado amoroso. «La mayoría de nosotros hemos convivido con dibujos animados donde sin ningún problema se mostraban matrimonios de distinto género que tenían hijos e hijas», recalca Iglesias. Los Picapiedra, Los Simpson o David el Gnomo son tres de innumerablejemplos.
MEJORAS (O NO) DE LA PRESENCIA DEL COLECTIVO LGTBI
El personaje de Elsa de la película Frozen recibió igualmente críticas (algunas de ellas, procedentes de colectivos como HazteOir) después de que su directora, Jennifer Lee, sugiriera que en una futura entrega la princesa podría tener novia. Para Iglesias, en realidad, esto demuestra el temor a mostrar ciertas preferencias sexuales por si «se lo pueden plantear», algo que para la portavoz de FELGTB carece de sentido. «Si se lo van a plantear lo van a hacer tengan ese contenido o no, porque muchos lo hemos hecho a lo largo de la historia sin haber tenido material para vernos reflejados», asegura.
Iglesias valora los pasos que están dando industrias como Disney con películas como Valiente o Moana, cuyas protagonistas «no son las típicas princesas que conocen a un príncipe que les salva». Aun así, para la especialista todavía queda algo pendiente: «Un personaje lesbiana».
El largometraje ambientado en el reino de hielo es uno de los ejemplos más señalados, y que muestra que sí que hay series y dibujos animados que están plasmando una mayor diversidad, como Steven Universe o Bob’s Burger. Pero no son suficientes. Martí lamenta, como miembro de la profesión, que «siendo la animación un género en el que se puede hacer cualquier cosa la mayoría no use la imaginación para plasmar, por ejemplo, una sexualidad abierta, y se limiten a repetir patrones anticuados».
Volviendo al caso de Plaza Sésamo, Tomás es el más alarmista. «Vivimos una dictadura, salimos de ella y hubo una explosión de libertad», con lo que hubo una «apertura de mentalidades». «Si dijeran que Espinete era gay podría haber sus más o sus menos, pero no se genera un conflicto como en EU», afirma. Sin embargo, advierte que «con el tiempo la mentalidad se ha ido volviendo más conservadora», ya que «la influencia de las políticas ultraconservadoras estadounidenses ante las que hemos sido permeables ha sido muy negativa». Unas políticas que, actualmente, han devuelto a Beto y Enrique al armario.