Con un coeficiente intelectual de 173 y con 14 años de edad, Claudio André Blázquez Aguirre estudiará en la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Narra que en la primaria tuvo problemas con los profesores por corregirlos y porque obtenía buenas calificaciones, pese a sus ausencia en clases. Hoy duerme por el día, y por las tardes y noches lee 500 hojas de libros en promedio.
“No me considero un genio porque a pesar de mi coeficiente intelectual, yo no he contribuido con la sociedad. Yo quiero hacer algo grande que la gente lo reconozca para entonces merecerme el título de genio”, dice.
San Luis Potosí/Ciudad de México, 10 de agosto (Pulso/SinEmbargo).– Sentado a afuera de la que será su nueva casa de estudios a partir de la próxima semana, Claudio André Blázquez Aguirre, de 14 años de edad, narra cómo logró, a su corta edad, comenzar una carrera en la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP).
El adolescente superdotado concluyó la preparatoria mediante un exámen único que permite el acuerdo 286 del Centro Nacional de Evaluación para la Educación Superior (Ceneval).
Durante su infancia se presentaron los primeros indicios de que era un niño con grandes habilidades, pues en clase tuvo problemas con los mentores, quienes exponían un ejercicio y en el momento de resolverlo él los corregía, o bien porque faltaba de forma constante pero aun así obtenía calificaciones favorables.
Con un coeficiente intelectual (IQ) de 173, superior al promedio nacional que es de 87, según el Centro de Atención al Talento (CEDAT), expone que la abogacía le llamó la atención desde pequeño, y, muy probablemente, ciertos eventos en su vida, favorecieron que tuviera ese gusto por dicha licenciatura.
Pese a que en el diagnóstico hecho en 2017 en el CEDAT de Guadalajara, Jalisco, le revelaron que presentaba aptitudes superiores, que le permitían vastas aptitudes en matemáticas y ciencias, optó por profesionalizarse en leyes.
“Una de mis debilidades es que a la hora de estudiar siempre me apresuraba mucho y por ejemplo, en ejercicios matemáticos me apresuraba tanto que olvidaba poner un signo. Si un resultado era negativo lo olvidaba”, expresa con una seriedad formal.
De acuerdo con el estudiante más joven en la historia de la Facultad de Derecho, previo a decidirse por este plan de estudios, analizó la informalidad de un litigante y la tasa de empleo.
Admite que al tener conocimiento de su admisión se sintió intimidado, pero no por su edad, sino porque es común que los adultos perciban a los jóvenes como que “‘no saben nada’” o que “tuvo suerte”.
“Desde que yo era chico siempre consideré Derecho, pero no era la única carrera que consideraba. Una vez que se me presenta la oportunidad de ingresar a la Universidad, pues tuve que investigar muchas cosas, tanto si me admitían por la edad o qué necesitaba”, relata el adolescente que también tenía en mente ingresar a la Universidad de Harvard en Estados Unidos.
Y aunque desea llevar a buen puerto su formación profesional para tener un despacho y atender otras labores en la materia, uno de sus grandes anhelos es fundar un instituto para personas superdotadas, a fin de que reúnan y conozcan a más como ellos.
– ¿Te consideras un genio o tu familia y amigos te consideran así?
–Pues yo realmente me considero inteligente por lo que he logrado, pero no me considero más inteligente que otras personas porque siempre hay algo que puedes aprender de todo el mundo. No me considero un genio porque a pesar de mi coeficiente intelectual, yo no he contribuido con la sociedad. Yo quiero hacer algo grande que la gente lo reconozca para entonces merecerme el título de genio.
–¿En tus expectativas de crecimiento y desarrollo, está ser diputado, magistrado o qué otra actividad?
–Me estoy centrando en iniciar, pero no tengo definido qué quiero ser. Sé que quiero hacer algo grande, quiero ayudar a la gente y que quiero tener mi centro para superdotados, pero supongo que todo depende de las oportunidades que se me vayan presentando en el futuro.
Claudio André revela que lee, en promedio y por gusto, 500 hojas de libros al día, es decir, 3 mil 500 páginas a la semana, 14 mil mensuales o dicho de otra forma, 168 mil en los 365 días que tiene un año.
Aunado a ello, mientras millones de mexicanos laboran en el día, Claudio André Blázquez Aguirre duerme, y una vez que anochece despierta y ahora sí comienza “su día”: está despierto comúnmente de las 5 de la tarde hasta las 6 ó 7 de la mañana.
“La gente subestima mucho a los chicos como yo. Los ven muy niños y piensan que no son capaces de muchas cosas. Me emociona que se dé a conocer [mi caso], porque esto también abre nuevos diagnósticos y los diagnósticos cambian la vida de muchos chicos como yo”, concluye.